Por: José Luis Colmenares Carías
Nuestra relación con el dinero se establece desde dinámicas complejas, asociadas a nuestras creencias, emociones, interpretaciones y propósitos vinculados con el entorno y la vida que vamos llevando adelante o que “nos tiene estancado”.
Algunas personas se acercan al dinero aprendiendo capacidades técnicas y humanas para gestionarlo y disponer de él, con el manejo de instrumentos administrativos, formación en finanzas personales o en talleres de reflexión en la acción, como el de “Transforma tu Relación con el Dinero”, que promovemos a través de la imagen del dinero, por Instagram. Otras personas se conectan desde el poco conocimiento que tienen al respecto y, en varios casos, existen aquellas que están desconectados de lo que es la relación con el dinero y el uso eficiente y efectivo que él requiere.
En nuestro ciclo de la vida, desde que se recibe la primera mesada de dinero hasta que somos capaces de adquirirlo por cuenta propia, el dinero puede trascender su definición básica para convertirse en un instrumento de representaciones emocionales, asociadas en gran parte a las acciones económicas individuales y colectivas.
En ese proceso las relaciones y sentidos varían para cada persona, con sus matices, al punto de llegar a señalar, por ejemplo, que “el dinero genera discordia, crea enemistades y hace que la gente se distancie, pero es necesario para todo, para todo lo que uno tenga que hacer es necesario el dinero”, como lo refiere Norma, una socia de un banco comunitario ubicado en Boca de Pozo, Municipio Península de Macanao, estado Nueva Esparta (al respecto, te invito a leer: Bancos Comunitarios. Una oportunidad para el aprendizaje y la autonomía social. Publicado por el CENDES / UCV. 2006)
Casos como el de Norma son las de aquellas mujeres que pueden ser consideradas sujetos que gozan de autonomía económica, al colocar sus ahorros y solicitar préstamos a través de un banco comunitario conocido como “bankomunal”, en las que ellas son propietarias, definen la política crediticia y gestionan la administración, como, por ejemplo, otro que conocí en la comunidad de La Sierra, en el Municipio Arismendi, en la isla de Margarita. Ahí, una de las mujeres me decía:
-“El error de nosotras aquí es que confiamos que nos dan las cosas y eso nunca es gratis. Aunque en este pueblo pensamos que nadie nos va a salir con esas cosas… pero la verdad es que cuando el dinero es mío, lo he sudado, saco ‘el diablo que tengo por dentro’ y ya no tengo que estar esperando que me traigan la ayudita”.
Estas son complejidades económicas y humanas que, si bien pueden tener poco interés en los espacios académicos o en las instituciones financieras, se viven en la cotidianidad de las familias y las dinámicas comunitarias, desde lo que hemos denominado nuestra conexión con el dinero.
Para finalizar, quiero invitarte a explorar y reflexionar:
¿Cuáles creencias y emociones te limitan a tener una conexión eficiente con el dinero?. Reflexiona un poco, identifica interpretaciones y acciones que te apoyen a superar esas creencias y seguir adelante. Sus resultados lo podrás ver en la toma de decisiones para adquirir, usar y gestionar el dinero.
Además, anímate a escribir tu historia con el dinero y descubre aquellos elementos que has repetido a lo largo del tiempo en tu relación con él, desde tu infancia hasta las vivencias del presente, descubre aprendizajes y transforma tu relación con el dinero.