Aún cuando Dios nos ha mostrado que hay tiempos malos por venir, para mí es suficiente el saber que Él está al tanto de ello. Respóndeme pronto Señor, que el aliento se me escapa. No escondas de mí tu rostro, o seré como los que bajan a la fosa. Salmos 143:7
Mi temporada de angustia comenzó hace unos seis años. Temblando y jadeando para respirar, sentí el escalofrío de la brisa de la noche contra el sudor en mi frente y el frío del pavimento de piedra bajo mis pies descalzos. La agitación de los pensamientos de furia en mi mente ya se estaba calmando. Tuve que dejar de correr mientras mi mente volvía a la realidad de donde estaba.
El reflejo de la luz en la base del farol bajo el cual me detuve fue lo suficientemente brillante como para ver la mayor parte de lo que me rodeaba, lo suficiente para darme cuenta de que estaba solo y que era de noche. De repente, una brisa fría también me hizo darme cuenta de que había estado corriendo sin la ropa adecuada para proteger mi cuerpo.
Me detuve el tiempo suficiente para recuperar el aliento y me di la vuelta para trazar nuevamente mis pasos. El trazar nuevamente los pasos parecía más simple que recorrer los pasos de la mente. El hacerlo significaba que tendría que recorrer esos pasos hacia atrás, pero descalzo. Los pasos de la mente; esos dolerían más que la acera fría y áspera que rozaba las plantas de mis pies. La memoria me llevó a casa, donde recordé haber dejado a mama, luego de una crisis mental y emocional de mi parte. Todavía no logro recordar lo que desencadenó la explosión. Todo lo que puedo recordar es el miedo desgarrador que abrió el camino para que yo saliera corriendo por la puerta y de noche. Corrí tan rápido y tan duro como pude. ¿De qué estaba huyendo yo? No lo sabía. Mi mente no podía cooperar con la imagen en mi mente de mi familia. En casa, todo había empezado a abrumarme cada vez más. Hoy sé, que correr fue un medio de escape de lo que me estaba causando la angustia en mi mente. Cuando mi familia me encontró y me llevó de vuelta a casa, la angustia me acompañó también.
¿Cuánto tiempo lleva usted corriendo? ¿Ha cesado la angustia y el agotamiento de estar corriendo? Quizás no. Esta era mi realidad durante mi lucha contra la depresión. El correr no me ayudó a deshacerme del dolor. El único agotado era yo… Era intensamente doloroso vivir dentro de mí; con la depresión. ¿Se puede relacionar usted con este sentimiento? La depresión puede hacerle eso a usted. Pero sepa que Dios conoce todo su dolor. Él escucha. Él ve. Así como Él escuchó los muchos gritos de angustia del rey David en los Salmos 143: 4, 7.