“Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte” Romanos 7:10
Mi nieta Paola está en el tercer grado, y sabemos que este es un grado bastante imposrtante. En tercer grado, los niños aprenden las tablas de multiplicación, y si las matemáticas básicas no son bien aprendidas – digamos que eso constituiría un impedimento en el niño hasta la adultez.
Paola ha respondido bien a mi preocupación e interés por que aprenda sus tablas de multiplicación. Anoche me pronunció las del siete impecablemente y en tiempo récord. Ella y yo estábamos los dos tan orgullosos. Me dijo: «nada más me tengo que aprender ahora las del ocho » «¿y las del nueve, diez?» Pregunté. Paola contestó con confianza: «ya sé que las del nueve, y las del diezson fáciles. Ya casi sé todo lo que tengo que saber de matemáticas.» Yo no tuve el valor de decirle que sólo estaba dando los primeros pasos de la escalera de las matemáticas: la larga división, álgebra, geometría, etc. vendría después. Todavía ella le quedaba un largo camino a la cima – si es que existe una cima.
En nuestro pasaje de hoy, creo que Pablo habla sobre su vida como Fariseo, antes de que conociera a Jesucristo, y mientras todavía era conocido como Saulo. Durante aquel tiempo, él se dio cuenta que entre más estudiaba la Ley, más comprendía lo lejos que estaba de la Ley. A diferencia de mi Nieta, él claramente veía la meta final de la vida justa (que era revelada por la Ley), y comprendía que subir la escalera de la verdadera espiritualidad era una imposibilidad virtual para el hombre lleno del pecado. No me sorprende que esta revelación escolástica pronto se convirtiera en persecución agresiva a la nueva fe cristiana. Que tontería debe haber parecido a Saulo, después de todos sus esfuerzos en alcanzar la justicia, que Dios por gracia ofreciera Su justicia a todo el que pusiera su fe y confianza en Jesucristo. Debe haberle parecido demasiado fácil.
Justicia: ¿demasiado fácil o demasiado difícil? Creo que depende de su perspectiva. Seguramente es demasiado difícil si lo intentamos y tratamos de alcanzarla basados en nuestro propio esfuerzo. Pero la parte realmente difícil es rendir nuestra voluntad completamente y poner nuestra vida en las manos del Señor. Reconocer que no podemos «construir» nuestro camino al cielo siendo una buena persona, es una de las grandes claves para recibir el regalo de la vida eterna. Necesitamos un Salvador. ¿Ha conocido usted a Jesús? ¿Le conoce Él a usted?
Fuente Liga del Testamento
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