José Rojas / joserojastrejo68@gmail.com
“Entonces el procónsul, viendo lo que había sucedido, creyó, admirado de la doctrina del Señor.”(Hechos 13:12)
Es interesante el uso de las palabras en este versículo: el procónsul no se asombró cuando Elimas quedó ciego, “él, creyó, admirado de la doctrina del Señor”. ¿Qué es lo que tiene la doctrina del Señor que te asombra más? ¿Será que Dios te ama incondicionalmente y desea tener una relación personal contigo? ¿Qué tal el hecho referente a que Dios se convirtió en hombre y murió en tu lugar? El procónsul debe haber estado escandalizado.
“¿Quieres decir que yo puedo ser perdonado, convertirme, y quedar redimido?” Para mí, los milagros están muy bien, pero me quedo con el más grande: Dios me quiso lo suficiente para enviar a Su Hijo a que muriera por mí para que yo pudiera vivir. Sin garantía y sin merecerlo, esta Gracia Increíble inspiró a Juan Newton a escribir estas palabras: “Gracia Increíble, qué dulce el sonido que salvó a un desventurado como yo; Una vez estuve perdido pero ahora me encontré, estuve ciego pero ahora veo!
Fue la gracia que enseño mi corazón a temer y la gracia que alivió mis miedos; Cómo atesoro que la gracia apareciera en el momento que comencé a creer.
El Señor me ha prometido cosas buenas, Su palabra asegura mi esperanza; Él será mi escudo y parte de mí, mientras viva.
A través de muchos peligros, esfuerzos y trampas, ya he pasado; Es la gracia que me ha traído a salvo hasta acá, y es la gracia la que me guiará a casa. Cuando hayamos estado allí diez mil años, brillando como el sol; No tendremos menos días para cantar las alabanzas de Dios, que cuando comenzamos.”
Para aquellos de Uds. que son seguidores de Jesucristo, oro para que nunca seamos insensibles o indiferentes a la maravilla del mensaje del evangelio. Para aquellos a quienes les gustaría pertenecer a la familia de Dios, es muy simple, oren con estas palabras: “Dios, yo sé que soy un pecador. Yo sé que merezco las consecuencias de mis pecados. Sin embargo, creo que Jesucristo es mi Salvador. Creo que Su muerte y resurrección procuraron mi perdón. Confío en Jesús y sólo Jesús es mi Señor y Salvador personal. ¡Gracias Señor, por salvarme y por perdonarme! Amen.”
Recuerda, no son las palabras que dices, sino la intención en tu corazón lo que importa a Dios.
Fuente: Liga del Testamento
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