Jose Rojas
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“Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira, su mujer, vendió una heredad, y sustrajo parte del precio, sabiéndolo también su mujer; luego llevó solo el resto y lo puso a los pies de los apóstoles. Pedro le dijo: –Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieras al Espíritu Santo y sustrajeras del producto de la venta de la heredad? Reteniéndola, ¿no te quedaba a ti?, y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios”. (Hechos 5:1-11)
Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y sobrevino un gran temor sobre todos los que lo oyeron. Entonces se levantaron los jóvenes, lo envolvieron, lo sacaron y lo sepultaron. Pasado un lapso como de tres horas, sucedió que entró su mujer, sin saber lo que había acontecido. Entonces Pedro le dijo: –Dime, ¿vendisteis en tanto la heredad? Y ella dijo: –Sí, en tanto. Pedro le dijo: –¿Por qué convinisteis en tentar al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán a ti. Al instante ella cayó a los pies de él, y expiró. Cuando entraron los jóvenes, la hallaron muerta; la sacaron y la sepultaron junto a su marido. Y sobrevino gran temor sobre toda la iglesia y sobre todos los que oyeron estas cosas.
Este es uno de los ejemplos más escalofriantes de cómo Dios maneja la hipocrecía y el pecado en los cuerpos de los creyentes. Nos asombramos con la historia cuando Ananías y Safira cayeron muertos a pesar de lo que aparentaba ser un alto nivel de dar. Trae a la mente la pregunta: «¿Cuánto es suficiente?»
Pienso que la clave está en el versículo 4 cuando Pedro le pregunta a Ananías: «¿… y sustrajeras del producto de la venta de la heredad?» Lo que está implícito aquí es que, si la intención era el dar –entonces cualquier cosa que des es suficiente. Sin embargo, si tu intención no es la generosidad sino más bien un orgullo egoísta o recibir reconocimiento de otros — entonces las consecuencias podrían ser bastante severas, sin importar el tamaño de tu dádiva. En otras palabras, no mientas sobre tu generosidad. No hay nada de malo en retener cierta cantidad de la venta de una propiedad — ese no fue el pecado. El pecado de ambos estuvo en el mentir sobre la representación del precio de venta.
A través del Viejo Testamento existen numerosos testimonios sobre como, Dios maneja la falta de fe, el pecado, el orgullo, la hipocrecía. Dios es paciente, pero conoce nuestros corazones, y como un Padre amoroso Él también sabe que la disciplina –aún la disciplina severa, a veces es necesaria. El resultado de esta disciplina está resumida en el versículo 11: «Y sobrevino gran temor sobre toda la iglesia y sobre todos los que oyeron estas cosas.»
A veces un nuevo creyente no comprende por completo la responsabilidad que implica el aceptar a Cristo y es bienvenido a la familia de los creyentes. Como en una familia terrenal, asumimos y aceptamos un nuevo nivel de responsabilidad y de liderazgo por parte de la cabeza de nuestra familia — Jesús. Este no es un compromiso que debemos asumir ligeramente o esperar que Dios lo tome ligeramente. Afortunadamente, Dios sólo hace tales demostraciones dramáticas en contra del pecado en el cuerpo de los creyentes, en ciertos momentos de la historia de la iglesia. Si tú o yo cayéramos muertos la próxima vez que habláramos o actuáramos con hipocresía, dudo que sobrevivamos ese día. Piensa en Ananías y Safira el Domingo cuando cantes «Entrego todo a Jesús, todo lo doy a Él, lo doy libremente…» ¡Bún! Caeríamos de una vez al piso. El cuerpo de los creyentes se acortaría muy rápido.
La hipocresía, como muchos pecados, comienza con una mentira. Termina como todos los pecados: en la muerte. A lo mejor no en una muerte real como la de Ananías o Safira, pero mata tu testimonio (¿funciona para ti ‘haz lo que yo digo, pero no lo que hago’?); mata tu alegría (para justificar tu propia hipocresía, juzgas a otros para sentirte mejor); mata tu paz (si vives en hipocresía, siempre tienes que vivir en guardia, temiendo constantemente que alguien descubra quien eres en verdad).
La tierra de la hipocresía no es el hogar que ninguno de nosotros elegiría para vivir (o ni siquiera visitar). ¿Hay alguna inconsistencia en tus palabras versus tu vida? ¿Estás luchando en contra de tu testimonio, tu alegría o tu paz? ¿Qué necesita ser cambiado?
Fuente: Liga del Testamento