Jose Rojas
joserojastrejo68@gmail.com
“Pero ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes. Pero Dios ha cumplido así lo que antes había anunciado por boca de todos sus profetas: que su Cristo habría de padecer. Así que, arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de consuelo, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado”. (Hechos 3:17-20)
He aquí la secuencia que Pedro nos brinda: arrepentirse, volver el rostro hacia Dios, el pecado es perdonado y olvidado (eliminado) y así el momento de “renovación” ocurre. Este mismo patrón se repite cada cuarenta años aproximadamente a través de la historia de Israel. Por ejemplo, el pueblo se volteó alejándose de Dios (idolatría…); y fueron entonces oprimidos y sufrieron en las manos del enemigo; clamaron y regresaron a Dios alejándose del pecado; Dios los perdonó y creo a un líder; fueron así victoriosos frente a sus opresores; siguiendo a esta victoria vino la bendición (paz y prosperidad) o el “renovación”, el vivir dentro de la voluntad y planes de Dios para sus vidas. Desafortunadamente una generación después regresaron a sus caminos del mal.
¿En cuánto nos parecemos a este comportamiento? Somos bendecidos y sin embargo comenzamos a ignorar a Dios y nos dejamos atrapar en el mundo — las cosas comienzan realmente a ir mal, entonces clamamos a Dios — nos arrepentimos – y volvemos a Dios. Resulta necio, pero es la historia de mi vida también. Estoy tan agradecido de que tenemos al Dios de segundas oportunidades (tercera, cuarta, quinta, sexta etc. también), porque parece que necesito muchas de ellas.
La pregunta es: ¿Cómo nos mantenemos constantemente renovados? En Éxodo 16 los Israelitas murmuraban contra Dios porque no tenían pan o carne para comer, así que el Señor les trajo el maná y codornices para su nutrición. Nuevamente en Éxodo 17 se quejaron porque no tenían agua para beber — Dios hizo brotar el agua de una roca. Jesús, refiriéndose en este ejemplo a la total dependencia de los Israelitas de Dios por su supervivencia física, nos dice en Juan 6:35, “Yo soy el pan de vida. El que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí cree no tendrá sed jamás.”
Es Jesús mismo quien ahora nos provee con esta nutrición y renovación. Él no solamente es el “pan de vida”, a Él también se le refiere como “La Palabra”. Nos renovamos cuando pasamos tiempo con Jesús – en el estudio de la Biblia (La Palabra) y en oración. Cuando nos dejamos llevar fuera del camino y caemos con enfermedades, deprimidos o enfurecidos, es porque no estamos siendo alimentados por el alimento apropiado.
¿De dónde proviene tu alimento? ¿Viene de la televisión, revistas, amigos, noticias de los medios? ¿O viene de Jesús? ¿Con quién pasas tu tiempo? ¿Qué puedes hacer hoy para revertir esa tendencia?
Fuente Liga del Testamento