«Conversando sobre Educación» | Diálogo entre Humberto Maturana y Carlos Vignolo  IV parte

¿Emociones virtuales o vivir la reflexión en el aula?

 

CV      Te propongo que miremos ahora hacia la pregunta por las tecnologías y los artefactos  que pueden ayudar o afectar el proceso educacional aceptando, como lo hemos ido aceptando acá, que la educación es, en su sentido integral, un proceso de transformación en congruencia con ese contexto.  Y una pregunta que a mucha gente hoy en día le importa, y a no pocos asusta y agobia, es la pregunta por el rol de la televisión, Internet y  los computadores en la educación.

Si uno es estricto al aceptar la tesis que tú y otros proponen, en el sentido que la estructura del ser humano se configura en la interacción con el medio y que, en particular la configuración del sistema nervioso es congruente al medio, una pregunta muy relevante es: ¿Cómo se configura el sistema nervioso de los niños que, como por ejemplo ocurre en algunos sectores de Estados Unidos, y probablemente también en Chile, ven televisión seis o siete horas promedio al día?

En su libro “Homo Videns: La sociedad teledirigida”, Giovanni Sartori, profesor de las Universidades de Florencia y  Columbia, nos propone que los niños que ven mucha televisión están siendo configurados no como “homo sapiens” sino como “homo videns”, con un sistema cognoscitivo empobrecido, incapaz de manejar abstracciones y conceptos. Mi experiencia como profesor universitario me hace mirar con interés – y con temor también- estas proposiciones.  Un 30% de mis alumnos tienen dificultades que no eran dificultades ni para mí ni para  mis compañeros hace 30 años atrás, cuando éramos alumnos.  Dificultades para leer, por ejemplo. No es que no sepan leer, en el sentido técnico de la palabra. Lo aprendieron en su momento. Y no es tampoco que no tengan ganas e interés de leer, sino que tienen dificultades de relacionamiento con los textos escritos.  Algunos profesores de la Escuela de Ingeniería  señalan que la retención de memoria es débil y que las asociaciones laterales se les dificultan. Hay algunos hechos observables que a mí me llevan a pensar que en este argumento de Sartori hay algo de suma relevancia para la educación.

 

HM     Sí aceptamos como válida la afirmación  de que uno se transforma de una  manera u otra según el espacio relacional en el cual vive,  quiere decir que uno aprende a hacer las distinciones y  correlaciones propias de ese espacio relacional. En este proceso es el cuerpo lo que se transforma y en tanto las destrezas que uno adquiere, físicas o psíquicas, las adquiere en  su corporalidad, se transforma el vivir en todas sus dimensiones, incluyendo lo espiritual.   Si uno salta y corre, adquiere destrezas para el correr y el saltar; si uno toca el piano adquiere destreza para tocar el piano; si uno interacciona con el computador, adquiere esa destreza, y hay gente que maneja el computador como quien toca piano.  Pero eso modifica las  distinciones que uno hace en otras dimensiones.  El sistema nervioso funciona distinguiendo configuraciones.  ¿Y qué configuraciones distingue uno?  Las que se viven en el espacio relacional en que uno convive como ser humano. Más aún, son configuraciones que tienen que ver con tres aspectos fundamentales del convivir: el emocionar, el razonar, y el hacer.

Actualmente vivimos un mundo que enfatiza el uso de la tecnología en la educación. Las consecuencias de este énfasis no son triviales. Hay muchas habilidades sensorio motoras que se pueden aprender en espacios virtuales. Esto es posible porque lo que uno aprende son precisamente correlaciones senso/efectoras que pueden aplicarse en cualquier dominio que las requieren, pues sus consecuencias pertenecen al dominio en que se aplican. Pero también sucede que hay muchos ámbitos de aplicación tecnológica que modulan el emocionar de las personas, sean estas niños o adultos, pero las emociones nunca son virtuales y la mayor parte de nuestro vivir en ellas es inconsciente.  La televisión, el cine y los juegos de videos son de este tipo.  Así, lo que uno aprende a través de estos medios es, en el mejor de los casos, manipulación de realidades virtuales.  Pero también aprende un emocionar inconsciente que nunca es virtual y que, por lo tanto, sirve como válido también en situaciones semejantes pero donde no se aplica.

Uno puede hablar de realidades virtuales en  términos de las manipulaciones del espacio porque lo que se manipula es la sensorialidad y el espacio ocurre en las correlaciones senso efectoras propias del encuentro organismo medio.  Pero no hay emociones virtuales porque las emociones corresponden al ocurrir interno del organismo como fundamento relacional.  Si uno ve agresión uno vive la agresión y aprende a vivir con agresión a menos que la deseche de manera explícita. La emoción nunca es virtual porque uno vive lo que ve como lo ve.  No basta con que uno diga “sólo es una película”. No, uno vive la agresión, el miedo, el enojo,  participando en el acto agresivo de enojo o de miedo como algo legitimo para su vivir a menos que, como acabo de decir, lo rechace de manera explícita.  Es precisamente por esto que la televisión es potente, y bajo el discurso de entregar informaciones o de entretener,  manipula el emocionar  y con ello el vivir relacional de los espectadores.

El mundo de las realidades virtuales no invita a hacer correlaciones reflexivas porque no invita a mirar los fundamentos emocionales del quehacer que evocan. Las realidades virtuales lo son porque el sistema nervioso no distingue entre ilusión y percepción y lo que se distingue tiene presencia en el espacio relacional que se vive aunque éste sea virtual (para el ver de otro).  Por esto, lo que uno vive en televisión lo vive siempre como si no fuese virtual, y las emociones que vive las asocia al vivir (hacer, convivir) que se vive, sea este virtual o no (ante otros). Las emociones no pertenecen al espacio de las correlaciones senso/efectoras del organismo que el sistema nervioso genera. Las emociones, como fenómenos de la biología, pertenecen a la dinámica interna del sistema nervioso que especifica la clase de conductas relacionales que un organismo (animal) puede vivir en cada instante y son, se puede decir, ciegas al contexto relacional en que surgen. Por esto, las emociones no son modificables por la razón.  Solo la emoción cambia el emocionar.  El resultado es que uno aprende el emocionar que la televisión evova como espacio virtual como si fuese el emocionar del vivir cotidiano propio del mundo relacional no virtual que uno vive.

Los programas de televisión manejan el fluir de las relaciones humanas en términos del emocionar.  Con la televisión, en general, lo que se tiene es un proceso que a uno lo entrena en el emocionar en un espacio relacional virtual, de la misma manera que lo entrenaría, por ejemplo, para escribir a máquina o para manejar automóvil sin cometer errores.  Es decir, va guiando a la persona en un espacio en el cual no comete errores y no reflexiona sobre lo que hace, porque no tiene un profesor o profesora que lo esté guiando en la reflexión,  o que lo esté invitando a la reflexión en el momento oportuno a través de mostrar alternativas en el emocionar. Si hubiere un profesor ahí éste diría “detengámonos un momento aquí a reflexionar sobre lo que ocurre (en las relaciones humanas)”,  y generaría un espacio relacional en el que se soltarían  las certidumbres para mirar el fundamento de lo que se vive. No se puede apretar un botón para ver cuál es la consecuencia de la reflexión a la cual el profesor invita sin hacer la reflexión.  Hay que vivir la reflexión con el profesor y en ese sentido el profesor es irremplazable porque actúa desde el emocionar y la temporalidad humana.  El profesor genera la temporalidad que hace posible la operacionalidad de la reflexión, y el correlacionar cosas que están separadas.  El  profesor consciente de lo que hace, volverá una y otra vez a hacer estas correlaciones reflexivas en la medida en que vea que sus alumnos no las hacen y no los abandonará.  Al contrario sigue con ellos amorosamente en la práctica de la reflexión hasta que éstos aprendan a hacerla.

En cambio, si se enseña por televisión, no pasa nada de esto.  Por eso, lo central en los cursos a distancia son las reuniones directas o interacciones directas de los alumnos con los profesores, no meramente la manipulación particular de un instrumento o de un conjunto de ideas a través de las sugerencias hechas en el programa televisado.

 

CV      ¡De cuerpo presente!

 

HM     De cuerpo presente.  O sea, el cuerpo presente no es meramente un cuerpo presente, es cuerpo, alma y tiempo.  Cuerpo, alma y tiempo son procesos: la temporalidad no es un reloj, es proceso; la corporalidad no es una materia, es una dinámica relacional; el alma no una fantasía, es el fluir relacional reflexivo.  Esto es, cuerpo, tiempo y alma son en la reflexión, existen en el  preguntarse, en el dar vueltas, en proponer una mirada alternativa, en conectar, en preguntarse de nuevo, en volver a proponer una nueva mirada, en volverse a conectar, etc., de modo que hay un conjunto de procesos que  toma muchos minutos y que  no se puede saltar. Pero hay que aprender a hacer la reflexión con otro porque ocurre en la relación.  La reflexión no es meramente una destreza, es un convivir.

 

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