Por: Ysbel Trejo
El Salmo 19:1 dice: «Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos«. Esta es una de las declaraciones bíblicas más claras de que la naturaleza en sí misma está destinada a mostrar la grandeza de Dios. Estas palabras están en el tiempo presente. Es decir, los cielos «están contando», y el cielo está «anunciando» la obra creadora de Dios. Es una exhibición continua. Lo que vemos en la naturaleza está pensado para mostrarnos constantemente que Dios existe y nos dice lo sorprendente que el Creador en verdad es.
Uno de los argumentos más fuertes en favor de la existencia de Dios es el argumento teleológico, o el «argumento del diseño». Este enfoque sostiene que las observaciones en la naturaleza se explican mejor por medio de un deliberado e inteligente acto de creación, y no por el azar o la suerte. La transmisión de la información es un aspecto importante al respecto. La información siempre es considerada como el producto de la inteligencia. Algunos esquemas son complejos pero casuales. Otros pueden estar bien definidos, pero no llevan ninguna información. Pero cuando vemos un arreglo específico y determinado que muestra información, reconocemos que fue la obra de una mente y no una mera casualidad.
El Salmo 19:1 conecta esta idea con la escritura. Cuanto más aprendemos acerca del universo, más claramente podemos ver la obra de Dios. Un ejemplo perfecto de esto es la cosmología moderna del «Big Bang». Previo a esta teoría, los científicos y los ateos suponían que el universo era eterno. La combinación de las teorías de Einstein y los avances en la física, han dejado claro que, en realidad, el universo tuvo un «principio». Al comienzo, esta idea fue rechazada por los científicos que la consideraron teología y no ciencia. Sin embargo, con el paso del tiempo, resultaba imposible negarlo. El hecho de que el universo «comenzó», es algo que podemos ver simplemente observando el cielo y el firmamento, como dice el Salmo 19:1.
Romanos 1, también se relaciona con esta idea. Dios ha revelado lo suficiente de sí mismo en la naturaleza, que nadie tiene excusa para rechazarlo o para hacer lo que es incorrecto. «Porque las cosas invisibles de Él… se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas» (Romanos 1:20). Los cielos cuentan la gloria de Dios.
Ya que «los cielos cuentan la gloria de Dios», podemos tener la confianza de usar la ciencia para explorar. Cuanto más sepamos sobre el mundo que nos rodea, más gloria le daremos a Dios. Cuanto más descubrimos, más evidencias tenemos que Él es el único responsable de la naturaleza y sus leyes. Una persona necesita la Biblia y la fe personal en Cristo, a fin de tener una correcta relación con Dios. Sin embargo, una persona sólo necesita mirar honestamente el mundo alrededor de él, a fin de darse cuenta de que Dios existe.
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