Cómplices anónimos | Por: Carolina Jaimes Branger

 

Cuando yo era una adolescente, en la década de los setenta, mi papá, que era médico, siempre nos decía: “si llegan a tener un accidente de cualquier índole, en dondequiera que se encuentren en Venezuela, pidan que los lleven a un hospital público. No sólo tendrán la seguridad de que los mejores médicos estarán de guardia, sino que también son los mejores provistos”. Esto parece ya una leyenda… Habrá incluso hasta quienes no la crean.

Algo similar ocurría con las escuelas y liceos: los jóvenes que estudiaban -desde los años cuarenta en adelante- en colegios privados, se iban a hacer el bachillerato en un liceo, porque tenían los mejores profesores. Mi tío Rafael Branger, por ejemplo, estudió en el Liceo Andrés Bello. Y con él, muchos de sus amigos. Ni hablar de las universidades. La UCV y todas sus extensiones a lo largo y ancho del país, tenían los mejores profesores. Todos bien pagados, con respeto y aplicación del escalafón meritorio. Era el reflejo de un país que iba en franco ascenso y parecía indetenible… hasta que llegó Chávez al poder.

Se preguntarán por qué estoy hablando de esto. Iba a escribir sobre otro tema, pero hace rato me escribió una amiga pidiéndome que publicara en X una petición de ayuda para un señor enfermo que ella conoce. Y debajo de la petición, me escribió como colofón: “Terrible. Y las clínicas y los médicos cobran cada vez más caro y pocas personas pueden afrontar esos escandalosos presupuestos. Dios, ten piedad de Venezuela”.

Sentí indignación al leer eso. Porque la culpa de que haya tanta gente pidiendo dinero para tratamientos, operaciones y hasta entierros, no es de los médicos, ni de las clínicas privadas: es del régimen, que ha destruido todo lo que se construyó en Venezuela desde Juan Vicente Gómez hasta el final de los cuarenta años de democracia. Pero que alguien que es profesional se haga eco de uno de los mantras acuñados por el chavismo, me arrebata, por decir lo menos. Es equivalente a culpar a las sanciones de todo lo que se les fue de las manos por ladrones.

El comunismo implantado por Chávez buscaba, como todos los regímenes de esa índole, acabar con la propiedad y los negocios privados… y lo logró en buena medida. Ellos, que venían con un discurso de que la propiedad privada y la acumulación de riqueza en manos de unos pocos eran la causa de la desigualdad social, la explotación de los trabajadores y la injusticia económica, son los nuevos ricos de Venezuela. Y ellos sí han causado desigualdad social, explotación -o peor aún, desempleo- y toda clase de injusticias económicas. Y es que no hicieron dinero a punta de trabajo, como solía ser antes. Lo hicieron a punta de robo. Claro que antes hubo corrupción. Es innegable. Pero jamás llegó a los niveles a los que hemos padecido durante 25 años. Chávez tuvo la suerte de tener los precios de petróleo más altos y por más tiempo que todos sus antecesores. A Venezuela le entró un chorro de dinero que groseramente se lo robaron. Y sólo hay cuatro gatos presos (¿debería llamarlos “chinos de Recadi”, más bien?.

Aquí no hubo ninguna socialización de los medios de producción y mucho menos una distribución equitativa de los recursos para garantizar la igualdad de oportunidades y el bienestar de toda la sociedad. El pueblo venezolano está viviendo en los mismos niveles de precariedad y pobreza que padecía antes del descubrimiento del petróleo.

Seguir con el chavismo (y su peor consecuencia, el madurismo) es la crónica de una muerte anunciada. Y Venezuela es un país agonizante. Continuar con un sistema donde lo que prevalece es la falta de incentivos, seguirá incentivando la falta de motivación y la baja productividad. La centralización del poder en manos de un pequeño grupo de líderes lo que ha traído ha sido corrupción, nepotismo y por supuesto, una ausencia absoluta de rendición de cuentas. Ni hablar de la supresión de las libertades individuales, como la libertad de expresión, de asociación y de prensa que se ha traducido en represión política y falta de diversidad de opiniones. Y finalmente, la escasez de recursos para la producción y la inversión. Esto no hace sino bajar la calidad de vida de la población. El comunismo, por estas razones, ha fracasado en el mundo entero debido a sus limitaciones en términos de incentivos económicos, centralización del poder, falta de libertades individuales, planificación económica ineficiente y escasez de recursos.

De manera que la culpa de que el señor enfermo no tenga medios económicos, ni pueda ir a sitios donde antes se podía acceder, porque los impuestos servían para eso, no es de los médicos ni de las clínicas privadas. Es del difunto Hugo Chávez, de Nicolás Maduro y su círculo. Los muy comunistas cuando se enferman van a clínicas privadas, cuesten lo que cuesten. No les importa el pueblo. Por eso, el que se haga eco de esos mantras que repiten para culpar a otros de su propio fracaso, es un cómplice, aunque no lo crea y aunque no lo sepa. Porque se peca por comisión y también por omisión.

@cjaimesb

 

 

 

 

 

 

 

 

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