…Por tanto, también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. (Romanos 8:21)
Cierto día mientras caminaba, me pare durante un momento solo para contemplar la tranquila naturaleza y su belleza dibujada a mi alrededor, al día siguiente intente hacerlo nuevamente, pero su belleza había cambiado por un viento y lluvia fuerte, día fatal. Tal es el caso con la naturaleza – tranquilidad pacífica un día y devastación al siguiente. Las avalanchas, los deslizamientos, las inundaciones, los terremotos, los huracanes, son simplemente tan parte de la naturaleza como los pétalos delicados de una flor.
Salga Usted, haga la prueba y no sólo será cautivado por la perfección de una corriente montañosa, sino igualmente repugnado por el hedor del cadáver putrefacto de un animal. Esto es lo que vemos en la naturaleza – toda la creación en la esclavitud de corrupción. Sin embargo, Pablo nos dice en nuestro pasaje de hoy: «la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción…» 2 Pedro 3:12-13: “…esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán. Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.» Por lo tanto, hasta la naturaleza será libertada de su esclavitud de corrupción.
Lo que la mayor parte de las personas no comprende es que cuando el hombre pecó en el Jardín del Edén, la naturaleza fue maldita también. Como consiguiente, junto con la belleza de la naturaleza viene su crueldad, todo debido al pecado. Usted ve que la naturaleza misma declara en cuanto a lo que se espera para el hombre no salvo – muerte y corrupción- nuestra carne corruptible. El mundo está quedándose sin cuerda como un reloj gigantesco. Lo vemos en nuestros cuerpos así como en la naturaleza. «El día de Dios» se acerca, ¿está usted preparado para lo que se espera? ¿Conoce usted a Jesucristo como Señor y Salvador?
Fuente La Liga del Testamento
José Rojas