¡Ese colegio es viejísimo! Este comentario lo hacían muchos cuando se hablaba de los aniversarios y que en muchas ocasiones sólo se referían a la época desde que fue implantando el ciclo básico «María Rafols». Pero para los valeranos este sigue siendo el colegio de las monjas de Santa Ana, aquel de las niñas internas
La historia del colegio de las monjas de Santa Ana, luego “María Rafols”, pero mejor conocido como «Madre Rafols», tiene una única y larga trayectoria que comienza por allá en 1923 cuando las hermanas de Santa Ana abren en Valera una escuela para párvulos. Hoy, con 100 años de labor docente, es decir UN CENTENARIO, su labor ha sido tan fructífera que en un momento dado se enorgullecían en decir que era «el único instituto oficial que no tiene ni un pupitre dañado». Veamos a través de este recuento, el por qué de tal afirmación.
¡Ese colegio es viejísimo! Este comentario lo hacían muchos cuando se hablaba de la celebración de los aniversarios y en muchas ocasiones sólo se referían a la época en que fue implantando el ciclo básico «María Rafols» en 1971. Porque para los valeranos este sigue siendo el colegio de las monjas de Santa Ana, aquel de las niñas internas.
El escritor Adriano González León lloró en la capilla del plantel en una de sus vueltas a la ciudad. «Todavía están las flores moradas, dijo Adriano y se echó a llorar», llegó a contarnos en una oportunidad la hermana Luciferina -que así llama el autor de País Portátil a Carmen Inés González-.
Es que ellos, los muchachos se subían a los cerros para ver a sus novias, las internas, en el patio de recreo.
Mucha es la historia que guardan las paredes del “Madre Rafols”. Esta empezó en 1923, cuando las hermanas de Santa Ana extendieron su labor a Valera con la apertura de una escuela para párvulos.
Toda una vida en la calle 10
Ya para 1927 tuvieron el primer kinder, con 33 alumnos. El 10 de abril de 1928 se inauguró el colegio, que en 1931 sería inscrito en el Ministerio de Educación. En el 42 se inicia el primer curso de comercio y diez años después el curso normal.
En 1971, sobre la base de un contrato con el Ministerio de Educación, el colegio -donde se dictaba hasta quinto año y normal-pasa de privado a público, a nivel de ciclo básico, con el nombre de «María Rafols». Años después regresaría a sus raíces.
Hoy este centro educativo, firmemente arraigado en la vida de la ciudad, llega oficialmente a sus 100 años, con esta fecha es registrado ante el Ministerio, el 10 de abril de 1928, tiempo en el cual se ha reafirmado el propósito de las hermanas y del personal docente de darles a los alumnos una educación humana y espiritual completa durante todo su rico y floreciente historial, siempre ubicado en la calle 10 de esta urbe de Mercedes Díaz, rodeada de siete colinas.
Es otra cosa…
El «Madre Rafols» no es un colegio como cualquier otro. Eso se advierte desde el portal con timbre que hay que tocar para entrar y conseguirse con paredes y pisos limpísimos, con mobiliario en buen estado, además de la tácita y explícita presencia de manos hechas y acostumbradas al trabajo y al cuido.
Y ello no se debe solamente a la dedicación y exigencia de las monjas desde sus inicios, sino al de la comunidad educativa en general, a los representantes, alumnos, profesores, personal administrativo y obrero que han hecho posible, con su esfuerzo, la expresión y permanencia de muchas actividades extra curriculares que le han dado vida al colegio.
Toda la familia que ha conformado la comunidad del “Madre Rafols” siempre tuvo la oportunidad de involucrarse en interesantes experiencias desde la época de la Sociedad Bolivariana, el taller de artes plásticas, el periódico «Odemar» o el taller literario «La olla de barro», que siempre contó con el apoyo, no sólo económico, de la comunidad educativa.
Algunas de estas iniciativas han dado a conocer las potencialidades que se esconden en la institución más allá de sus puertas. Tal fue el caso de «La olla de barro», taller literario que nació por las inquietudes de los alumnos y la profesora de Castellano y Literatura, Miryam Godoy, en 1980.
Los frutos de «La olla» creada por la necesidad de combatir el fastidio, el aburrimiento y la indiferencia del alumno frente a la enseñanza del idioma, esa iniciativa, fue muy bien valorada por literarios y críticos de la valía de Adriano González León y Víctor Bravo, quienes acudían con frecuencia a colaborar en esto.
En una de sus visitas Víctor Bravo se expresó así de “La olla»: «Los talleres literarios no intentan formar grandes escritores… sino revelar a los jóvenes que, más allá de mistificaciones y extravíos, ellos tienen un imaginario a través del cual es posible recuperar la sensibilidad y la calidad de la vida”.
Estilo único de enseñar
El «Madre Rafols», imprime al alumno un tipo de educación enmarcada dentro de los valores de la sencillez, la hospitalidad, la alegría, el trabajo, la justicia y la libertad, como advertía en sus sermones la recordada hermana Carmen Inés González.
No por otra cosa es que quienes han conformado la institución se enorgullecen que en un momento dado «fue el único instituto oficial sin un sólo pupitre dañado» nos comenta Marlene Briceño, quien fue presidenta de la Comunidad Educativa en los años 80.
Esos pupitres del plantel fueron pasando de generación en generación y siempre estaban en óptimas condiciones, eso se lograba gracias al cuido y mantenimiento. Les enseñaban a los jóvenes, a todos los que han pasado por aquí, el deber de cuidar y mantener lo que es de todos.
Antes eran los mismos alumnos quienes ayudaban a reparar las cosas. Hoy ya no hay tiempo para eso, pero sí para orientarlos sobre el deber de mantener las cosas. Toda familia quiere un hogar decente y esa es la casa de muchos.
Valores patrimoniales
A la capilla asiste la comunidad del Colegio Madre Rafols para presenciar los oficios religiosos. La formidable estructura del inmueble es coherente con la calidad educativa que se imparte en esta institución católica. Destaca la mística docente, cultivada junto con la dirección de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana.
El Instituto del Patrimonio Cultural registró esta edificación en el censo del patrimonio cultural venezolano, que se realizó en 2004. Y asentó la edificación como bien de interés cultural en la categoría de lo construido de su catálogo del patrimonio cultural venezolano 2004-2009, municipio Valera, estado Trujillo.
En la actualidad
La Unidad Educativa Colegio “Madre Rafols”, para el Año Escolar 2016-2017, pasó a ser Escuela Técnica Comercial atendiendo a estudiantes de 1ero. a 6to. año en las menciones de Contabilidad e Informática. Actualmente su equipo Técnico – Directivo está estructurado por: Hermana Ana Cristina Henríquez, subdirectora de la Asociación Civil Colegio “Madre Rafols”; Lily Urbina, directora; Iría Ríos, subdirectora; Carlos Montilla, coordinador pedagógico; Michael Rivero, coordinador de evaluación; Juan Carlos Santos, coordinador de 1ero. a 3er. año; Marisela Jiménez, coordinadora de 4to. y 5to; Marineila Butrón; coordinadora de pasantías; hermana María Elena Ángel, coordinadora de pastoral; y Lisette Peña, orientadora. La matrícula institucional es de 597 estudiantes.
De interés
La primera sede se instaló en una quinta contigua al Hospital Nuestra Señora de La Paz, donde trabajaban las hermanas.
El primer curso acogió a ciento diez alumnos. Durante los días festivos acudían unos sesenta niños al catecismo dominical.
En 1930, se amplió el edificio para abrir un internado con todos los avances pedagógicos, con amplias dependencias modernas, grandes patios y hermoso jardín.