Durí, de acuerdo a su toponimia, es un comarca integrada por páramo, quebrada, mesa, vega y parcialidad que perteneció a la tribu Jajon. Además fue un grupo indígena, siendo Don Jacinto, máximo representante para el año de 1687, establecido en el caserío de Jajó. Emigdio Cañizales dice: que en esta cordillera trujillana, nacen y se desarrollan numerosas nacientes de agua, es una riqueza natural que llama: la “Madre de las Aguas”.
En ese lugar del sur de Trujillo existe una advocación a la Virgen María del Rosario de Durí. Su gran orgullo, es que una aparición de la Madre del Hijo de Dios, que por cierto en el mes de octubre se conmemora su día, es una tradición católica que data desde hace mucho tiempo.
Que se ha quedado ahí, en ese lugar, pareciera que el tiempo se haya detenido, es de gran arraigo. Es una manifestación de intracultura, es decir, más que todo es una identidad de conciencia pueblerina. Su propio accionar hace que sus habitantes sean prisioneros de su cultura.
Cañizales Guédez, cuenta en su libro el origen de esta advocación de la siguiente forma: dice la tradición, que cuando Juan de Maldonado extendió sus linderos hasta tierra de los Cuicas, hoy Trujillo, por el año 1559 aproximadamente. Una vez mediado el conflicto y solucionado se retiraron estos conquistadores. Encontrándose con el aborigen Tindisai, éste le obsequió a Maldonado totumas y el conquistador, una cruz.
Tindisai al llegar al valle de Durí hizo una réplica clavándola en la loma, que por mucho tiempo se llamó la Loma de la Cruz. Al tiempo retomó el nombre de la Loma de Durí. Se prevé este lugar sea uno de los primeros oratorios de Trujillo.
Con el tiempo se construyó una capilla de bahareque y en parte el techo de paja. El celador, no dejó entrar a la capilla a unos indígenas por andar descalzos. Estos se conformaron con rendirle tributo a la Virgen, se arrodillaron desde afuera. Cuando en una pared se fue formando una silueta de la Virgen que con el tiempo se fue aclarando. Bastante tiempo transcurrió cuando el Obispo de Venezuela, Mariano Martí, en el año de 1777 visitó Trujillo y llegó hasta Durí, por la vía de Jajó y corroboró este hecho.
Dejó escrito en sus crónicas que de acuerdo a unos habitantes, por medio del método oral, que la aparición, para esa época, ya tenía unos cien años. A ciencia cierta no sabe cuántos, es la edad de esta advocación en una aldea, que apenas contaba con pocas viviendas y que desde ese entonces, es un lugar de peregrinación.
Es una acción cultural, religiosa, católica y mariana de mucho valor y arraigo de identidad de comarca, ha persistido y vivido en silencio como lo hizo María en respuesta a la anunciación. Como afirma el autor en estos montes trujillanos, la Virgen está abrigada en la devoción por los siglos de los siglos.
Bibliografía. CAÑIZALES G. Emigdio. Contribución a la Historia y a la de su Virgen del Rosario. Caracas. 2006.