Ocho historias conforman este recorrido sonoro por diversas comunidades, ríos, áreas urbanas y territorios de los pueblos indígenas Yanomami, Huottöja/Uwottüja (Piaroa), Jivi (Amorúa), Yeral y Baré. En los relatos es común escuchar a mujeres, abuelos, niños y lideresas hablar del conuco como el espacio de siembra y cosecha en medio de la selva o del bosque, lugar sagrado que garantiza no solo su supervivencia física sino también la de sus tradiciones. La existencia de estos sitios, de donde emergen los alimentos y las plantas medicinales que sostienen la vida y la sabiduría de sus gentes, es uno de los varios saberes que hoy se encuentran amenazados en los 21 pueblos indígenas que habitan en el Amazonas venezolano.
Como una apuesta por mantener vivas las tradiciones y continuar la siembra, nace la serie documental “Conuco de historias indígenas en resistencia. Un viaje sonoro por la Amazonía venezolana”. Trabajo colectivo cocreado durante seis meses por 20 periodistas, editoras, productores sonoros y narradores gráficos con la guía editorial de Agenda Propia en alianza con medios radiales e independientes de Puerto Ayacucho (Venezuela) y Puerto Carreño (Colombia).
La ruta de escucha
El pueblo indígena Yanomami, desde su hábitat natural y en sus shabonos –vivienda tradicional– en el extremo sur del Amazonas venezolano y en la frontera con Brasil, se enfrenta a dos retos: al aumento de las enfermedades y la carencia de atención médica por su complicada ubicación geográfica, y a la invasión de sus territorios por garimpeiros o mineros brasileños. En ese contexto, se aferran a su medicina ancestral y rezos chamánicos mientras luchan por preservar su identidad cultural.
Desde la comunidad Pendare, situada a orillas del río Sipapo en el municipio Autana, el pueblo Uwottüja se levanta tras el dolor por el asesinato de dos de sus líderes: Freddy Menare y Virgilio Trujillo. En colectivo, resisten con los guardianes territoriales para defender sus tierras de los grupos armados irregulares (guerrilla colombiana del ELN, disidentes de las FARC y garimpeiros o mineros brasileños) que han llegado a Venezuela con fines extractivistas y de narcotráfico. La presencia de estas agrupaciones y las amenazas que representan para estas poblaciones y sus territorios han sido ampliamente documentadas por organizaciones defensoras de derechos humanos y medios de comunicación.
Ante la amenaza de la minería, practicada tanto por personas externas como por miembros del mismo pueblo Huottöja (también conocidos como Piaroa), esta comunidad y expertos ambientales hacen un llamado a cuidar y proteger el nacimiento del río Cataniapo y a compartir la responsabilidad de su cuidado entre indígenas y no indígenas. El Pörinäri Aje o Ajemä, que traduce “río verde” en lengua propia huottöja, no sólo es el único afluente de agua dulce que abastece a Puerto Ayacucho, capital del estado Amazonas, sino también el responsable del mantenimiento de la cultura y la mitología de este pueblo.
Un indígena Jivi, en zona selvática del municipio Atures, teme que la explotación de coltán que se realiza cerca de su territorio y la presencia de la guerrilla colombiana del ELN obliguen a su comunidad a desplazarse. Hacerlo, dice, cambiaría las dinámicas de su pueblo, tradicionalmente dedicado a la pesca, la cacería y la artesanía, como ya les ha pasado a otros pueblos Jivi (también conocidos como Amorúa) que han tenido que migrar. En el año 2022, más de 200 personas Jivi atravesaron la frontera hacia Colombia buscando protección, según documentó la Fundación para la Defensa de los Derechos Humanos entre 2018 y 2023. La misma organización informó que esa cifra se suma al desplazamiento de seis mil indígenas de las comunidades Jivi, Huottöja, Yekuana, Sanemá, Yeral y Yanomami.
En Puerto Carreño, en la frontera colombo-venezolana, un grupo de madres indígenas Amorúa (como se conoce en Colombia al pueblo Jivi) lucha por llevar alimento a sus hijas e hijos. En esa ciudad de la Orinoquía colombiana, las mujeres viven con sus familias en un asentamiento hecho de cambuches plásticos que construyeron en forma de casas, en medio de pobreza y de mendicidad. Ellas, junto a 18 familias, habitan un asentamiento improvisado, que se ha ido formando conforme llegan personas desplazadas forzosamente desde Venezuela debido a la crisis política y humanitaria que enfrenta el país, y la presión de grupos armados irregulares que explotan minas de oro y otros minerales en sus territorios.
Los pueblos originarios de la Amazonía venezolana también se enfrentan a la pérdida de bosque tropical por la deforestación. La organización no gubernamental SOS Orinoco reveló que en los últimos 20 años han desaparecido 790.500 hectáreas en los estados de Bolívar y Amazonas. Ante esta situación, Kenia Martínez, lideresa Baré, creó un proyecto en el que junto a hombres y mujeres Huottöja y Jivi están plantando, en las zonas aledañas a Puerto Ayacucho, un bosque con árboles de guamas, caucho, cacao y copoazú. La idea es que con esta producción puedan garantizar la seguridad alimentaria de sus familias y mantener viva la selva a través de sus productos de nombre Idúwali, que en lengua baré significa “muy bueno” o “gracias”.
Otra lucha incansable de los pueblos indígenas es por el cuidado y recuperación de la lengua. A sus 78 años, Pompilio Yacame, hombre del pueblo Baré, cuenta su historia como uno de los dos hablantes fluidos de baré vivos en la Amazonía venezolana y precursor de la enseñanza de la lengua en el territorio. A su voz se suman las de Nieves, Menca, Dixon, Miguel y Eliany, quienes integran los cuatro nichos lingüísticos que existen hoy en Puerto Ayacucho. El baré hace parte de los 34 idiomas de pueblos indígenas venezolanos a punto de desaparecer, según la Unesco.
Como consecuencia de la crisis que vive Venezuela, cada atardecer, mientras el sol se oculta en el río Padre, que es como se le conoce al Orinoco, en Puerto Ayacucho las familias están reviviendo la pesca artesanal, saber tradicional del pueblo Baré. En una coral de voces, el abuelo Mariano Yarumare y la familia conformada por Miguel Sandalio, Diraima Álvarez y su hijo Josué comparten sus conocimientos mientras reconocen que sin la pesca, gran parte de los habitantes de la región no tendrían cómo alimentarse. Como ellos mismos dicen, esta tradición puede peligrar por los cambios en el clima y el extractivismo, pero no porque se deje de practicar. La historia es acompañada por el cuento “Pescadores de estrellas”, creado en el nicho lingüístico baré Nupjani Wáyeni (Mi casa alegre) para la enseñanza de esta práctica y dramatizado sonoramente para este especial periodístico.
Nota. La serie documental “Conuco de historias indígenas en resistencia. Un viaje sonoro por la Amazonía venezolana” nació de un proceso de cocreación de periodistas y comunicadores indígenas y no indígenas de Venezuela y Colombia, parte de la Red Tejiendo Historias. La coordinación editorial estuvo a cargo del medio independiente Agenda Propia.
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