Por: Luis Manuel Solarte Cañizalez
Hoy, 19 de diciembre de 2025, es un día de celebración cumpleañera para los betijoqueños, propicia la fecha para el revivir de los valores y cualidades de un ser humano muy especial, un personaje que signó espiritualmente a Betijoque con sus emprendimientos y una lluvia multicolor pétalos humectados de musicalidad y poesía. Es un cumpleaños que entraña sentimientos de gratitud y reconocimiento, de conexión con un betijoqueño de corazón que elevó los impulsos de su sentir creativo hasta la sublimidad para orlar de arte a Betijoque, la tierra que lo acunó por muchos años y donde su figura palpita vital e inalterable en el alma sentimental de los nativos. Nos referimos a un prohombre de la betijoqueñidad que con cariño y entusiasmo destacamos el centenario de su nacimiento: el poeta Luis Mario Madriz.
Madriz, quien nació el 19 de diciembre de 1925 en Clarines, Estado Anzoátegui, siendo muy joven y debido a su profesión de telegrafista, desde su pueblo natal, inicia un circuito con estancias en Zaraza, Valle de la Pascua, Chaguaramas, San Francisco de Macaira y lo cierra en Clarines. Frisando los treinta años de edad, de Clarines es trasladado a Betijoque para asumir formalmente la oficina de Telégrafos Federales de esta población. Este provinciano viandante, que arrancó impulsado por el buen aire de encontrar un esperanzador destino, llevaba en su personal naturaleza una cuantía de enjundiosa inspiración; con ella iba de un lugar a otro en pos de buena tierra de sembradura para su recargado espíritu creativo, hasta que un venturado día, la fuerza bondadosa del Creador le proveyó la tierra fértil donde hizo su sementera, la regó con sus animados sentimientos y, al tiempo requerido para la cosecha, fue recogiendo abundantes y primorosos frutos artísticos para júbilo y usufructo de los betijoqueños.
Efectivamente, Luis Mario Madriz se presentó en Betijoque el 3 de octubre de 1955 para asumir formalmente la oficina de Telégrafos Federales de este pueblo, hecho que le brindó la oportunidad de sostener, sin mayor retardo, una comunicación fluida y expedita con los lugareños y, en esa relación, éstos van descubriendo en el foráneo los notables rasgos de su trato afable y cordial, temperamento alegre y extrovertido y, desde luego, un dialecto notoriamente distinto. Dada su natural soltura y gentileza para sociabilizar, muy luego está presente en las distintas actividades de la sociedad betijoqueña, como los movimientos institucionales, culturales deportivos, religiosos, educacionales y otras más del hacer y acontecer betijoqueño.
En tal sentido, una de las facetas en la cual sobresalía la personalidad entusiasta y participativa de Luis Mario Madriz era su pasión por los deportes, de la disciplina que fuese, pero especialmente el beisbol. Recordemos que, a finales de 1959, Luis Mario Madriz, junto con el presbítero Ángel María Quarti, los hermanos Pedro y Horacio Matheus, José Ignacio Linares, Jesús Viloria, Augusto Cubillán, Carlos Franchi (hijo), Arcadio Vázquez, Ismael Pérez, Juan Rincón, Epifanio Durán y Aureliano Campos, se encargaron de fundar el equipo de beisbol “Betijoque” bajo el patrocinio de la empresa Café San Benito.
Así como en el deporte, a la brevedad se incorpora Madriz al deleitable mundo musical de los betijoqueños, en el que se estrena produciendo melodías gratas al oído, pero ahora identificadoras del alma musical de Betijoque. A decir verdad, sobre su desempeño como compositor, asunto que había iniciado desde muy joven en las inmensidades de las llanuras orientales y centrales del país, se deja llevar en las alas de su estro armónico y las notas dulces de su cuatro para elaborar sus canciones. Con la ventaja que le deparaba su inagotable ingenio para poetizar, le adicionaba a la gracia pegajosa de sus melodías el primor rimado de bellidas letras, hecho que tenía como resultado feliz exquisitas páginas de fina factura poético-musical.
De su numerosa y granada producción musical, en esta oportunidad sólo nos referiremos a tres valses que tocan sensiblemente a igual número de aspectos fundamentales de la temática identitaria de los betijoqueños, que, por orden de aparición en el tiempo, enumeramos: “San Benito”, “Betijoque” y “Sabio Rangel”. En realidad, estas piezas son un trio de canciones frescas y de buen gusto que fulguran con luz propia en la constelación de las armonías sonoras trujillanas, y que, para los betijoqueños, son tres guirnaldas musicales que, entrelazadas, encierran en su temática una intensa carga de simbolismo betijoqueño y son la carta de presentación del ideario musical de la tierra de Rangel.
Durante la estancia del poeta Madriz en Betijoque, su vena artística mantuvo siempre un flujo continuo de energía activa y propulsora para elaborar con brillo un extenso trabajo poético, arte sublime que había iniciado desde su mocedad en los parajes de los horizontes sin fin de las planitudes anzoatiguenses y guariqueñas. Sin lugar a dudas, Luis Mario nació con singular vocación para escribir en verso, pues el sentimiento lirico estaba alojado muy dentro de su cuerpo y alma desde el primer momento de vida, y, en ese dinámico proceso de vivir versificando, con encendido afán se consagró a escribir poesía de manera espontánea, ingeniosa y persistente, al punto que, cualquier hecho importante, personajes notorios o no tanto, paisajes pintorescos y hasta cualquier aspecto cotidiano que apreciaran sus sentidos, era motivo libre y voluntario para obrar poéticamente.
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En el campo de la expresión artística virgiliana, El poeta Madriz logro la publicación de una voluminosa obra desbordante en poesía, que en Betijoque inició en 1959 con el poemario “Jagueyes”. Luego, en abril de 1970, comienza a acercarse a la musa que en adelante marcaría su travesía artística con la publicación de un poemario que tituló: “Loores a ti Rangel”. Para el mes de abril del siguiente año, aparece la obra “Rangel Luz de un Pueblo”, una biografía de Rafael Rangel concebida en prosa poética y un haz de sensibles poemas dedicados al parasitólogo betijoqueño. En 1977 surge una obra dramática que titula: “Vida y Muerte del Sabio Rafael Rangel”, que fue escenificada el 25 de abril del mismo año. Como aporte para la celebración del centenario de Rangel, en 1977, publica el libro “Cien Años Rangelianos”, una abultada compilación de trabajos literarios dedicados a Rangel, algunos editados en años anteriores y otros recientes y a bautizar.
En 1980, tomando como base los versos de la poesía “Justo Brito y Juan Tabares” del poeta anzoatiguense Ángel Celestino Bello, hizo un excelente drama que lleva el mismo nombre. Alrededor de 1981, para la lectura y entretenimiento de los niños, despunta el poemario “Manojito de Versos Infantiles”. Con motivo del cumpleaños de Rangel, en 1987, Madriz dedica una colección de poemas a Rangel, que denomina “Recordando a un Sabio”. Su última labor escrituraria fue un ensayo publicado en 1998, a pocos meses de su deceso, la cual denominó “Verdades Rangelianas”.
Entre tanto, Madriz no sólo se conformaba con el hecho mismo de producir música y poesía, su naturaleza expresiva y alegre le facilitaba el mostrar ante el público el producto de su ingenio artístico. De manera que, con cierta frecuencia, lo veíamos vocalizando sus temas musicales o recitando sus versos, actos que realizaba con generosidad y mucho sentimiento, pues era parte de su espontáneo comportamiento existencial. Así lo atestiguamos quienes lo vimos actuando en varios escenarios del pueblo, como el auditorio de la Institución Betijoqueña, instituciones educativas, fiestas familiares, Club 24 de Junio, también en las celebraciones de los triunfos del equipo de beisbol “Betijoque”, en los ejercicios románticos serenateros, etc.
Como Luis Mario Madriz nació en el noroccidente del Estado Anzoátegui, se le cataloga geográficamente como oriental; pero, en el desenvolvimiento existencial de su cuerpo y espíritu, en los sentimientos que avivan a su obrar artístico-literario, se manifiesta un gentilicio muy particular, el cual surge espontáneo como producto de su identificación plena con el escenario paisajístico y el espíritu alegre de las llanuras orientales y centrales del país, parajes del inagotable horizonte donde Madriz estuvo asentado durante la mayor parte de su temprana juventud y donde comenzaron a revelarse sus inquietudes de compositor y poeta. Ahora bien, a partir de 1955 en adelante, durante su etapa como morador de Betijoque, se va configurando un gentilicio muy particular por adopción y, felizmente, en este pueblo su don creativo se enriquece con los nutrimentos que le convidan el paisaje y el sentir betijoqueño. Así, pues, consustanciado con los variopintos nutrientes que alimentan a su creatividad fecunda, en el caldero betijoqueño su obra cultural se cuece aliñada con los ingredientes andinos y llaneros.
A poco de estar en Betijoque, el poeta se encuentra con la figura memorable del sabio Rafael Rangel y, como consecuencia de esta novedad que impactó de forma singular a sus impulsos de artista, los encausa por la senda de producir una porción muy importante de su obrar lirico, con la que honra, elogia y enaltece pletóricamente al esclarecido científico betijoqueño. En ese loable faenar para glorificar a Rafael Rangel, ningún otro semejante lo ha igualado, pues este personaje betijoqueño acaparó una voluminosa cuota de su trabajo poético-musical por muchos años; por eso, con propiedad y sin reservas de ninguna especie, al vate Luis Mario Madriz se le puede calificar con justificada razón como “el poeta de Rangel”.
Este trabajo escriturario, elaborado con motivo de los 100 años del poeta Luis Mario Madriz, es una manera modesta de honrar a su figura y, desde luego, un reconocimiento que él se ganó sobrado de méritos artísticos y cualidades de ciudadano ejemplar. Demos gracias y vítores a este ser humano que, procedente de tan lejos, a la claridad de una tarde exornada de arreboles, llegó a Betijoque anegado de sensibilidad propicia para el hacer espiritual y hermoso. Atrás quedó buena parte de su estirpe e incontables afectos; a igual dejó a sus espaldas la vastedad soleada de su llanura tachonada de ríos, esteros y morichales, en Betijoque echó raíces y vivió feliz y en hermandad con sus moradores; y, a lo largo su cotidiano vivir y hacer sensible, con inusitado fervor le ofrendó a esta tierra mucho de lo que burbujeaba hirviente en su mundo interior de consumado poeta y compositor. Su espíritu sociable y vivaz, sus hermosos versos y endulzadas melodías, hasta en los más escondidos rincones de la urbe de Rangel se regaron gratos en el curso de la claridad del incendiado sol, de los crepúsculos agónicos del violáceo atardecer y de las noches profundas de bohemia y serenata.
Con amor intenso, el poeta Madriz quiso a borbotones a la ciudad que le brindó la calidez de su hospitalario cobijo; y, desde los primeros días asentado en su suelo, se abrazó con ella y la hizo suya hasta el último suspiro de su vida; y, para beneplácito de los betijoqueños, año tras año, fue extendiendo sobre la meseta de Pitijoc el cendal fascinante de su voluminosa oda dedicada a Betijoque y a Rangel. Pero, un día de cenizosas nubes y tenue luz solar, se calló su lira, cesó su tiempo vital en dulce paz con el Señor y se marchó para siempre con el halo de sus triunfos y aciertos, con el respeto, el cariño y la admiración de los betijoqueños. Más, en Betijoque, la tierra de sus ilusiones, su personalidad cándida y alegre, su sentir musical y lírico no mueren jamás, antes bien, su bagaje cultural en esta población sigue vigente y en vigor, yendo y viniendo por calles y esquinas, adherido en cada muro y en cada tejado, inmerso en las honduras de La Vichú, conviviendo con los aromas del follaje y de las flores; pero, esencialmente, ese flujo sentimental de su musical y poesía está entero y presente en la memoria y el recuerdo de los betijoqueños.
Un laurel para Don Mario Madriz y que sea eterna la gratitud de los betijoqueños con él.
Luis Manuel Solarte Cañizalez
Trujillo, 19 de diciembre de 2025
