CONCIENCIA SOBRE MORIR PUEDE SER BENEFICIOSA

 

Ernesto Rodríguez (ernestorodri49@gmail.com)

Según el gran biólogo ruso-estadounidense Theodosius Dobzhansky (1900-1975), la especie humana es la única especie que tiene conciencia sobre la muerte (1).

Por supuesto, lo que dijo Dobzhansky es ampliamente aceptado. No obstante, muchas personas consideran que el tema de la muerte es desagradable y no quieren ni pensar en eso. Pero veremos que diversos autores han planteado que vivir con perenne conciencia de que podemos morir en cualquier momento, puede ocasionar que seamos mejores personas, vivamos con más intensidad sin preocuparnos por nimiedades, seamos más felices y vivamos de una manera más auténtica.

Algunos autores han tomado la muerte a manera de chiste. El escritor humorista español Álvaro de Laiglesia (1922-1981) publicó un libro titulado: ‘Sólo se Mueren los Tontos’ (1954). Como chiste está muy bien, pero la realidad es que todos, más tarde o más temprano, tenemos que afrontar la muerte. En efecto, desde tiempos inmemoriales muchos autores han escrito sobre tal tema.

El famoso escritor checo Milan Kundera (nac. 1929) en su obra: ‘El Libro de la Risa y el Olvido’ (1979) dice: “Se requiere tan poco, tan infinitamente poco, para que alguien se encuentre en el otro lado del borde, donde todo – amor, convicciones, fe, historia – no tienen significado. El misterio total de la vida humana reside en el hecho de que transcurre en la proximidad inmediata de, y aún en contacto directo con, ese borde, que está separado de esa vida, no por kilómetros sino apenas por un milímetro” (Parte VII, ‘El Borde’).

El escritor francés Michel de Montaigne (1533-1592) en sus ‘Ensayos’ (1580-1588) incluye uno titulado: ‘Filosofar es Aprender a Morir’. En ese ensayo refiere que los antiguos egipcios, en medio de sus banquetes y alegría, mostraban un cadáver momificado a los invitados para advertirles. El historiador griego Heródoto (484-425 A. de C.) en su famosa obra ‘Historias’ señala que el hombre que mostraba el cadáver a los comensales decía: “Míralo mientras bebes, porque así serás cuando te mueras” (Libro II, 78). Montaigne en su mencionado ensayo dice: “Practicar la muerte es practicar libertad. Un hombre que ha aprendido cómo morir, ha aprendido a dejar de ser un esclavo. Conocer cómo morir nos libera de ataduras y restricciones”.

El gran poeta lírico romano Horacio (65-8 A. de C.) en sus ‘Odas’ plantea: “La pálida Muerte golpea con pie igualitario las cabañas de los pobres y las torres de los ricos” (Libro I, 4, líneas 13-14). Asimismo, San Agustín de Hipona (350-430), en su obra: ‘La Ciudad de Dios’ (413-426), dice: “De hecho, desde el momento en que un hombre comienza a existir en este cuerpo que está destinado a morir, está involucrado todo el tiempo en un proceso cuyo final es la muerte (…) Toda nuestra vida no es sino una carrera hacia la muerte” (Libro XIII, Capítulo 10). En el poema épico hindú ‘Mahabarata’, compilado en el año 600, se hace referencia a la muerte: “Pero pronto llega un momento en el que todos/ El sabio, el tonto, grandes y pequeños/ El rico, el pobre, el de elevada jerarquía, el de baja jerarquía/ El orgulloso, el humilde, se deben ir” (Libro 11).

Recordemos al filósofo griego Platón (427-347 A. de C.) y su diálogo ‘Fedón’ en el cual el gran filósofo griego Sócrates (469-399 A. de C.) dialoga con Simmias y Sócrates dice: “los que filosofan en el recto sentido de la palabra, se ejercitan en morir, y son los hombres a quienes resulta menos temeroso el estar muertos” (Sección 67d). Sócrates siempre se preocupó solamente por comportarse correctamente y por eso también dice: “Yo siempre demostré con mis acciones y no solamente con palabras, que nunca me preocupé nada por la muerte (…) Pero sí me preocupé con toda mi fuerza por no hacer nunca nada incorrecto” (Platón: ‘Apología’, 32d).  De manera similar el filósofo griego Epicuro (341-270 A. de C.) dice: “Acostúmbrate a pensar que la muerte nada es para nosotros, porque todo bien y todo mal reside en la sensación, y la muerte es privación de los sentidos (…) La muerte nada es para nosotros; porque cuando nosotros somos, la muerte no está presente y, cuando la muerte está presente, entonces ya no somos nosotros (…) practicar vivir bien y morir bien son una misma cosa” (Carta a Meneceo). Epicuro también dice: “Frente a las demás cosas es posible procurarse seguridad, pero frente a la muerte todos los hombres habitamos una ciudad sin murallas” (2). Posteriormente el filósofo y poeta romano Lucrecio (aprox. 94-55 A. de C.), que era seguidor de Epicuro, en su obra: ‘Sobre la Naturaleza de las Cosas’ dice: “Así, cuando ya no existamos más (…) nada tendrá el poder de agitar nuestros sentidos (…) Alguien que ya no es no puede sufrir, ni difiere de ninguna manera de alguien que nunca haya nacido” (Libro III). El filósofo estoico romano Marco Aurelio (121-180) dice: “Actúa, habla y piensa siempre como alguien que en cualquier momento puede irse de la vida” (Meditaciones, Libro II, 11). También dice: “Tu modo de vida alcanza la perfección, cuando pasas cada día como si fuera el último día” (Libro VII, 69). Igualmente podemos recordar al filósofo estoico frigio Epicteto (55-135) cuando dice: “Ten presente la muerte ante tus ojos cada día y nunca tendrás un pensamiento mezquino ni un deseo excesivo” (Enquiridión, 21). El filósofo estoico romano Séneca (aprox. 4 A. de C. – 65) planteaba muy acertadamente: “Exactamente dónde te está esperando la muerte es algo que no podemos saber; entonces espera la muerte en cualquier lugar” (Carta a Lucilio no. 26). Por eso en su famoso ensayo: ‘Sobre la Serenidad’ también dice: “Vivirá mal todo aquel que no sepa morir bien”.  De manera similar el filósofo y orador romano Cicerón (106-43 A. de C.) dice: “Toda la vida del filósofo es una preparación para la muerte” (Disputas Tusculanas, I, 30). Los monjes budistas ZEN japoneses frecuentemente escribían poemas cuando ya estaban muriendo. El monje Koraku (muerto en 1837) escribió: “El goce de las gotas de rocío/ En la hierba a medida que ellas/ Se convierten en vapor”. El monje Dokyo Etan (fallecido en 1721) escribió: “Aquí en la sombra de la muerte es difícil/ Pronunciar la última palabra/ Yo solamente diré entonces/ Sin decirlo/ Nada más/ Nada más”. El monje y pintor Morikawa Kyoriku (1656-1715) escribió de manera jocosa: “Hasta ahora yo pensaba/ Que la muerte caía/ Solamente sobre los que carecen de talento/ Si esos con talento también/ Deben morir/ Seguramente serán mejor fertilizante” (3).

Por otra parte, el Duque francés Francois de la Rochefoucauld (1613-1680), muy famoso por sus ‘Máximas’, cuya última edición se publicó en 1678, discrepaba fuertemente de los autores que planteaban el desprecio hacia la muerte. En efecto dice: “Ni el sol ni la muerte pueden ser mirados fijamente” (Máxima 26). También escribe: “Después de que hemos discutido la falsedad de muchas supuestas virtudes, es razonable decir algo sobre el desdén hacia la muerte (…) Hay una diferencia entre soportar la muerte con entereza y tratarla con desdén. Lo primero no es raro; pero yo no creo que lo último siempre sea sincero. No obstante, los escritores han hecho su mayor esfuerzo para convencernos de que la muerte no es ningún mal (…) Pero yo dudo que cualquier persona sensible lo haya creído (…) Cada hombre que sea capaz de ver la muerte como lo que realmente es, encuentra que es algo terrorífico” (Máxima 504). El pensador francés Blaise Pascal (1623-1662) en uno de sus ‘Pensamientos’, publicados de manera póstuma en 1884, dice: “Imagine un número de hombres encadenados, todos sentenciados a muerte, algunos de los cuales son matados cada día a la vista de los demás; esos que quedan ven su propia condición en esa de sus compañeros, y mirándose unos a otros con tristeza y desespero, esperan su turno. Esta es la imagen de la condición humana” (4).

También podemos recordar al gran poeta persa Omar Khayyam (aprox. 1050-1123) y sus poemas llamados ‘Rubais’ en su  colección conocida como ‘Rubaiyat’. En uno de los Rubai dice: “El hombre es sólo un títere que la Rueda maneja a su antojo y capricho. La Rueda nos empuja al tablado del mundo, mas cuando siente hastío no duda en arrojarnos al cajón de la Nada” (5). Recordemos al gran novelista español Miguel de Cervantes (1547-1616) y su obra: ‘Don Quijote’ (1605-1614). En la Segunda Parte (1614),  Don Quijote compara la vida con una comedia y dice: “Pues lo mesmo – dijo Don Quijote – acontece en la comedia y trato deste mundo, donde unos hacen los emperadores, otros los pontífices, y, finalmente, todas cuantas figuras se pueden introducir en una comedia; pero en llegando al fin, que es cuando se acaba la vida, a todos les quita la muerte las ropas que los diferenciaban, y quedan iguales en la sepultura” (Segunda Parte, Cap. 12).

Recordemos al genial dramaturgo inglés William Shakespeare (1564-1616) y su obra: ‘Hamlet’ (aprox. 1601). En la Primera Escena del Quinto Acto, Hamlet y Horacio se encuentran con unos sepultureros que están trabajando en un cementerio. Entonces uno de ellos les muestra una calavera que tenía 23 años de enterrada y Hamlet la coge en sus manos y pregunta quién era en vida. Cuando el sepulturero le da información, Hamlet se entera de que era el bufón del rey llamado Yorick, muy gracioso cuando estaba vivo y con quien Hamlet jugó muchas veces cuando era niño. Entonces Hamlet hace reflexiones impactantes sobre la calavera en que nos convertiremos todos algún día.

Por otro lado, la novela: ‘La Muerte de Iván Ilich’ (1886) del gran novelista ruso León Tolstoi (1828-1910) está considerada como una de las más importantes de la filosofía del ‘Existencialismo’. En ella, Iván Ilich se enferma de cáncer y cada vez empeora más hasta que es evidente que va a morir. Iván Ilich dice que siempre aceptaba que todos los hombres son mortales, pero cuando piensa en su propia muerte exclama: “No es posible que yo tenga que morir. Sería demasiado terrible” (Cap. 6). Sin embargo, al final de la novela exclama: “¿Y la muerte? ¿Dónde está?. Buscó su habitual miedo a la muerte y no lo encontró. ¿Dónde está?¿Cómo es la muerte? No tenía miedo de ninguna clase, porque tampoco ella existía. En vez de la muerte había luz – ¡Así que mira! – exclamó en voz alta – ¡Qué alegría! (…) Aspiró el aire, se detuvo a media aspiración y falleció” (Final)…Es decir, cuando Iván Ilich se resignó entonces desapareció el temor.

Por otra parte, con la edad se llega a aceptar la muerte con menos resistencia. El gran psiquiatra austríaco Sigmund Freud (1856-1939) en una entrevista cuando tenía 74 años expresó: “La vida se hace más desagradable a medida que envejecemos. Al final, la muerte parece menos intolerable que las múltiples cargas opresivas que soportamos” (6).

El caso del gran poeta estadounidense Walt Whitman (1819-1892) amerita consideración especial. En su colección de poemas ‘Hojas de Hierba’ (1855-1892) dice cosas muy impactantes. En la parte titulada: ‘Canto de Mí Mismo’ dice: “¿Ha supuesto alguien que es afortunado nacer? Me apresuro a informar a él o a ella que es igualmente afortunado morir. Y sé lo que digo” (Sección 7). En la parte titulada: ‘Al Partir de Paumanok’ dice: “Y mostraré que nada de lo que suceda será más maravilloso que la muerte” (Sección 12).

¿Cómo podríamos interpretar tan sorprendentes dichos?…Walt Whitman en todos sus poemas evidencia su íntima fusión con todos los procesos del universo, y entonces, si la vida es maravillosa también debe ser maravillosa la muerte que es su concomitante…Y no vayamos a pensar que Walt Whitman propugnaba la resignación social o política, porque en una de las ‘Dedicatorias’ de ‘Hojas de Hierba’ que hace a los Estados Unidos dice: “A los estados todos y a cada uno de ellos; a las ciudades de cada estado: ‘Resistid mucho, obedeced poco’. Cuando la obediencia no se cuestiona, cuando se cae en la esclavitud completa; Cuando se cae en la esclavitud completa no hay nación, estado o ciudad de este mundo que recobre su libertad” (1860/1881).

Sobre la importancia de vivir intensamente la vida con la conciencia de morir, es pertinente referir al antropólogo peruano-estadounidense Carlos Castañeda (1925-1998), que cuando era estudiante graduado de antropología en la Universidad de California en Los Ángeles,  realizó estudios en el desierto de Sonora (México) con un anciano curandero indio de más de 70 años llamado Don Juan del grupo indio de los Yaqui, que empleaba diversas plantas medicinales, muchas de ellas alucinógenas como el ‘peyote’. En una de sus obras titulada: ‘Viaje a Ixtlan. Las Enseñanzas de Don Juan’ (1972) se refiere una conversación en la cual Don Juan le insiste a Carlos Castañeda sobre la importancia de recordar en todo momento que vamos a morir para vivir adecuadamente. Entonces Castañeda riposta que es inútil lamentarse por la posibilidad de morir, y la conversación se desarrolla así: “Don Juan.- Yo no dije que debes lamentarte…Castañeda.- ¿Entonces qué debo hacer?…Don Juan.- Úsala. Enfoca tu atención sobre la unión entre tú y tu muerte, sin remordimientos, ni tristeza ni aflicción. Enfoca tu atención sobre el hecho de que tú no tienes tiempo y deja que tus actos fluyan de acuerdo a ello. Permite que cada uno de tus actos sea tu última batalla sobre la tierra. Solamente en tales condiciones tendrán tus actos todo el poder adecuado. De otra manera tus actos serán mientras dure toda tu vida, los actos de un hombre inhibido…Castañeda.- ¿Es tan terrible ser un hombre inhibido?…Don Juan.- No. No lo es si tú fueras a ser inmortal, pero si tú vas a morir no hay tiempo para la inhibición, simplemente porque ésta te hace aferrarte a algo que solamente existe en tus pensamientos. La inhibición te consuela mientras todo esté en calma, pero entonces el mundo amenazador, misterioso, abrirá su boca para ti, igual que la abrirá para cada uno de todos nosotros y entonces tú te darás cuenta de que lo que considerabas como tus actitudes seguras no lo eran de ningún modo. Ser inhibido nos impide examinar y utilizar nuestras potencialidades como hombres” (Cap. 9 titulado ‘La Última Batalla en la Tierra’).

En relación a lo que dice Don Juan, diversos autores han señalado que en el momento de la inminente proximidad de la muerte, muchas personas lamentan el tiempo perdido y las oportunidades mal aprovechadas, la inercia y rutina pasiva con la cual se vivió sin mayores horizontes, etc. Por eso han insistido en que debe ser aquí y ahora, cuando las puertas se pueden abrir, cuando cada persona debe asumir la responsabilidad consigo mismo de vivir una vida más plena, intensa y auto-realizante.

Por eso algunos autores han planteado que el problema no es tanto la muerte, sino no haber vivido cuando nos toca morir. El autor alemán Erich Fromm (1900-1980) en su importante obra: ‘El Hombre Para Sí Mismo. Una Indagación en la Psicología de la Ética’ (1947) dice: “Morir es dolorosamente amargo, pero la idea de tener que morir sin haber vivido es insoportable” (Cap. 4: ‘Los Problemas de la Ética Humanista’)…De manera similar el gran poeta inglés John Milton (1609-1674) en su poema ‘Samson Agonistes’ (1671) dice: “Vivir una vida medio muerto, una muerte viviente” (1.100).

Por otro lado, un enfoque biológico de la muerte es sumamente importante. En efecto, la vida y la muerte son el anverso y el reverso de un mismo proceso biológico de los seres vivos. Por eso el notable autor alemán Friedrich Engels (1820-1895) en su obra: ‘Dialéctica de la Naturaleza’ (1878-1882) asevera que: “Vivir es morir” (Sección titulada: ‘Biología’).

Adicionalmente recordemos que un hombre normal en cada eyaculación suministra en promedio unos 400 millones de espermatozoides, pero solamente uno de ellos fecundará un óvulo y producirá un bebé. Entonces podemos imaginarnos la probabilidad tan pequeña de la existencia de cada ser humano y los muchos casos de personas posibles que nunca nacieron. El zoólogo británico Richard Dawkins (nac. 1941) es uno de los más eminentes autores evolucionistas darwinistas en todo el planeta. En un video de su página web titulado ‘Vamos a Morir’ Dawkins refiere que desde hace tiempo ha escogido el siguiente discurso para su futuro funeral cuando fallezca. Veamos fragmentos: “Nosotros vamos a morir, y eso nos convierte en afortunados. Muchísimas personas nunca tendrán la oportunidad de morir porque nunca habrán nacido. Las personas que podían haberse encontrado aquí en mi lugar y que nunca verán la luz del día son más numerosas que los granos de arena de Arabia (…) Nosotros los pocos privilegiados que ganamos la lotería de la vida en contra de todas las probabilidades ¿Cómo nos atrevemos a lloriquear por nuestro inevitable regreso a ese estado anterior del cual la inmensa mayoría nunca ha despertado?”…¡Lo que dice Dawkins es digno de aplausos!!!.

Entonces, después de todas las apreciaciones sobre la muerte que hemos visto cabe la pregunta: ¿Podría ser importante aprender a tener una actitud positiva hacia la muerte para vivir mejor?…El filósofo británico Simon Critchley (nac. 1960) tiene una prodigiosa erudición y en su interesante obra: ‘El Libro de los Filósofos Muertos’ (2008) dice. “Mi creencia es que la filosofía puede enseñar una disposición para morir, sin la cual es ilusoria cualquier concepción de satisfacción, y mucho menos una concepción de felicidad” (Introducción)…Sinceramente coincido totalmente con Critchley…¡Sea como sea, dentro de unos años todos estaremos tan calvos como Yorick!!!!…NOTAS: (1) Pag. 72 en Theodosius Dobzhansky (1967) ‘The Biology of Ultimate Concern’. New York. (2) Pag. 37 en ‘The Epicurus Reader’. Translated and Edited by Brad Inwood and L.P. Gerson (1994) (3) Pags. 231, 94 y 79-80 en ‘Japanese Death Poems. Written by Zen Monks and Haiku Poets on the Verge of Death’. Compiled by Yoel Hoffmann (1986). (4) Pag. 137 en ‘Pascal Pensées’. Translated by A.J. Krailsheimer. Penguin Books (1966). (5) Rubai 97 En Edición de José Gibert. Plaza & Janés. España (6) Entrevista con Sylvester Vierek ‘Sigmund Freud confronta la Esfinge’, en ‘Destellos de lo Grande’ (1930)

 

 

 

 

 

 

 

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