Por: José Rojas
«No es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior» Romanos 2:28-29
Crecí con un hombre que quiso ser cazador. Él amaba todo lo que tuviera que ver con la caería de animales: la vida nocturna en las montañas cercana a la casa donde vivía, trampas para caza de lapas, y hasta llego a usar ungüentos para despistar el olor humano. Él hasta desarrolló un acento peculiar y comenzó a usar sonidos para llamar la atención, de los cernícalos. Sin embargo, ninguna de estas expresiones externas le hizo un cazador porque el vivía de manera distinta al mundo animal. Él era «un farsante».
Hace poco nos encontramos- ahora el es un autentico cazador, un honesto cazador de verdad. Él vive y trabaja en un rancho encrustado en la montaña, ahora el se viste como cazador y recordamos anécdotas- el me dijo que nació en el lugar equivocado y ha pasado su vida corrigiendo este desfase.
En nuestro pasaje de hoy, Pablo le habla «a los farsantes» – aquellos que sólo visten y miran la parte de la circuncisión, pero es solamente una apariencia externa. Pablo continúa explicando que lo que hace a un hombre un judío es lo que es por dentro: «… un hombre es un judío si lo es en su interior.» Usted probablemente pensará que mi amigo nunca ha sido un «farsante» – en su interior él siempre fue un cazador. ¿Y usted – qué es usted en su interior?
El diccionario define «la fachada» como: la manera en que algo o alguien aparenta en la superficie. Mi amigo pasó toda su vida conciliando su vida externa con su ser interior. Él nunca tuvo que hacer esto con su fe porque él siempre ha sido un cristiano fuerte – en toda manera observable. Demasiado a menudo nuestras vidas no reflejan lo que afirmamos creer. Échele una mirada larga y fuerte a su interior – ¿es una fachada? – ¿es usted un cristiano en «el atuendo» sólo? ¿Qué necesita cambiar?
Fuente Liga del Testamento
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