Colabora con la rifa de Fe y Alegría |  Por: Antonio Pérez Esclarín

 

Por: Antonio Pérez Esclarín (pesclarin@gmail.com)

Fe y Alegría, el principal producto de exportación de Venezuela, según algunos, pues está hoy presente en 22 países y varios otros han manifestado su deseo de incorporarse a ese movimiento de educación popular integral, nació en un rancho de Caracas en lo que es hoy el 23 de enero, como fruto de la generosidad del albañil Abrahán Reyes y su esposa Patricia.  Los esposos Reyes habían brindado la sala de su casa para que se celebrara en ella la primera comunión de setenta niños y niñas, fruto de la labor catequética de los estudiantes de la recién fundada Universidad Católica Andrés Bello. En la homilía, el P. Vélaz habló de la necesidad de profundizar la labor  formativa mediante un proceso de educación  sistemática. Para ello, necesitaban construir una escuela, donde todos esos niños y niñas pudieran salir de  la ignorancia y labrarse un futuro promisor. Al terminar la misa, uno de los asistentes, el obrero  Abrahán Reyes,  se acercó al Padre y le dijo: “Si usted quiere hacer una escuela, ponga las maestras que yo le regalo este local”.

Siete largos años le había llevado a Abrahán y su esposa Patricia construir la casa, ladrillo a ladrillo, como las construyen los pobres. Cuando lograban reunir cien bolívares, corrían a comprar cemento, bloques o cabillas, no fuera que se les presentara algún percance y tuvieran que gastar el dinero. Poco a poco, como un árbol de vida, la casa de Abrahán y de Patricia fue creciendo de sus manos y sus sueños. No había agua donde la construían y tenían que carretearla  en latas de manteca que cargaban sobre sus cabezas varios kilómetros desde el pie del cerro. Y cuando todavía estaba fresco el olor a cemento y no se habían acostumbrado al milagro de verla terminada, se la regalaron al Padre Vélaz para que iniciara en ella su sueño de sembrar los barrios más pobres con escuelas: “Si me quedo con ella –trataba de argumentar Abrahán ante el asombro del Padre- será la casa de mi mujer y los ocho hijos. Pero si la convertimos en escuela, será la casa de todos los niños del barrio”.

El gesto de Abrahán conmovió profundamente al Padre Vélaz y le mostró el camino a seguir. Si había personas capaces de darlo todo, sí sería  posible realizar el sueño de llenar de escuelas los barrios más empobrecidos. El iría de corazón en corazón, sembrando sueños y la audacia y el valor para convertirlos en  realidades.

“Escuela: Se admiten niños varones”, decía el tosco cartel que pusieron al día siguiente en la puerta del rancho de Abrahán y de Patricia.  Y empezaron a llegar ríos de niños.  Las clases comenzaron sin pupitres, sin pizarrones, sin mesas, con cien niños y adolescentes sentados en el piso. Como eran muchos  para una sola maestra, dividieron la sala con unas tablas en dos aulas. Diana y Carmen, dos muchachas del barrio de apenas quince años y con sólo el sexto grado de primaria, fueron las primeras maestras. No sabían cuándo ni cuánto les iban a pagar, pero sus corazones ardían con  deseos de servir.

Pero en aquellos años que no se permitía la educación mixta,  las niñas quedaban sin escuela y la necesitaban tanto o más que los varones. Y empezaron a decirle al Padre Vélaz que ellas también querían estudiar.  El Padre  se dedicó a visitar los  ranchos del barrio para ver si encontraba algún local apropiado, pero  nada: todos resultaban demasiado pequeños. Cuando se enteró  Abrahán Reyes, le mandó a decir con uno de los estudiantes universitarios: “Veo, Padre, que usted todavía no me tiene confianza. No siga buscando más: Me queda  abajo otra sala donde podrán colocarse las niñas”.

Setenta y cinco niñas entraron en la sala de abajo de la casa de Abrahán. Sólo hizo falta otra maestra, Isabel, también de quince años y sexto grado de primaria, para poner en marcha la nueva ampliación. De este modo, llegaron a 175 los primeros alumnos de Fe y Alegría.

Como había intuido el Padre Vélaz, el gesto de Abrahán y de su esposa Patricia habría de despertar múltiples y espontáneas generosidades que, desde sus inicios, marcaron la trayectoria de Fe y Alegría y la hicieron posible: una de las estudiantes universitarias, impresionada al ver a los niños sentados en el piso,  se quitó los zarcillos de platino que llevaba y  los regaló para comprar unos bancos. Para sacar más dinero, los jóvenes decidieron organizar una rifa con los zarcillos, pues estaban seguros  que muchos familiares y amigos colaborarían con esta obra tan insólita y osada. Los rifaron y obtuvieron cuatro mil bolívares, los primeros centavos que entraron en la tesorería de Fe y Alegría. Con ellos compraron  unos bancos toscos para los alumnos y pagaron  los primeros sueldos a las  maestras que habían iniciado su trabajo con total desprendimiento.  Esa fue la primera rifa de Fe y Alegría. Posteriormente, la rifa llegaría a convertirse en una especie de cruzada nacional que aglutina infinidad de generosidades anónimas  para posibilitar educación de calidad a miles de estudiantes.

En este año en que Fe y Alegría está cumpliendo 70 años, ha organizado la rifa con setenta premios, setenta oportunidades para ganar, transformar vidas, y sobre todo un medio para que todos nos involucremos en la educación, pues si la educación es un derecho es también un deber de todos. Por  tan sólo 3 dólares que es lo que cuesta cada boleto, vas a contribuir a un futuro lleno de oportunidades para quienes más lo necesitan, y vas a posibilitar . una mejor educación a miles de estudiantes en alguno de los cuatro programas de Fe y Alegría: 176 escuelas de educación formal que atienden unos 100.000 estudiantes, desde educación inicial hasta media técnica; otros 11.206 alumnos participan en centros de capacitación; 5.673 estudian a través del sistema de educación radiofónica, y 3.911 jóvenes y adultos estudian en sus cinco institutos universitarios. Además, Fe y Alegría cuenta con un Centro de Formación e Investigación, que produce teoría pedagógica en contextos de marginalidad y colabora con sus cursos, foros, talleres y publicaciones en la formación permanente de miles de educadores, públicos y privados.

Sé parte de Fe y Alegría, contribuye a llenar a Venezuela de fe, sonrisas y esperanza y ya verás cómo tu corazón se inunda de alegría.

Para mayor información, comunícate con el teléfono 0412-4102030. Muchas gracias.

 

@antonioperezesclarin     

www.antonio perezesclarin.com

 

 

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