Valera también es una ciudad llena de música, eso le viene desde la llegada de la primera migración de italianos, que hicieron de la urbe un centro de la cultura universal. Conocimos a los mejores clásicos gracias al empeño de hombres como el doctor Antonio José Pacheco, carachero, abogado y juez, autor de la letra del Himno del Estado Trujillo o el presbítero oriundo de Pamplona, España, don Esteban Rázquin , quien le dio música al himno.
Como olvidarnos de nuestro célebre Laudelino Mejías, autor de “Conticinio”, el segundo himno del estado Trujillo, o de Franco Sangermano, Antonio José Abreu Godoy, quienes fueron directores de la centenaria Banda Municipal «Simón Bolívar» de Valera, así vamos a llegar los tiempos del conjunto “Renacimiento”, por los años de 1950, con Luis Guerrero Matheus como director junto a los músicos Hilario Hernández, Eustoquio Hernández, Juan Maldonado, Jesús Peña y “El Pollo” González.
Después llegó desde Colombia Rafael Omaña con su conjunto, quien amenizó por mucho tiempo las veladas de los valeranos, al igual que el grupo de Luis Peña o del maracaibero Cheo Boza. Eran los tiempos de las citas familiares en lugares como el Centro Unión en el Alto de Escuque, de Nicolás Pérez o el restaurant en la misma localidad de Miguel Ángel Matheus. También había otro negocio que gozaba de ambientación musical, con estas agrupaciones locales como el “Casualina” un restaurant en Carvajal, en un local turístico que perteneció a don Agustín Rosales.
Los músicos, Omaña y Peña, junto con sus agrupaciones acompañaban con sus acordes musicales la vida nocturna valerana en algunos centros sociales, exclusivos para adultos, como “el Arco Iris”, “El Dandi” o el “Acapulco”.
Ya a finales de los 40 llegó a Valera, por primera vez, la Orquesta Billo Caracas Boys y sus cantantes estelares, Rafa Galindo y Víctor Piñero. Sus ejecuciones musicales eran de gratos recuerdos entre la alta sociedad valerana que asistía a las fiestas en el Club de Comercio o al Club Valera, de Cosme Urrutia, en calle 9 con avenida 9.
Por ese tiempo, 1950, los valeranos también disfrutaron de la afamada orquesta cubana, “la Sonora Matancera en el Club Unión. Después el Tennis Club, luego de su inauguración en 1956 y el Country Club, sirvieron de escenario para las presentaciones de las orquestas más importantes de Venezuela, “La Billo Caracas Boys y Los Melódicos”.
Un servicio de una botella de whisky costaba 80 bolívares, una cerveza Bs. 1,50, un trago de brandy Bs, 2,50 o de escocés. Un refresco, Bs. 0,50. Las veladas comenzaban a partir de las 9 de la noche hasta las 4 de la madrugada, y la ciudad era tranquila, segura.
También hemos tenido talento musical local, como los hermanos Ocanto, integrado por los hijos de doña Cleofe, Ramón, Alirio, Andrés y Rigoberto, o Américo de Jesús Toro con sus hijas Alexandra y Roxana, o el joven Javier Sikosky, Livio Arias, radicado en la capital de la República. Sin dejar de mencionar a Emiro Salas, quien pegó “La Saporrita”, una sabrosa guaracha que traspasó las fronteras nacionales. O las incursiones de nuestro cantante de siempre, Franco Acosta, quien junto a Los Nómadas y su “Como Sufro”, fue un hit parade en las carteleres de Colombia, Perú, México, Ecuador y Centroamérica.
Mención aparte para mi compañero de clases, en bachillerato, Reinaldo Antequera, todo un “piano player”, Oswaldo Torres, “Pocopelo”, los muchachos de la avenida 3, con su Grupo 500, que luego se convirtió en la “Explosión Trujillana” y más tarde fue el grupo “Tormento”, el trabuco de Valera con “Su nona”, que junto al escuqueño Nelson Alizo -hoy radicado en el estado de Florida, en Estados Unidos- y su conjunto “Fiebre”, nos hicieron gratas más de una velada.
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