“Así que no depende del que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia”. (Romanos 9:16)
Una de las lecciones más difíciles que he tenido que aprender de adulto es confiar en la misericordia de Dios y no en mi propio impulso, deseo, o esfuerzo. Yo preguntaba: » ¿Cómo puede ser que con Dios menos de mí significa más de Él?» Pienso que esta pregunta está bien contestada por las palabras de San Agustín: «Debemos vaciarnos de lo que estamos llenos, de modo que podamos llenarnos de lo que estamos vacíos.»
A menudo la humanidad considera la misericordia de Dios como un reconocimiento o recompensa por el trabajo que hemos hecho. Pensamos que nuestros esfuerzos hacen que Dios nos mire con más favor. Sin embargo, si Dios recompensara nuestro deseo o esfuerzo con su misericordia, estaríamos llenos del orgullo por lo que hemos logrado. La elección de Dios no es algo que podemos alcanzar, lograr o ganar. No depende de nada que hagamos.
Sabe usted por qué Dios me salvó? Con seguridad no fue por nada que yo haya hecho. Dios me salvó porque Él es Dios y Él tuvo misericordia de mí.
¿De qué está lleno usted? ¿Del orgullo por lo que ha logrado, o de gratitud por la misericordia de Dios? Debemos menguar para que Él pueda crecer. ¿Cuál es su perspectiva? ¿Cuáles de sus actitudes necesitan ajuste?
Fuente Liga del Testamento
José rojas
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