Conticinio, un siglo de vida. Cómo se nos pasó el tiempo Don Laudelino / Por: Pedro Frailán

Sentido de Historia

 

 

Laudelino Mejías, es considerado hoy como el máximo valor trujillano en el campo de la música. En sus obras existen canciones, marchas fúnebres, militares, pasodobles, sinfonías, música académica y valses entre ellos se recuerdan: Mi Primer Vals, Gilberto, Alma Andina, Mirando al Lago, Despertando, Silencio Corazón, Imposible, Por qué Lloras, Agonía de un Beso, Agonía de una Flor, Celo Andino.

Laudelino se forma como músico en la Escuela Filarmónica de Trujillo, en la Escuela Esteban Rasquin de la cual fue su alumno, contemporáneo con Oscar Martínez, Luciano Maccaferri, amigo de José Antonio Carreño. Compuso tres grandes poemas sinfónicos como: Mirabel, Canto a la Montaña y Trujillo, que son muy superiores musicalmente a «Conticinio», según los estudiosos de este arte; también produjo música popular como clásica.

Alí Medida Machado, que es uno de sus biógrafos afirma lo siguiente: “Fue tributado como Maestro Honoris Causa del Conservatorio de Roma, Italia. Esto para que veamos la capacidad compositora que llegó a alcanzar. Pero, indudablemente fue la música popular la que lo colocó para siempre en el cenáculo de la cultura trujillana y venezolana. Músico formal, serio y entregado a este arte desde la más temprana edad. Trujillo lo tiene como uno de sus hijos más preclaros”. (2022:4).

Celebración del centenario del vals «Conticinio». Uno de los valores permanentes: Laudelino Mejías

«Conticinio», vals reconocido nacional e internacionalmente, su inmortal obra, en la que, en una tarde valerana por allá en el año 1922, se le viniera a la mente a Don Laudelino, cuando dirigía la Banda Municipal “Lamas”, lo que con el tiempo se convertiría en patrimonio musical de la rapsodia venezolana.

Joaquín Delgado dijo: “Toda esta noche, hasta la hora, en que no se oye ni el canto del gallo, ni el musitar de la cigarra, estaba hilvanando su gran vals”.

El primer título de esta obra fue “La Hora más Silenciosa de la Noche”, que más adelante por recomendación del Dr. Rutilio Martínez, quien lo acompañara a dar una serenata, le sugiriera el nombre de «Conticinio», cuya etimología de la palabra proviene del latín “Conticinium”, que es la hora de la noche en que todo está en silencio. Este nombre fue el que en definitiva conquistó al pueblo y al mismo tiempo atrapara al corazón aristócrata de Trujillo y Venezuela.

Tiempo después se presentaría por la Banda Marcial de Caracas, y con este canto, Trujillo quedó identificado, dándole a su destino la alegría y la identidad de un pueblo. «Conticinio» representa para los trujillanos, lo que es «Alma Llanera» para los venezolanos; comprendemos que la música es la imaginación más razonable de los hombres.

Las canciones de Don Laudelino fueron motivaciones de su alma sublime, cordial, hospitalaria y espiritual. Al igual, como los habitantes de la tierra de María Santísima. Nació este gran músico en la Calle Arriba del Valle de los Mucas, hoy Nuestra Señora de la Paz de Trujillo.

«Conticinio» es un homenaje a la noche, es una serenata para las estrellas y la luna, haciéndolas sonreír y a su vez le reconoce su armonía y su luz, que se encarga de darle vida a la oscuridad. Este es un vals de sentimiento trujillano para Venezuela.

Dice el historiador del vals venezolano Hugo Álvarez Pifano “Conticinio, tal vez el más renombrado de todos los valses venezolanos (…) se dice que es la hora más silenciosa de la noche, de mayor silencio, en que los sonidos se detienen. Por supuesto que en ese momento sobran las palabras (…)Conticinio se caracteriza por ser patrimonio de los trujillanos, su música ha pasado a formar parte de la comunidad y el pueblo lo ha hecho suyo…” (2007:245).

La letra es de Egisto o Eyisto Delgado, oriundo de Calderas, estado Barinas, quien al comienzo del siglo XX vino a estudiar a Trujillo en el Colegio Regina Angelórum. Además fue alumno en música del maestro Laudelino. Sobre este personaje ha escrito Rigoberto Márquez Dávila, cronista barinés. Dice la crónica que caminando Egisto a media noche, a la luz de luna, se recordó de Conticinio. Se le vino la idea y comenzó a escribir este poema musical. Esta letra se seleccionó por concurso. No sé cuánto tiempo Conticinio se quedó sin letra.

 

“No existe un rumor/ Es grato soñar/ Teniendo un amor/ Sabiéndolo amar/ La dulce ilusión/ Que diste a mi ser /Trocó mi dolor/ En arrullos del querer/ A este canto nacido mi bien /Al calor de tu amor /Es mi dicha, mi gloria, mi edén/ Que disipa de mi alma este acerbo dolor.
La ilusión que tú diste a mi vida. Va decirte mi amante canción. A ti prenda querida congojas de pasión. Mi alma ardiente y doliente suspira. Embriagada de inmensa emoción. A ti niña querida yo te ofrezco mi canción.
Llegó el conticinio. Todo es silencio, todo es amor. Acércate y no temas mi cariño. Que es todo tuyo mi corazón.
Sublime Conticinio. Todo está en calma, no hay un rumor. Acércate a la reja bien de mi vida. Para cantarte esta canción.
No existe un rumor. Es grato soñar. Teniendo un amor. Sabiéndolo amar. La dulce ilusión. Que diste a mi ser. Trocó mi dolor. En arrullos del querer.

 

Este es un poema de un hombre enamorado que busca el amor a partir de medianoche en el silencio absoluto de ella, muy al estilo Salomoniano en el Cantar de los Cantares.

Vuelvo a Alí Medina Machado, quien tiene varios textos sobre Don Laudelino en la segunda edición (2010) del libro “Glosario a Laudelino”, tuve el grato honor de ser su prologuista. En esta oportunidad escribió así:
“La música es la voluptuosidad de la imaginación” Eugéne Delacroíx. “La música excava el cielo” Charles Baudelaire.

Desde dos perspectivas del arte, el primero, creador del famoso cuadro de la “Libertad” y el otro el autor de “Las flores del mal”, miraron para el arte de la armonía e hicieron estas afirmaciones. La rapsodia cantado en los poemas de Homero. “Glosario a Laudelino”, es el título del libro del profesor Alí Medina Machado. A Laudelino el que encontró una noche, a la noche, con los sonidos detenidos y compuso Conticinio.
Viene la ciudad cultural, musical y cultural de Austria en la segunda parte del siglo XIX, un vals y un compositor refrescaron su historia.

“La estrella es un hijo de esa ciudad, de espíritu risueño y alegre hasta más no poder: Johann Strauss II”. Con el “Danubio Azul” produjo música que se quedó en lo clásico, pero trascendiendo a lo popular por primera vez. En el repertorio de Don Laudelino llegó una canción para quedarse e integrar en el arte musical venezolano clásico y popular.

«Conticinio» ha sido canción muy versionada, casos como el de Juan Vicente Torrealba y su arpa. En guitarra clásica su alumno Alirio Díaz. En cuatro el maestro Hernán y Gamboa Lameda. Don Pío Alvarado. Serenata Guayanesa. En piano, Laura Silva y Gabriela Núñez en una producción cuatro manos al compás venezolano. Aldemaro Romero. Toño Fuente con guitarra hawaiana. Tony Ruda. Bob Fleming. La Versión con la Orquesta Filarmónica de Londres, Orquesta Sinfónica de Venezuela. Interpretada por Eleazar Agudo, Mayra Martí, Ilan Chester y otros.

En su primer siglo, «Conticinio» es un retazo de Trujillo, vagando a rienda suelta por el mundo.

Salir de la versión móvil