Amado y odiado, la figura del líder cubano Fidel Castro es innegable en la historia latinoamericana. Comandó una revolución para alcanzar el poder en Cuba desde enero de 1958 y las circunstancias lo forzaron acercarse a la Unión Soviética. Enfrentado al gobierno de Washington, decidió tomar la ruta del socialismo, declarándose marxista-leninista. Seguido por legiones de políticos del continente, su presencia fue constante a partir de su entrada triunfal a La Habana.
Someramente, en seis capítulos presentaremos los pasos dados por Castro para alcanzar el poder, desde su fugaz aparición en el Bogotazo de 1948, pasando por el ataque al Cuartel Moncada en 1953, su prisión de veintidós meses y sus andanzas por México hasta el desembarco del yate Granma, en las costas de Oriente a fines de 1956. La lucha de dos años en la Sierra Maestra logró derrumbar el régimen de Fulgencio Batista, lanzando a Cuba por una senda que muy pocos avizoraron.
Siendo un mozo de veintiún años, Castro viajó a Bogotá en compañía de su amigo Rafael Del Pino. Tenían la misma edad y llegaron a Colombia para organizar una conferencia estudiantil con la participación de jóvenes de la región. Estaban en el país que organizaba la IX Conferencia Interamericana con la presencia de veintiuna naciones representadas por sus cancilleres o altos legatarios. Los muchachos pudieron conversar con el líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, quien los apuntó en su agenda para recibirlos con mayor formalidad, pero el 9 de abril de 1948, el tribuno y jurista fue asesinado al salir de su bufete, desatándose una inusitada violencia que destruyó buena parte del centro de la capital. Castro estuvo en medio de esos sucesos, quedando fotografiado en las calles bogotanas. Al ser detenido negó tener relaciones con los comunistas o con cualquier partido político. Varias versiones se han tejido de esa estancia, pero quedan sus declaraciones. Dijo “lejos de participar en el saqueo tratamos de ayudar a mantener el orden”. Por primera vez su nombre aparecía, a nivel continental, en las páginas de los periódicos.
Volvió a Cuba para continuar sus estudios de Derecho y contraer matrimonio con una estudiante de filosofía. Entretanto, en junio de 1948, en los comicios para elegir presidente, legisladores y gobernadores, triunfó Carlos Prío Socarrás, candidato del gobierno que presidía Ramón Grau San Martín. Prío, de 43 años, había sido ministro, caracterizándose por combatir a los comunistas que penetraron el sector sindical. Entre los candidatos presidenciales estaba un fogoso anticomunista llamado Eduardo Chibás, fundador del Partido del Pueblo u Ortodoxo, del cual Fidel Castro era partidario. Haciendo campaña desde Florida, donde estaba residenciado, el expresidente Fulgencio Batista salió elegido como senador. Prío asumió el poder el 10 de octubre, mientras que Batista retornaba a Cuba procedente de Miami, luego de cuatro años de auto exilio. El 23 de diciembre, el presidente Prío lo recibió en el Palacio Presidencial. Batista no ocultó decir, que había hecho votos “para que perdure la cordialidad”. Esta tendría un término fijado por el “hombre fuerte” que había depuesto tres presidentes, colocando gobernantes a su antojo.
Las cosas no salieron bien para el gobierno de Prío. Las acusaciones de corrupción de algunos de sus funcionarios eran el pan de cada día, mientras que el llamado “gansterismo” se aposentó en las calles y en las universidades. Maleantes internacionales frecuentaban los casinos de La Habana y el comunismo andaba a sus anchas. Todo se arreglaba a punta de revólver. Cuando se eligió el alcalde de La Habana, el 1° de junio de 1950, Prío había lanzado a su hermano Antonio para oponerlo a un candidato apoyado por los comunistas, quien sería el ganador.
El 5 de agosto de 1951, al finalizar su programa de radio dominical, el senador Eduardo Chibás, quien acusara a su gobierno de “corrompido”, se dio un balazo en el abdomen con la intención de “conmover la conciencia cubana”. Desafortunadamente, la transmisión había concluido y los radioescuchas no oyeron la detonación. Velado en el aula magna de la Universidad Nacional, un representante de Prío debió ser evacuado ante la hostilidad de los partidarios de Chibás.
La “cordialidad” del senador Fulgencio Batista duró hasta marzo de 1952. El sargento que surgiera en la historia cubana en 1933 al comandar la revuelta que derrocó al dictador Gerardo Machado, decidió ponerse el uniforme de general, marchar al cuartel de Campo Columbia y terminar con el gobierno de Prío. Para muchos era un necesario acto ante el caos nacional. Por cierto, pasadas seis décadas, uno de los hijos menores de Batista, Roberto, autor del libro “Hijo de Batista”, diría que uno de los errores de su padre fue “el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952”.
Luis Hernández Contreras