“La gran tragedia del mundo es que no cultiva la memoria y por tanto olvida a los maestros” Heidegger
Salud querido amigo, para ti, para la buena y recordada armenia y para todas y todos en quienes pienso cuando escribo estas miradas desde casatalaya. Por cierto aprovecho hoy para acercarme a la pregunta que varios de los amigos lectores me han expresado en estos meses -¿qué es y dónde queda casatalaya?-, cuya respuesta es sencilla: en estos tiempos del confinamiento planetario impuesto por la pandemia del covid-19, nos tocó como a todos quedarnos en casa; al inicio en Guayana donde disfrutamos un balcón para recibir con gozo el abrazo luminoso del Caroní y mirar extasiados los amaneceres y atardeceres de cada día, así como las noches de luna y las de estrellas; ahora más reciente en Caracas, con los tonos de la luz sobre el Waraira Repano.
En esta necesaria “vuelta a casa”, hay que procurar la detenida reflexión interior hacia el adentro de nosotros mismos y desde ese íntimo lugar salir, a mirar con nueva mirada, al mundo en los tiempos -angostos y angustiosos- que nos toca vivir como persona, como sociedad y como especie humana. De manera pues, que nuestra íntima casa es también atalaya desde donde mirar al mundo y darle significado; por todo ello se hace importante construir una luminosa “casatalaya” donde vivir, con la consciencia de la múltiple y diversa presencia “de los otros” y “de lo otro” en nuestra existencia.
Al dar gracias por los comentarios recibidos en estos días sobre el artículo “Andrés Eloy poeta del humano servicio con amor a Venezuela”, que escribí con propósito a la necesaria memoria de Andrés Eloy Blanco, un venezolano a quien la angustia marcó los tiempos de su vida y por ella volcó su sensible talento en ese “ir alumbrando” que sigue siendo faro en esta angustia del presente. Él supo de angustias desde niño porque su padre Luis Felipe, médico sucrense vinculado al caudillo Nicolás Rolando, cuando “La Libertadora” fue derrocada en La Victoria, fue considerado entre los vencidos y confinado en la isla de Margarita, donde por la fuerza debió irse con la familia durante un lustro. En 1947, Andrés Eloy Blanco publicó un libro “Vargas, albacea de la angustia”, un intenso ensayo de la pasión receptora del dolor y la confrontación entre el hombre justo y quienes se determinan a sí mismos como los valientes. Su vida ejemplar hasta el exilio y su muerte en México en aquel absurdo accidente de automóvil, dice de esa angustia-país que albergaba en su vida.
Andrés Eloy es un poeta-maestro con vida significante y para no olvidar a los maestros, hay que hacer memorias en un acto relacional que nos vincule a ellos, para que esas memorias nos ayuden a nutrirnos en el compromiso del tiempo que nos toca vivir a nosotros. La frase del filósofo Martín Heidegger que hemos colocado como epígrafe de este artículo, es elocuente en ese propósito; les sugiero que la lean de nuevo, con la atención que nos procura la mirada de este tiempo.
Los humanos nos distinguimos de los otros seres vivos, por nuestra posibilidad de dar “significado” a nuestro posicionamiento en el espacio –tiempo –cultural donde nos toca vivir, como modo para abordar las exigencias del desafío y la carga de ese tiempo histórico. Esa significación que vamos haciendo en el vivir, es lo que va marcando las diferentes miradas con las cuales abordamos nuestra propia vida, nos relacionamos con la de los otros y también, vamos dejando nuestra huella en el planeta. Desde esa visión, que nos lleva a ser concretos, cada espacio – tiempo – cultural es único e irrepetible, donde se va moldeando al ser social y al ser individual que somos, en cada tiempo histórico.
Angustia es una palabra polisémica que el diccionario nos define con diversas acepciones, “derivada del latín angustïa (angostura, dificultad) fem. Aflicción, congoja, ansiedad //2. Temor opresivo sin causa precisa // 3. Aprieto, situación apurada // 4. Sofoco, sensación de opresión en la región torácica o abdominal // 5. Dolor o sufrimiento // 6. Náuseas (ganas de vomitar) U. sólo en sing. // 7. (poco usado). Estrechez del lugar o del tiempo.”
Al poeta Andrés Eloy Blanco la angustia se le hizo compromiso que le fue haciendo un hombre distinto, aprendiendo en el acompañamiento al pueblo venezolano para convertirla en el “palabreo” de sus versos a modo de hacer memoria en los machacados caminos donde la patria duele y al mismo tiempo, abrir ventanas para disfrutar la alegría de ir haciendo en cada jornada la superación de la queja y un bálsamo al sufrimiento, con el comprometido empeño en la búsqueda de lumbres para la mirada, el pensamiento y la acción constructiva con los otros; aligerando los dolores y temores de las angustias, para convertirlas en canto de esperanza liberador de lo mejor de cada uno y con los otros, abordar la tarea de construir fraternidad como modo de hacer país con una propuesta auténticamente democrática para el con-vivir en esta maravillosa tierra de gracia.
Para una persona sensible, más allá del acto de escribir se trata del acto de vivir en el mundo de manera poética; no olvidemos que esa palabra deriva del griego poïesis, creación; de modo que la poesía, como lo expresó hermosamente Octavio Paz, es el lenguaje de las revelaciones y de las revoluciones. Animar el sentido poético en la gente es –a mi entender-, una importante tarea en estos tiempos de crisis plural, donde las múltiples incertidumbres acerca del hoy y aún más sobre el mañana, crean una grande y masiva angustia colectiva, muy contagiosa y altamente peligrosa para la salud corporal, psíquica y espiritual de las personas y las sociedades.
En estos tiempos, veo, escucho y pienso-siento la angosta Franja de Gaza y me pongo en el corazón del pueblo palestino cargado con la angustia del desarraigo, el exterminio y la aniquilación cultural sobre su espacio negado. En los brutales sofocamientos a la generalizada rebeldía del pueblo de Colombia al que su angustiosa vida le ha convocado a expresarse en las calles de sus pueblos y ciudades. En los forzados desplazamientos armenios durante el siglo pasado; en los acosos del incierto futuro de tantas poblaciones en África y otras latitudes, también entre nosotros, en toda nuestramérica. En los asedios y medidas coercitivas impuestas por los más poderosos contra diversos países del mundo con la deliberada intención de provocar angustias y sufrimientos a sus pueblos; también en las manipulaciones de poder por todos aquellos quienes buscan imponerse con la angustia del mortal pam-pam de los días o del tun-tun de las madrugadas.
Rafael Cadenas en “Angst” de su poemario “Memorial” nos presenta una sutil imagen asociada a la angustia, que me gusta, parece pertinente y se las traigo: “Una dificultad leve / en la respiración. / Problema de angostura / parece. / ¿Acaso no sabías / que la puerta es estrecha?”
No es tarea fácil entrever en la maraña de angustias reales y las provocadas por el interés de quienes las incitan y difunden en un ejercicio constante de la psicopolítica; tenemos que hacer consciencia reflexiva para que el patrocinado interés de algunas causas no nos cree angustias para su beneficio. El día que los venezolanos rompamos con la teoría del odio y éste no sea un sentimiento transversal de la política, entonces superaremos la cultura dominante de poder que tanto daño nos ha hecho en la historia. Debemos procurar encontrarnos en el entramado del lenguaje y las emociones, para tratar de comprender con los otros, amigos o adversarios; para considerar acciones y conductas, valorar su significado en lo personal y en el genuino interés colectivo, para condenar lo condenable y preservar lo preservable.
En fin, la angustia se nos expresa en las diferentes acepciones de la palabra y tenemos que sobrevivir a ellas, para que la rabia o el odio no enfermen el ánimo individual y social; hacer los esfuerzos personales y colectivos en cada jornada para ir dando significado a nuestra existencia, lo cual también produce un nuevo nivel de angustia, que debemos convertir en consciente atención reflexiva para no perder la alegría del vivir y el con-vivir; ocupar nuestro espacio- tiempo hacia la cultura de creación y servicio, de modo que libertad y justicia no sean acomodados vocablos al servicio de los poderosos.
Querido amigo, recibe un fuerte abrazo cor-dial; como ves, ¡la vida para ser significativa, nos es exigente!