Jose Rojas / Joserojastrejo68@gmail.com
“Aconteció al día siguiente, que se reunieron en Jerusalén los gobernantes, los ancianos y los escribas, y el Sumo sacerdote Anás, y Caifás, Juan, Alejandro y todos los que eran de la familia de los Sumos sacerdotes; y poniéndolos en medio, les preguntaron: –¿Con qué potestad o en qué nombre habéis hecho vosotros esto? Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: –Gobernantes del pueblo y ancianos de Israel: Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, de qué manera este ha sido sanado, sea notorio a todos vosotros y a todo el pueblo de Israel que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano.” (Hechos 4:5-10)
La primera pregunta hecha por Pedro y Juan estaba bien cargada. Había sido cuidadosamente elaborada para terminar con la confusión creada por estos dos hombres. La pregunta, “¿Con cuál poder o en nombre de quién hiciste esto?”, estaba fundada en la escritura del Viejo Testamento, Deuteronomio 13, que dice que la muerte por lapidación es el castigo por cualquier milagro hecho en cualquier nombre que no sea el de Jehová (Dios). Pedro estaba totalmente en conocimiento de estas consecuencias y sin embargo continuó hacia adelante.
Este episodio me maravilla, pues este es el mismo Pedro que hace pocas semanas atrás, había negado ante una joven el haber conocido a Jesús, sin embargo ahora hablaba con atrevimiento a los líderes de la comunidad Judía – los mismos líderes que habían crucificado a Jesús. La diferencia consistía en: bajo cual control estaba actuando – ¿quién le otorgaba poder? Frente a la joven, él actuaba bajo su propio poder, (lleno de miedo y duda), frente a los líderes Judíos él actuaba bajo el poder del Espíritu Santo (lleno de conocimiento y valentía.)
La próxima vez que te sientas inmerecido, piensa en Pedro – un hombre ordinario sin educación, un pescador. La próxima vez que sientas que has errado tan gravemente que Dios no te utilizará nuevamente — piensa en Pedro quien negó a Jesús, no una vez sino tres veces. Aún así, Dios ve a través de nuestras imperfecciones y encuentra una forma de utilizarnos a pesar de ellas – solo tenemos que permanecer dispuestos.
¿Estás dispuesto o ya te has rendido? ¿Te has excluido a ti mismo de cualquier propósito útil dentro del reino? Solo hay dos cosas que necesitas hacer para que obtengas la gracia nuevamente – confiesa tu pecado y pídele a Dios que te llene del Espíritu Santo. Entonces tendrás todo el poder, el conocimiento, la valentía que necesitas para lograr cualquier empresa.
Fuente: Liga del Testamento