Ernesto Rodríguez (ernestorodri49@gmail.com)
Las investigaciones científicas evidencian la importancia de ejercitar permanentemente el cerebro en todas las edades.
Se ha descubierto que cuando realizamos una tarea específica entonces aumenta el flujo sanguíneo y la actividad neuronal en una zona determinada del cerebro.
Las mitocondrias son organelos celulares que producen la energía en la célula y cuando una célula tiene mucha actividad entonces aumenta su número de mitocondrias. Los experimentos con animales indican que la cantidad de mitocondrias en una zona determinada del cerebro puede aumentar si se utiliza esa zona, o puede disminuir si no se utiliza. Por ejemplo, cuando un gato tenía uno de sus ojos tapado permanentemente, las partes de su cerebro que analizaban la información visual procedente de ese ojo contenían pocas mitocondrias, probablemente porque ese ojo no se utilizaba.
En el caso de los humanos se piensa que ocurre algo similar: Cuando una zona cerebral se activa mucho y con frecuencia, entonces aumenta el número de mitocondrias de esa zona. En los músculos humanos se sabe que ocurre eso, porque la disminución en el uso de un músculo conduce a una disminución en su cantidad de mitocondrias. En consecuencia, muchos autores consideran que la decadencia de las funciones mentales con la edad, se puede frenar con una intensa actividad mental.
Además se piensa que esto es cierto en todas las edades. Así, investigaciones recientes llevadas a cabo por psicólogos alemanes han demostrado que incluso irse de vacaciones durante diez días puede disminuir significativamente el coeficiente de inteligencia. Las personas que realizaron un test antes y después de sus vacaciones pusieron de manifiesto que habían perdido hasta 20 puntos de su coeficiente de inteligencia probablemente debido a la carencia de estimulación mental durante las vacaciones.
Ahora veamos las implicaciones de estas investigaciones para el desarrollo cerebral de nuestros jóvenes estudiantes. Resulta muy obvio que a medida que un estudiante desarrolle el hábito de la lectura, ejercitará más y más determinadas zonas cerebrales y cada vez se le hará más fácil leer y estudiar. Asimismo, a medida que lea desarrollará vocabulario, interpretará y analizará mejor lo que ha leído, etc.
Al principio puede suceder que al joven estudiante le cueste leer, pero a medida que se ejercite, cada vez se le hará más fácil. En conclusión, respecto al uso del cerebro, la moraleja parecería que es: “O lo utilizas, o te quedas sin él” (1).
En efecto, Steven R. Quartz (nac. 1963) y Terrence J. Sejnowski (nac. 1947) son neurocientíficos estadounidenses y refieren descubrimientos sobre el cerebro.
Ellos aseveran que el cerebro humano tiene una extraordinaria capacidad para desarrollar áreas estructurales específicas en respuesta a estímulos ambientales. Citemos sus palabras: “Si usted emplea una o dos horas al día durante las próximas tres semanas aprendiendo a tocar el piano, usted alterará la estructura de su cerebro. Específicamente usted alterará una parte de su cerebro que representa su cuerpo y ayuda a mover sus partes de una manera precisa (…) Cuando usted aprende a tocar el piano, usted estimula la región del mapa cerebral que representa sus dedos, lo cual constituye un reto para el cerebro, ya que tiene que aprender las nuevas habilidades motoras requeridas. El cerebro responde expandiendo la región que representa sus dedos (…) La nueva exigencia que usted impone a su cerebro propicia la reorganización dentro del mismo (…) Por el contrario, la inactividad cerebral puede conducir a una disminución en las representaciones cerebrales que fundamentan una habilidad, lo cual indica que el cerebro constantemente se está adaptando a los eventos externos que afectan la manera en que usamos nuestro cerebro” (2).
Por otra parte, hasta hace unos años se creía que los genes actúan de una manera rígida, pero los nuevos descubrimientos indican que los genes actúan de una manera flexible en respuesta a los estímulos ambientales. Ellos dicen: “Frecuentemente se cree que los genes actúan independientemente de las señales ambientales. No obstante, las señales del mundo externo informan rutinariamente a los genes sobre lo que deben hacer (…) Ahora sabemos que el aprendizaje y otras experiencias alteran rutinariamente la actividad genética humana. Aún más sorprendente, las experiencias tales como aprender, activan un tipo específico de gene (…) La experiencia visual activa genes para el desarrollo de la parte visual del cerebro, y desactiva los genes que mantienen inmadura esa parte visual (…) El cerebro y el mundo circundante constituyen un complejo sistema de interacción” (3).
Veamos las implicaciones de estos descubrimientos. Cuando un joven practica un deporte activa las zonas cerebrales concernientes a ese deporte, sea artes marciales, fútbol, baloncesto, o cualquier tipo de ejercicio físico. Lo mismo respecto a aprender a tocar instrumentos musicales. Respecto a la lectura, cuando un joven lee desarrolla las áreas cerebrales para la lectura y el análisis de lo que lea. Es muy importante que los jóvenes se acostumbren a leer. Las investigaciones científicas han evidenciado que la inteligencia de una persona y su riqueza de vocabulario manifiestan una correlación de un 80 % (4). Es decir, cuanto mayor sea la riqueza de vocabulario mayor será la inteligencia. Este resultado era previsible porque cuanto más rico sea el vocabulario de una persona, mayor será su capacidad para pensar con claridad y expresar con precisión sus ideas, imaginar posibles interpretaciones de un texto, razonar de manera eficaz y coherente, etc. Además es obvio que tener un bagaje cultural ayuda a interpretar adecuadamente un texto. Por otra parte, en mi artículo titulado: ‘Leer Obras Literarias y Mejoramiento Moral’ publicado en este diario (19/04/2015), vimos investigaciones de que leer obras literarias mejora la capacidad moral del lector. El lector se sumerge en la trama de la obra y se imagina lo que haría en tal o cual situación y juzga el comportamiento de cada personaje. Entonces es obvio que en nuestro país los jóvenes deberían tener acceso a buenos estímulos cerebrales…¡Lo cual no es la realidad que vivimos!!!.
Actualmente nuestras vidas son muy monótonas, rutinarias y empobrecidas por la carencia de variedad de actividades y ambientes. En efecto, el encierro por confinamiento empobrece la variedad de las experiencias y hay evidencias científicas de que eso disminuye la riqueza de conexiones entre neuronas en el cerebro. El neurocientífico estadounidense David J. Linden (nac. 1961), refiere lo que se conoce como ‘plasticidad neuronal’, es decir, la capacidad del cerebro para ser modificado según sean las experiencias que se tengan. Hasta principios de los años 1960 se creía que las conexiones entre neuronas en el cerebro no cambian. Pero la neurocientífica estadounidense Marian Diamond (1926-2017) y sus colaboradores, hicieron experimentos con ratas adultas y encontraron que cuando las sacaban de su ambiente monótono en su jaula individual y eran colocadas en un ‘ambiente enriquecido’ con juguetes, lugares para explorar y otras ratas, entonces al cabo de unas semanas, desarrollaban dendritas neuronales más grandes y mucho más ramificadas en la corteza cerebral y el hipocampo. No obstante, el proceso era reversible porque cuando esas ratas eran colocadas de nuevo en su jaula individual (‘ambiente empobrecido’), entonces su cerebro volvía a ser igual que el de las ratas que nunca habían sido sacadas de sus jaulas. Es decir, para mantener el cerebro más desarrollado hay que estar continuamente en un ambiente enriquecido y estimulante (5). En neurociencia se sabe que los resultados en roedores se pueden extrapolar al humano. El confinamiento en muchos casos empobrece el ambiente de las personas y empobrece el cerebro. Por eso en el encierro hay que buscar ‘ambientes enriquecidos’.
Por otra parte, muchas personas de todas las edades en nuestro país pasan gran parte de su tiempo viendo televisión. Pero el sedentarismo y ver mucha televisión no es recomendable. En tal sentido es pertinente referir los estudios del psicólogo húngaro-estadounidense Mihaly Csikszentmihalyi (1934-2021) sobre las actividades relacionadas con ‘Fluir’, cuyos componentes esenciales son: 1) La actividad representa un reto y requiere habilidad 2) Nosotros nos concentramos al realizarla 3) La actividad tiene objetivos muy claros 4) Al realizar la actividad obtenemos efectos satisfactorios inmediatos derivados de esa actividad, es decir, hay ‘retroalimentación’ inmediata 5) Nos involucramos profundamente en la actividad y sin esfuerzo. 6) Mientras realizamos la actividad mantenemos una sensación de control 7) Mientras realizamos la actividad nuestra sensación del ‘Yo’ desaparece 8) Mientras realizamos la actividad, no sentimos que el tiempo transcurre.
Csikszentmihalyi y sus colegas estudiaron la frecuencia de ‘Flujo’ en jóvenes haciendo un seguimiento de 250 jóvenes de ‘Flujo elevado’ y 250 jóvenes de ‘Flujo bajo’. Encontraron que los jóvenes de ‘bajo flujo’ pasan mucho tiempo en los centros comerciales, y ven mucha televisión. En contraste, los jóvenes de ‘flujo elevado’ se dedican más a deportes y actividades. Asimismo, encontraron que los jóvenes de ‘Flujo elevado’ tienen más éxito en sus estudios y su vida posterior (6). Por otro lado, se ha encontrado que el estado de ánimo de las personas cuando ven televisión es ‘ligeramente’ depresivo (7). El encierro debería ser aprovechado más bien para sumergirse en la lectura de buenas obras.
Estas investigaciones reivindican los planteamientos de Aristóteles sobre una ‘vida feliz’ (‘eudaimonia’). El psicólogo estadounidense Martin Seligman (nac. 1942) señala que para una vida feliz los placeres son importantes. Pero lo que denomina ‘satisfacciones’ son más importantes aún, y para experimentarlas hay que ejercer las fortalezas psicológicas y las virtudes, porque son las que permiten ‘fluir’. Finalmente, el sedentarismo es muy malo para la salud y en lo posible hay que hacer ejercicio físico que libera opiáceos en el cerebro como las endorfinas, y combate la depresión. NOTAS (1) La información de esta parte la he tomado de Pags. 271-274 de una importante obra científica titulada: ‘La energía de la vida’ (2002) (Edit. Crítica. Barcelona. España). El autor es Guy Brown, del Departamento de Bioquímica de la Universidad de Cambridge. (2) Steven R. Quartz and Terrence J. Sejnowski (2002) ‘Liars, Lovers and Heroes. What the new brain science reveals about how we become who we are’. HarperCollins, Pags. 41-42 (3) Ibid, Pags. 45-46. (4) Pag. 372 en Geoffrey F. Miller (2000) ‘The Mating Mind’. Doubleday (5) Pags 75-79 en David J. Linden (2007) ‘The Accidental Mind’. Harvard Univ. Press (6) Pags. 115-116 en Martin Seligman (2002) ‘Authentic Happiness’. The free Press (7) Pag. 176 en Seligman, Op.Cit.