Jose Rojas
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Al ser puestos en libertad, vinieron a los suyos y contaron todo lo que los principales sacerdotes y los ancianos les habían dicho. Ellos, al oírlo, alzaron unánimes la voz a Dios y dijeron: “Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay; que por boca de David tu siervo dijiste: ¿Por qué se amotinan las gentes y los pueblos piensan cosas vanas? Se reunieron los reyes de la tierra y los príncipes se juntaron en uno contra el Señor y contra su Cristo». Y verdaderamente se unieron en esta ciudad Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera. Y ahora, Señor, mira sus amenazas y concede a tus siervos que con toda valentía hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades, señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús”. Cuando terminaron de orar, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban con valentía la palabra de Dios. (Hechos 4:23-31)
Pedro y Juan habían regresado de su confrontación con el Sanedrín. Estoy seguro de que ellos no dejaron de sentir miedo. Algunas veces cuando leemos la Biblia, nos olvidamos que ellos eran hombres reales con emociones humanas. Con frecuencia he pensado que si yo hubiese experimentado un milagro grande y dramático (como el que el Señor realizó al sanar al paralítico), yo ya no tendría miedo nunca más. Mi vida cambiaría y yo no percibiría las cosas de la misma manera.
Pedro y Juan habían experimentado muchos milagros en sus vidas (caminar sobre las aguas, alimentar a cinco mil, ciegos que vuelven a ver) – y eran hombres transformados por ello. Sin embargo ellos estaban todavía justificadamente preocupados acerca de las amenazas que les había proferido el jefe de los sacerdotes y de los ancianos. Yo también soy así. Yo veo a Dios hacer milagros en mi vida, y sin embargo todavía me preocupo por una que otra amenaza que haya percibido. Así pues, ¿Cómo manejaron Pedro y Juan esta amenaza “real” contra sus vidas? Veamos sus ejemplos prácticos:
- Tan pronto como fueron liberados por el jefe de los sacerdotes y de los ancianos, regresaron con su gente. No regresaron con no-creyentes o se aislaron. El lugar en donde debían estar era con su gente – otros creyentes.
- Ellos informaron sobre todo lo que habían experimentado. No se reservaron nada, no exageraron la amenaza ni la minimizaron – la compartieron.
- Sus preocupaciones compartidas los llevaron a “levantar sus voces juntos en oración.” Esto no sólo afectó a Pedro y a Juan, todos los creyentes estaban siendo amenazados.
- Se recordaron a sí mismos quien es Dios (lo cual coloca las cosas en la perspectiva correcta — Él está en control). Se dieron cuenta que Herodes y Pilatos “hicieron lo que tu poder y voluntad ya habían decidido de antemano que pasaría.”
- Pidieron que la amenaza no cayera sobre ellos: “Ahora, Señor, toma en cuenta su amenaza.” Habiendo recién conocido la naturaleza soberana de Dios, realmente están diciendo, “Tú eres el Señor grande y poderoso, y estos individuos nos persiguen – a nosotros tus seguidores — que sólo estamos tratando de hacer lo que Tú nos dijiste que hiciéramos. Por favor, considera esta situación.”
- Pidieron que les diera capacidad suficiente. Su foco de atención no está en lo que ellos quieren que Dios haga a los otros, pero en lo que ellos quieren que Dios haga a través de ellos (“di tú palabra con gran audacia”), y alrededor de ellos (“sana y ejecuta milagrosos signos y maravillas en el nombre de tu santo sirviente Jesús”).
¿Qué sucede entonces? Dios responde a sus oraciones de manera dramática: “después que oraron, el lugar donde estaban reunidos, tembló. Y todos se llenaron del Espíritu Santo y pronunciaron la palabra de Dios con audacia.” La secuencia es importante – después que oraron — entonces fueron llenos del Espíritu Santo y todos pronunciaron la palabra de Dios con audacia. Todos. No solamente Pedro y Juan, sino todos. El valor de seguir el ejemplo de Pedro y Juan se extiende también a todos nosotros. ¿Alguna vez te has sentido y amenazado con daño corporal en razón de tu fe o de ser testigo de Jesús? ¿Cuál sería tu primera reacción? ¿Seguirías el ejemplo de Pedro y Juan? ¿Por qué o por qué no?
Fuente: Liga del Testamento