María guardaba todas estas cosas en el corazón y pensaba en ellas con frecuencia. Lucas 2:19
En muchas imágenes del nacimiento de Jesús, la figura de la Virgen María domina la escena. Ella no parece haber tenido que esforzarse mucho en el parto y en cambio se le muestra con una actitud de santa serenidad, tal vez con un brillo o una aureola en la cabeza, mientras cuida a su hijo recién nacido y recibe la atención de los sabios.
¿Es bíblico este énfasis? ¿Tenemos una visión adecuada de Jesús y María? ¿Qué nos dice la historia de ella?
María fue excepcionalmente bendecida y altamente favorecida. Cuando la gente dice: «Ave María, llena eres de gracia», ¿qué están citando realmente? Es el saludo del ángel Gabriel, que podría simplemente traducirse a: “¡Saludos, mujer favorecida! ¡El Señor está contigo!” (Lucas 1:28) Gabriel explica: “No tengas miedo, María —le dijo el ángel—, ¡porque has hallado el favor de Dios!” (Lucas 1:30) La gracia de María no era suya propia, sino, como la Escritura nos dice acerca de Noé, ella había encontrado “favor delante de Dios.” (Génesis 6:8)
María fue la “Madre de mi Señor».
Cuando María visitó a Elizabeth, la madre de Juan el Bautista, fue un acto de fe. Gabriel le había dicho que Elizabeth estaba en su sexto mes de embarazo, por lo que María fue a verla. Elizabeth llamó a María «bendecida» y exclamó alegremente: «¿Por qué tengo este honor, que la madre de mi Señor venga a visitarme?» (Lucas 1:43) Su visita demostró que María había creído que el Señor haría lo que le dijo. (Vea Lucas 1:45)
María se regocijó en “Dios su salvador”
Cuando Elizabeth afirmó que Dios había bendecido a María por su fe, María estalló de la alegría en una hermosa declaración de alabanza a Dios: «¡Cuánto mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador! Pues se fijó en su humilde sierva, y de ahora en adelante todas las generaciones me llamarán bendita. Pues el Poderoso es santo y ha hecho grandes cosas por mí.» (Lucas 1:46–49). Esta declaración se conoce como el «Magníficat».
De la misma manera que algunas tradiciones malinterpretan el saludo de Gabriel a María como una expresión de alabanza de un ángel hacia ella llamándola «bendita», también muchos cristianos consideran erróneamente, que esta es razón para rendirle honor a María. María no es adorada por los ángeles como lo es Jesús. (Vea Hebreos 1:6) Ella no es la «reina de los cielos». Debemos ver su alabanza como lo que es: el grito de alegría de la escogida para ser la madre humana del Señor, la «sierva del Señor», como ella se consideraba a sí misma (Lucas 1:38). Con esta acción, ella predice que todas las generaciones futuras reconocerían cuánto la había bendecido Dios al hacerla madre de Jesús.
Como todos los pecadores, ella necesitaba salvación. Dios la eligió a ella para traer al mundo a su salvador, y al nuestro. Al principio, ella no entendió cómo todo eso podría suceder, (Lucas 1:34), pero ella creyó y luego comprendió la importancia del resultado, para ella misma: «…todas las generaciones me llamarán bendita…» (Lucas 1:48) y para todas las naciones: “(Dios) Ayudó a su siervo Israel y no se olvidó de ser misericordioso. Pues lo prometió a nuestros antepasados, a Abraham y a sus descendientes para siempre.” (Lucas 1:54-55)
¿Qué significado tiene esta parte de la alabanza de María? Ella está citando Génesis 17:19: “Sara, tu esposa, te dará a luz un hijo. Le pondrás por nombre Isaac, y yo confirmaré mi pacto con él y con sus descendientes como pacto eterno.” El Nuevo Testamento nos lo explica: “las promesas se le hicieron a Abraham y a su descendencia. La Escritura no dice: «y a los descendientes», como refiriéndose a muchos, sino: «y a tu descendencia», dando a entender uno solo, que es Cristo.” (Gálatas 3:16b NVI)
La expresión de alabanza más famosa de María nos predica el evangelio y nos muestra que ella misma se salvó al confiar en la promesa de salvación de Dios a través de Jesucristo, tal y como nosotros también debemos hacerlo.
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