José Rojas
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“Porque no osaría hablar sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí, para conducir a los gentiles a la obediencia”. (Romanos 15:18)
Radicalmente Pablo dice, «no tomaré el crédito del trabajo hecho por otros entre los Gentiles. Ciertamente no puedo tomar el crédito por el Día del Pentecostés (era el principio del ministerio que resultó en el Evangelio llevado a los Gentiles). No puedo ni aún reclamar por el primer Gentil convertido (fue Pedro quien primero llevó el Evangelio a la casa del Centurión Cornelius).» En cambio Pablo dice, «sólo hablaré de lo que Cristo ha hecho por medio de mí.» En otras palabras, sus experiencias de primera mano, cercanas, personales de lo que el Señor ha hecho a través de él por gracia.
Podemos aprender mucho del ejemplo de Pablo. Su punto en nuestro pasaje hoy es el poder de nuestro propio testimonio personal. (El Señor que habla a Pablo en Hechos 22:15: «porque serás testigo suyo ante todos los hombres, de lo que has visto y oído.») He notado que los incrédulos están más interesados en la diferencia tangible que Cristo ha hecho en nuestras vidas más que en nuestras palabras. Justo como Pablo, el modo en que la Palabra de Dios nos ha cambiado personalmente es la verdadera evidencia de Su verdad. Pienso que también es causa de por qué tantas personas tienen la dificultad en compartir su fe. Hay una carencia de cambio de su comportamiento interno o externo comparado con el mundo. ¿Por qué debería alguien creer en Cristo si no hay ninguna prueba del amor de Dios en la vida de Sus seguidores? ¿Cuál es la ventaja?
¿Qué ha llevado a cabo Dios a través de usted? ¿Y en usted? ¿Cómo Cristo cambió a la persona que usted solía ser? ¿Hay una diferencia tangible? Si no, entonces sería sabio dejar al Espíritu Santo hablarle sobre cómo Él le conformaría a la imagen de Cristo. 2 Corintios 4:4: «esto es, entre los incrédulos, a quienes el dios de este mundo les cegó el entendimiento, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.» ¿Es la luz del Evangelio lo que brilla en su vida? No es demasiado tarde. Nuestra vida es nuestro testigo.
Fuente: Liga del testamento