“Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios.
Romanos 11:29”
Este es uno de los versículos favoritos de mi expectar de Dios. Es simple y franco y completamente tranquilizante. ¿Cómo es esto? Porque Dios no cambió de idea sobre Israel a pesar de sus defectos, por lo tanto Él no cambiará de idea sobre mí. Incluso si somos desleales, Él permanece fiel, porque Él no puede negar su naturaleza. 2 Timoteo 2:19: dice «Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: «Conoce el Señor a los que son suyos» y «Apártese de maldad todo aquel que invoca el nombre de Cristo»».
En nuestro pasaje de hoy, Pablo nos dice «irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios» Esto significa, no importa cuán mal estropeemos las cosas, Dios seguirá allí con nosotros. A veces podríamos sentir como si nuestra pecaminosidad fuera demasiado grande, o quizás hemos estado probando la piedad y la paciencia de Dios en la rebelión. Podríamos saber hasta que si seguimos estos caminos sentiremos finalmente las repercusiones de nuestras acciones. Sin embargo, aunque podamos no merecer esto -Dios no terminó con nosotros- porque los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables. Él nos toma de nuevo, no importa cuán desviados del camino estemos.
Tomemos un tiempo y miremos a Pedro. Pedro juró que él no conocía a Jesús. ¿Por qué? Porque una criada dijo, «También este estaba con Jesús, el nazareno». (Mateo 26:71) A pesar de conocer que Jesús está vivo, Pedro estaba tan indignado y profundamente decepcionado con él mismo que volvió a la pesca. Lo mismo sucede con nosotros cuando arruinamos cosas en nuestras propias vidas: volvemos a los mismos viejos sitios, hábitos, y antiguos amigos. Y también subimos con las manos vacías. Juan 21:3: «Salieron, pues, y entraron en una barca; pero aquella noche no pescaron nada».
Pero entonces una voz llama, «echad la red a la derecha de la barca y hallaréis». Juan 21:6b: «Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces». y ¿qué encontraron ellos cuándo regresaron a la orilla? Correcto, pescado asándose en brasas. La misma cosa que ellos habían ido a buscar estaba ahí mismo en la mano de Jesús. Juan 21:12-13: «Les dijo Jesús: Venid, comed. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Tú, quién eres?», sabiendo que era el Señor. Vino, pues, Jesús, y tomó el pan y les dio, y asimismo del pescado». ¿Jesús entonces preguntó a Pedro, «¿me amas?» Él no dijo, «Pedro, tú realmente ha estropeado las cosas, entonces voy a ponerte a prueba durante un año». Al contrario, Él dijo, «…Apacienta mis corderos…. Pastorea mis ovejas… Apacienta mis ovejas… Sígueme» (Juan 21:15-19) el Señor nos dice lo mismo cuando hemos dejado de cumplir con nuestras responsabilidades: «Vaya otra vez. Recójase. Haga lo que usted hacía antes de que se desviara en el pecado». Sólo el Señor muestra esa clase de gracia. No la gente, escuelas, gobiernos, iglesias. Pero Jesús sí. Él dice, «Sígueme, porque mis dones y mi llamado son irrevocables”.