La promesa de que sería heredero del mundo, fue dada a Abraham o a su descendencia no por la Ley sino por la justicia de la fe, porque si los que son de la Ley son los herederos, vana resulta la fe y anulada la promesa… (Romanos 4:13-14)
Leí recientemente sobre un Profesor que planteó el problema siguiente en una de sus clases: «un hombre acaudalado muere y deja una herencia de diez millones de dólares. Una quinta parte corresponde a su hija, una quinta parte a su hijo, una sexta parte a su hermano, y el resto a su esposa. Ahora, ¿qué es lo asignado a cada uno? después de un silencio muy largo en el aula, un estudiante astuto levantó su mano y dijo, «¿Un abogado?»
Apartando la pulla, a veces pareciera como si lo que Dios quiere de nosotros es tan complicado que también necesitamos a un abogado para revisar todas las exigencias.
En este pasaje Pablo nos indica que es bastante simple: Si la vida según la Ley (reglas y regulaciones) nos salvara, entonces la fe no tendría ningún valor. Y si la fe no tiene ningún valor, entonces la promesa de Dios a Abraham no tiene valor y la fe no tendría ningún objetivo. Sin embargo sabemos que Abraham recibió la justicia porque le creyó a Dios (Génesis 15:6). La ley y la circuncisión no tuvieron nada que ver con ello. En realidad es muy sencillo: Dios quiere que le creamos.
Si pensamos que Dios ha establecido una lista complicada de reglas para que las sigamos a fin de ser salvos – entonces hemos perdido completamente el objetivo de la fe. ¿Siente usted que necesita a un abogado para ayudarle a calcular lo que Dios quiere de usted? ¿Ha complicado usted demasiado su fe?
Fuente: Liga del Testamento
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