Lima, 30 may (EFE).- Con más torpezas de los candidatos que aciertos estratégicos, la polarizada campaña electoral peruana se acerca a su fin para dar pie a que más de 25 millones de ciudadanos elijan el próximo domingo entre dos visiones diametralmente opuestas el futuro presidente del país.
En medio del embate de la pandemia, Pedro Castillo y Keiko Fujimori miden fuerzas en una justa que augura pocas salidas a la grave crisis política en la que ha estado sumido el Perú desde 2016.
Estas son cinco claves que explican estos comicios.
1.- DUELO ANTAGÓNICO
Con un 19 % de los votos válidos, Castillo logró un sorpresivo triunfo en la primera vuelta electoral, aupado por el voto izquierdista pero conservador del campo andino, que alzó su voz frente al centralismo limeño, la clase política tradicional y la corrupción sistemática del aparato estatal.
Natural de la humilde provincia andina de Chota, este maestro rural y líder sindicalista postula a la presidencia por Perú Libre, un partido «marxista-leninista» que aboga por un «cambio profundo» en el país.
Nueva Constitución, un Estado fortalecido con control sobre la economía, nacionalización de empresas y mayores impuestos para la explotación de los recursos naturales del país son algunas de sus recetas.
Todo contrasta con la continuidad que ofrece la candidata del partido derechista Fuerza Popular, Keiko Fujimori, hija y heredera política del expresidente Alberto Fujimori (1990-2000).
En su tercer intento por convertirse en la primera mujer al frente del Estado, apuesta por la permanencia del modelo económico neoliberal y la carta magna vigente desde 1993, aprobada en referéndum pero fruto del «autogolpe» de Estado cometido por su padre.
Una de las pocas cosas que no están en juego es el conservadurismo, pues ambos candidatos son recalcitrantes enemigos de la apertura de los derechos sociales.
2.- UN ABISMO GEOGRÁFICO
Más allá de enfrentar ideas dispares, la contienda escenifica el abismo que divide Lima de la población rural de los Andes, históricamente relegada al olvido por las élites capitalinas.
El maestro arrasó en primera vuelta en regiones donde la mayoría de la población es rural y pobre y él mismo encarna los valores más humildes del interior del país donde mantiene su bastión electoral.
Así lo sostienen los sondeos, que dan una tímida pero firme ventaja general a Castillo, quien recibe un respaldo abrumador en el sur y centro del país -regiones andinas-, mientras que la candidata de Fuerza Popular domina en Lima.
3.- CAMPAÑA DE «ANTIS»
El apoyo a Fujimori – que cuenta con un abrumador respaldo mediático y de figuras como el Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa- parece haber tocado techo con aproximadamente un 40 % de las preferencias, cercado por el arraigado «antivoto», que ya le costó las derrotas de 2011 y 2016.
De hecho, acostumbrados a votar en segunda vuelta por «el mal menor», muchos peruanos se encuentran esta vez en un embrollo que los obliga a sopesar dos corrientes definidas por el rechazo a la postura rival: «antifujimorismo» o «anticomunismo».
Ambos candidatos intentaron, con torpeza y virajes estratégicos, captar a los votantes más indecisos durante la campaña electoral, pero si contar con ases bajo las manga.
Fujimori, que de ganar la presidencia eludiría un juicio por el que le piden 30 años de prisión por lavado de dinero, se ha servido de la retórica «anticomunista» para «alertar» del «peligro» de un eventual Gobierno de Perú Libre.
A la amenaza de que el país puede ser «una nueva Venezuela», combinaron el «terruqueo», las acusaciones de vínculos terroristas que la derecha peruana emplea sistemáticamente para referirse a cualquier postura de izquierda.
Por su parte, Castillo apostó por un improvisado periplo territorial y moderó su discurso para deslindarse de la controvertida figura de Vladimir Cerrón, presidente de Perú Libre, ideólogo del partido y quien ha sido condenado por corrupción.
El líder sindicalista se demoró en presentar a su equipo técnico y tardó en ofrecer un plan de Gobierno con el que matizó hacia el centro las propuestas originales de su partido.
4.- SIN LUZ AL FINAL DEL TÚNEL
Ante esta engorrosa encrucijada están los millones de ciudadanos que no votaron por ninguno de ellos en la primera vuelta electoral, donde apenas uno de cada cinco electores optó por estos dos candidatos.
El escenario presagia una magra legitimidad para el que resulte finalmente electo y es poco halagüeño para la salida a la grave crisis política y moral que atraviesa Perú desde hace un lustro que llevó a la caída de tres presidentes y la disolución del Congreso.
Desde 2016, la política peruana está marcada por las pugnas entre el Legislativo y el Ejecutivo, que parecen estar lejos de acabar, pues ni Castillo ni Fujimori tendrán mayoría en un nuevo Congreso, que integrarán hasta diez fuerzas políticas.
El que gane, no tendrá números para garantizar la gobernabilidad, impulsar reformas de fondo o impedir intentos de destitución y estará a expensas de terceros.
5.- CRISIS SANITARIA
Perú celebrará el balotaje poco después de cerrar abril como el mes más mortal desde la llegada del coronavirus, que aún no da tregua al país sudamericano, donde la enfermedad ya ha dejado más de 1,9 millones de casos confirmados y decenas de miles de muertes.
Es evidente que el ganador tomará las riendas de un país agotado en la batalla contra la covid-19, con hospitales saturados y un personal sanitario exhausto.
Igual, ambos ha prometido acabar con la cuarentena en el país y también coinciden en la promesa de avanzar con la vacunación, dejar atrás los encierros e incrementar el presupuesto del sector Salud, sin explicar más detalles.