Uno de los efectos desventurados de vivir en un mundo pecador, es que toda persona, sea o no cristiana, experimenta dolor, sufrimiento y decepción en esta vida. Desde relaciones fallidas hasta sueños frustrados, la vida puede estar llena de dolor y decepción. De hecho, Jesús nos lo aseguró: «En este mundo tendréis aflicciones» (Juan 16:33). Nadie es inmune.
Aunque no podemos eliminar el sufrimiento o la decepción, puede llegar a ser menos temible cuando se mira desde un punto de vista diferente. Cuando logramos entender que ningún sufrimiento o decepción que experimentemos en esta vida puede deshacer lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo.
Como el Hijo de Dios, Jesucristo conocía el dolor y la decepción que los seres humanos enfrentan a lo largo de sus vidas. Durante su ministerio terrenal, Él mismo experimentó la decepción de ser rechazado por aquellos a quienes había venido a salvar.»Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron» (Juan 1:11).
A pesar de sus enseñanzas llenas de sabiduría y amor, Jesús fue traicionado por uno de sus propios discípulos, Judas Iscariote (Mateo 26:14-16). Fue acusado falsamente, juzgado injustamente y condenado a muerte en la cruz (Marcos 14:55-64). Sin embargo, en medio de esta gran decepción, Jesús mantuvo una actitud de perdón y compasión. «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lucas 23:34).
Jesús sabía que la decepción y el sufrimiento son parte de la experiencia humana, pero que a través de ellos podemos crecer y encontrar fortaleza en Dios. «En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo» (Juan 16:33).
Su ejemplo nos enseña a enfrentar la decepción con paciencia, humildad y un espíritu perdonador. Incluso cuando las circunstancias parecen abrumadoras, Jesús nos invita a confiar en el plan perfecto de Dios y a buscar su consuelo y su gracia. «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar» (Mateo 11:28).
Mis Oraciones son que al reflexionar sobre la perspectiva de Jesús, podamos encontrar la fuerza y la esperanza para superar nuestras propias decepciones y convertirnos en testigos de su amor y su misericordia. La verdad es que nuestras pruebas y decepciones, aunque no nos gusten, sirven para algo. Es a través de las pruebas que aprendemos la paciencia y la humildad, la resistencia y la confianza, virtudes que nos fortalecen y desarrollan nuestro carácter piadoso.
Fuente: Reflexiones Bíblicas