“Ocupado en esto, iba yo a Damasco con poderes especiales y en comisión de los principales sacerdotes, cuando a mediodía, yendo por el camino, vi una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban conmigo. Y habiendo caído todos nosotros en tierra.”(Hechos 26:12-14)
Una de las preguntas que escuchamos con más frecuencia es, “¿Cómo se cuál es la voluntad de Dios para mi vida?” Yo pregunto “¿Cómo respondes tu a la gloria de un amanecer, la majestuosidad de un ocaso, el olor de la lluvia? ¿Lo hacen cayendo de rodillas y escuchando a Dios?” Date cuenta que Dios no es el amanecer, ocaso, lluvia — todas son evidencia de Su gloria, majestuosidad y autoridad — todas están hechas para recordarnos a Él. Para llamar nuestra atención.
Piensa en algunas cosas sorprendentes que el Señor hizo en la vida del profeta Elías (1 Reyes 17-19). El Señor lo alimento (Los cuervos le traían la comida, 1 Reyes 17:5-6); lo protegió (derrotando a los 450 profetas de Baal y los 400 profetas de Asera en una demostración bastante cambiante, 1 Reyes 18:18-39); y hasta le dio poder físico (supero a un carruaje, 1 Reyes 18:46). Pero luego lo encontramos acurrucado en una cueva, aterrado de la venganza de una mujer, Jezabel; esto a pesar de toda la evidencia del poder del Señor.
¿Entonces qué paso después? El Señor le dijo a Elías que se parara en la boca de la cueva porque la presencia del Señor pasaría antes que él. Primero vino una gran borrasca, luego un terremoto y luego un incendio — pero el Señor no estuvo en ninguno de estos. 1 Reyes 19:12-13, “Y tras el fuego se escuchó un silbo apacible y delicado.”
En nuestro pasaje de hoy, Pablo cuenta de nuevo su experiencia en el camino a Damasco y su respuesta: “Todos nos caímos al piso”. El Señor revela evidencia de sí mismo a todos nosotros — diariamente, todo el tiempo — si prestamos atención. Algunas son más impresionantes que otras. Pero el evento en si no es Dios. Es el “silbo apacible y delicado” seguido del evento al que debemos escuchar muy cuidadosamente. El Señor hablo con Elías y Pablo al igual que como nos habla a cada uno de nosotros — pero algunas cosas vas a notar — El hablo seguido un evento, El no grito y más nadie escuchó. Piensa en eso. ¿Has prestado atención al Señor? ¿Te has cegado de Su presencia en la vida diaria? El Señor no es el evento — es el silbo apacible y delicado seguido al evento. ¿Lo estás escuchando? ¿Qué te está diciendo el Señor en este momento?
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