“Creo que es posible definir clínicamente al fanático como una persona excesivamente narcisista; en realidad alguien muy próximo a la psicosis (depresión, mezclada muchas veces con inclinaciones paranoides), una persona que, como cualquier psicótico, está totalmente desconectada del mundo exterior. Pero el fanático ha dado con una solución que lo pone a salvo de la psicosis manifiesta. Ha elegido una causa, no importa cuál sea esta: política, religiosa, o cualquier otra, y vive para endiosarla.” E. Fromm: La condición humana actual. P.61.
Lo que usted leerá lo publiqué en el año 2000. Hoy nuestro Diario de los Andes ya no circula en papel. Un dato a no olvidar. Luego de revisar el Tópico pienso sostener algunas ideas expuestas. Tengo a mi favor el pasado de 18 años. Es decir que quienes tienen hoy esa edad pueden decir si fue o no apropiado lo allí dicho. En relación con otros lectores y con más de 18 años hoy también tienen la oportunidad de desmentirme. Dije en ese tiempo: Si algo tenemos que tener claro (en este proceso) es la manera en que la vieja cultura política punto-fijista va a defender sus privilegios. Una de esas vías es colocando a sus ideólogos en puestos claves de la dirección del proceso, otra es invitando a cumplir una Constitución que votaron negativamente (mayor cinismo solamente en Venezuela) y, la mejor de sus estrategias consiste en crear confusión respecto a cuál es el papel de la gente en los tiempos actuales. Según esta última maniobra, la gente debería preocuparse solamente por lo inmediato, por trabajar, por vivir la vida, por el hedonismo incontrolado. Que las cosas sigan como van en Trujillo y que aquí no se pida cuentas a los gobernantes es parte de esa estrategia. A fin de cuentas, reza esa estrategia, el problema es del gobierno nacional. Según sea el escenario. De tal manera que con ellas buscan confundir el proceso con el hecho electoral. Incluso, y eso es lo grave, hasta los defensores del gobierno caen en esas trampas cuando le
quitan contenido movilizador a la gente. No es posible admitir que teniendo buena parte del aparato institucional en sus manos demuestren incapacidad para impulsar los cambios radicales. Esa incapacidad es manifiesta en la cultura del divisionismo y el aislamiento de las bases sociales que le deberían dar cualidad al proceso. En efecto, ¿cómo entender que solamente para la borrachera electoral se tenga vitalidad organizativa? ¿Será que el mercado electoral está dominado por los que supieron aprovechar la cultura punto-fijista y hoy ayudan a los nuevos actores para conservar privilegios malos habidos? Vienen nuevos tiempos donde nada está dicho previamente, usted puede hacerse el loco o decir que las instituciones ya funcionan. (ojo aquí). También puede y eso es legítimo, hacer negocios con el proceso tal y como los amigos de Betancourt, Caldera, Herrera o Pérez hicieron en su momento. (La corrupción no se detuvo) Ya existen algunas muestras, pero el signo de esos tiempos es la calle, es el accionar cotidiano por una mejor calidad de vida y por el respeto a la persona. (¿Se hizo eso?) Acompañar la gente en sus luchas, incluso si van contra el gobierno de turno, es una clave para estar en el proceso. Hacer lo contrario es salirse del mismo y eso es un signo de negocio en el proceso. Tener un
periodismo de denuncia constante en sus pruebas y lograr un equilibrio político donde se cumpla la línea constitucional es una parte positiva del proceso. (Algunos medios lo hicieron y los cerraron) Sin embargo, no darle al proceso nuevos códigos culturales donde el respeto por las ideas del otro, la tolerancia y el aceptar la diversidad, implica reproducir el pasado de una democracia representativa y no participativa. (¿Aprendimos? Para esos nuevos códigos es fundamental luchar, en el terreno de las ideas, contra la censura, contra los mitos políticos, contra las sectas y contra cualquier forma de exclusión. Saque sus conclusiones.