Consultorio para el alma/ La pregunta correcta es quién, no por qué o cómo

 

¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Romanos 7:24
Hay momentos en la vida en queramos o no llegamos al extremo de dar uno de los gritos más angustiosos de desesperación, un grito con el que sin dudas me identifico. Sin embargo, este no es el grito de alguien que no sea salvo como algunos pensarían, sino de un creyente. El incrédulo todavía está perdido en su pecado, no entiende aún su necesidad de ser rescatado. Sólo el creyente comprende realmente la seriedad de su grave situación. Entonces también, como Pablo, lanzamos a Dios un grito en agonía, frustración, quizás hasta de desprecio hacia nosotros mismos y hacemos la gran pregunta: «¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?».
En los días de Pablo, una de las sentencias por matar accidentalmente a alguien (lo llamamos «homicidio no premeditado»), era atar el asesino al cadáver de la víctima. Entonces, dondequiera que iba el asesino el cuerpo era arrastrado con él. No tenía ninguna escapatoria de su delito. No podía fingir que nada había sucedido. Con el tiempo el hedor se volvía insoportable. Imagine un momento, si en nuestra sociedad un conductor borracho tuviera que arrastrar los cuerpos de sus víctimas dondequiera que fuese. La mayoría de nosotros sería mucho menos tolerante con los conductores borrachos.
Tenemos un cuadro de lo que Pablo quiso decir. Él se veía arrastrando su propio cadáver fétido, en descomposición dondequiera que iba. Quería ser liberado de su cuerpo de muerte, pero sabía que el pecado causaba (y sigue causando) la muerte. ¿Entonces qué debía él hacer?
Pablo ha estado preparándonos y ahora está listo (en sólo unos versos) para conducirnos a una verdad grande y liberadora. Ha estado buscando respuestas, haciendo preguntas: «¿Por qué yo soy así?». Y probablemente más importante aún: «¿Cómo consigo la victoria sobre mi naturaleza pecaminosa?». Muchos cristianos son igualmente consumidos por estas mismas preguntas, y esto ha dado lugar a muchos «esfuerzos» cristianos. Los cristianos se preguntan: «¿Por qué y cómo?». Miles de autores y oradores están más que dispuestos a darnos respuestas en forma de programas, procedimientos y proyectos, sin darse cuenta que esas cosas sólo producen una lucha perpetua.
En nuestro pasaje de hoy, Pablo finalmente hace la pregunta «correcta». Podemos preguntar por qué o cómo, pero la respuesta de la Biblia siempre es «Quién». Su nombre es Jesús. ¿Cuál es su respuesta a las preguntas de por qué y cómo? Todos luchamos con nuestros cuerpos de muerte, arrastrando por dondequiera que vayamos con el dolor que hemos experimentado, la devastación que hemos causado, y nuestra esclavitud al pecado. ¿Cómo podemos ser realmente liberados? Su nombre es Jesús. Él pagó el precio, de una vez para siempre. ¿Aceptará usted su perdón o insiste en dejarse encima su apestoso cadáver en descomposición para siempre?
Fuente Devocionario Semanal, Liga de Testamento

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