Consultorio para el alma / La Familia

“Dios siempre cumple sus promesas, y él es quien los llamó a vivir en unión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor”. (1 Corintios 1:9 .DHH)

La Biblia usa la relación familiar para ilustrar la relación entre Dios y los creyentes. En artículo anterior nos referimos a la relación que tenemos como hijos de Dios, de igual manera el nos trata como hermanos.

Los hermanos mayores, los de sangre, todos implican una relación caracterizada por la calidez y la similitud de carácter. En la Biblia, hermano puede referirse tanto a los hermanos naturales como a los «hermanos en Cristo», todos los hermanos en la fe, tanto hombres como mujeres. Jesucristo dijo que cualquiera que hace la voluntad de su Padre es su hermano (y hermana y madre) (Mateo 12:50). Aunque Jesús es nuestro Dios, cuando nos convertimos en hijos de Dios entramos en una relación fraternal y de co-herederos con Él (Romanos 8:17). Aunque eso no nos hace iguales a Él, Cristo no se avergüenza de llamarnos sus hermanos (Hebreos 2:11).

Disciplina

Los padres se dan cuenta cuando sus hijos van por el mal camino y es su responsabilidad guiarles en la dirección correcta. La Biblia enseña que los padres deben disciplinar a sus hijos para capacitarles correctamente. Esa capacitación debe tener en cuenta que el Señor creó ese niño y no debe amargarles o exasperarles (Proverbios 22:6; Efesios 6:4; Colosenses 3:21).

A nadie le gusta experimentar el dolor, las dificultades o la decepción que se producen como consecuencia de los errores. Pero la Biblia es muy clara en que, aunque la disciplina de Dios no es algo que deseemos, siempre proviene de su amor por nosotros. El propósito de la disciplina es la corrección (Proverbios 5:23).

Pero no todo es satisfactorio de nuestra parte ante los ojos de Dios. ¿Por qué Dios odia el divorcio? Por la misma razón que nosotros. El divorcio rompe un pacto hecho ante Dios (Malaquías 2:14). El divorcio significa que la ira, la traición, el vacío y la soledad han reemplazado a la confianza, el amor, la alegría y la paz. Cuando Dios instituyó el matrimonio, Él nunca tuvo la intención de unir a dos personas y luego verles romper su relación unos años (o décadas) más tarde (Mateo 19:4-6). Dios siente el dolor de Sus hijos; el pecado que lleva al divorcio le entristece.
Jesús explicó que la única razón por la que Dios permitió el divorcio en el Antiguo Testamento fue debido a la dureza del corazón de las personas, que no es precisamente una razón halagadora. Él continuó diciendo que cualquier persona que se divorcia de su cónyuge y se vuelve a casar comete adulterio, con la única excepción de la infidelidad conyugal. (Mateo 19:8-9). Así es cuán seriamente Dios se toma el hacer y el romper los votos matrimoniales (Malaquías 2:15-16).

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