Ciro, Jesús y Alfredo: Origen y Transcendencia | Por: Orlando Rodríguez

 

Fueron tres jóvenes, nacidos en la misma tierra de bucares, aquella que enclavada entre las montañas andinas hace de vigía al vuelo anual de las mariposas multicolores, al buen hablar de su gente, el decir jocoso y dicharachero de Trino Bracamontes, del «Negrito Che» y la hospitalidad de Julieta y su posada siempre abierta, y la mesa servida con mantel y cubiertos para el «pase adelante cómase algo.» Y cómo decir que no..?

Aun esa tarde existía, porque la noche no había llegado por completo, y en los gallineros se escuchaba el cacarear, también los perros ladraban sin razón aparente, las mulas del señor Hernán Viera se les veía inquietas, y el palomar que había en la pensión de Julieta, revoleteaban por sobre los techos de las casas, y por momentos se posaban cansadas al borde del campanario, y en un alar de la iglesia.

Sin incluir esos detalles, todo parecía indicar, que era el  comienzo de una noche tranquila, además de fresca…

Así como eran casi todas las noches en Carache. La luna en creciente, parecía más grande, y con un leve color guayaba, como si llegaba de visita, por los lados de las montañas colindantes con San Pedro y Barbacoas, los poblados más vecinos del estado Lara.

Esa tarde como en otras oportunidades lo habían hecho, los tres amigos; Alfredo, Jesús, y Ciro habían caminado río arriba, hasta el lugar donde las aguas se empozaban, y hacían de la diversión de los muchachos del pueblo.

Los tres armonizaban y disfrutaban de compartir sus sueños y sus anhelos, Alfredo quería ser cantante, y conocer Caracas, Jesús quería ser médico y escritor, a Ciro por su parte le apasionaba, la pintura, la escultura y la talla en madera.

Ese día se les había hecho tarde, porque se habían distraído  más de lo usual, y cuando llegaron al recodo del río, desde donde se divisaba el pueblo, pudieron ver el revoletear de  las bandadas de palomas, que parecían hacer filigranas como ensayadas.

Los perros alborotados ladraban sin cesar, las luces del escaso alumbrado público, se veían amarillentas, y el cielo se tornaba de una extraña combinación entre púrpura y rosa…

!Muchachos!

«Este paisaje, con esos matices sí que provoca  pintar» -dijo Ciro- haciendo movimientos como si pintara en el aire su cuadro imaginario.

Estaban a escasos metros de la plaza, cuando se escuchó aquel particular estruendo, que venía desde el suelo, acompañado del griterío de la gente que salía en algarabía de las casas, de las pulperías, y desde la iglesia…

¡Carajo está temblando!

Dijo Jesús, al tiempo que empujaba a sus amigos hacia el medio de la calle, alejándoles de las paredes.

Había sucedido otras veces, ya que una falla geológica antigua, llamada «La falla de Boconó» afecta a los pueblos que se encuentran a lo largo de esa cordillera, incluyendo Chabasquén en Portuguesa y El Tocuyo, en el estado Lara.

Esa noche los tres amigos estuvieron sirviendo de asistentes en el puesto de policía de Carache. Apenas si tendrían los quince años, y parecían un equipo.

Al día siguiente, llegaría la noticia que el temblor había causado graves daños en El Tocuyo.

Vivieron entre lo cotidiano y ocasional sus mejores años en el pueblo que les viera nacer.

Jesús y Alfredo, tuvieron unos amoríos por los lados de las «Lomas de Bonilla» y frecuentaban ir a lomo de caballo y en más de una oportunidad regresaban tarde en la noche.

Ciro por su parte, prefería pasar la mayor parte de su tiempo en la Casa Parroquial, hurgando en su pequeña biblioteca, donde había un buen número de volúmenes del Barroco Italiano.

Lo mejor -para él- eran los fragmentos de las técnicas elementales de Rafael, Davinci, y de los pintores y escultores como Bernini, y Caravaggio.

Los tres vivían por separado sus inquietudes artísticas, a la vez que respetaban y se aupaban para que cada quien lograra sus metas.

El más extrovertido era Alfredo, quien sin hacer alarde solía interpretar fragmentos de pasodobles o canciones de Agustín Lara.

Ciro por el contrario algunas veces tallaba en un pedazo de madera, con una navaja a la que le sacaba filo sobre una piedra, la que mojaba primero con un poco de su saliva…

Casi siempre se inspiraba en figuras religiosas -era su pasión-

Jesús siempre de buen humor, entonces le hacía fondo musical con su silbido a canciones de Jorge Negrete y José Alfredo Giménez, también en oportunidades les recitaba poemas de su inspiración.

El primero en marcharse del pueblo de Carache fue Alfredo Sánchez, su familia se iría a vivir a Caracas, y de esta manera se estaría cumpliendo uno de sus anhelos más deseados: «Conocer Caracas».

Luego le seguiría Jesús Quevedo quien se iría a culminar sus estudios de Bachillerato en el Liceo Cristóbal Mendoza en la ciudad de Trujillo.

Por último se marcha Ciro Benítez quien tras cautivar al público con sus exposiciones, se atrevió a dar el salto y de un solo brinco aterrizó en el propio Vaticano.

¡Caramba!

«Y saber que algún día, cada uno de nosotros a su vez, saldrá por la vía que conduce a las «Lomas de Bonilla» desde donde voltearemos una vez más -quizá la última- y veremos el valle atravesado por el Río Minunboc que desciende tranquilo, y en tono musical de «mi menor» Entonces no sabremos… Cuándo mi pueblo Carache te volveremos a ver..? Porque al igual que tus sabrosas acemas, nos iremos con un trozo de queso y papelón en el corazón»

«Con el transcurrir del tiempo, algunas cosas se transforman y levemente se asemejan a lo soñado, otras sin embargo se hacen realidad, y son tan parecidas al imaginario que provoca volver a soñar»

 

UNA CITA

“He creado un pequeño compromiso histórico, que es lo único que llevo a la tumba, es decir haber dejado testimonio de un pequeño peregrinaje por un pueblo hermoso, un pueblo lleno de leyenda, de calles empedradas, de esas famosas bandadas de mariposas que no me abandonan, ni en el momento de mi agonía, y aquellas bellezas de casas con sus matas de manzanas, con sus duraznos, con sus matas de cayenas, aquel esplendor de aquellas mujeres, tan dedicadas al boato de la religiosidad”

 Rodolfo Minunboc.

 

NOTA: Estos tres amigos que comparten vivencias en este relato ilusionado en mi lápiz, en la vida real fueron conocidos como:

Alfredo Sánchez Luna; (a) ALFREDO SADEL. (Cantante Venezolano)

Ciro Benítez; (a) RODOLFO MINUNBOC. (Pintor y Escultor)

Jesús Quevedo; Dr. JESUS QUEVEDO TERAN. (Odontólogo y Escritor). Los 3 están inmortalizados en Wikipedia.

 

UN APARTE: Jesús Quevedo mi amigo y vecino en el Prado, Trujillo, me aseguró en una oportunidad que Alfredo Sadel era oriundo de Carache. Jesús Quevedo, escribió entre otros, un poema de cuento vivencial titulado «El mocho del camposanto» tan bello como el mejor! A la memoria de mi gran amigo, Jesús Quevedo Terán.

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