Lima, 5 abr (EFE).- El presidente peruano, Pedro Castillo, revirtió este martes el toque de queda que había decretado en Lima y Callao tras una jornada en la que recibió críticas de buena parte de los políticos del país, entre ellos de varios de sus más estrechos aliados, mientras que miles de ciudadanos desafiaban a su autoridad con una protesta en las calles de la capital.
El anuncio lo hizo durante una reunión en el Congreso, siete horas antes del fin que tenía prevista la medida, y por sorpresa, del mismo modo que comunicó el lunes, al borde la medianoche, el estado de emergencia y el toque de queda en las provincias de Lima y Callao.
La orden, que afectó por más quince horas a unos 11 millones de peruanos y causó una pérdida económica estimada de 270 millones de dólares, según la patronal, pasmó a miles de ciudadanos que, a medida que avanzaba la jornada, pasaron del desconcierto a la indignación.
DISTURBIOS Y ENFRENTAMIENTOS
La tensión tuvo su eco en las redes sociales y en tímidos cacerolazos, pero se agudizó en la tarde en las calles del centro histórico de Lima, donde miles de personas desafiaron el toque de queda para pedir la renuncia del gobernante en una manifestación que derivó en fuertes disturbios y enfrentamientos con la policía, que se prolongaron hasta bien entrada la noche.
Ataviados con banderas y camisetas blanquirrojas de la selección de fútbol, los manifestantes entonaban lemas como «terrorismo nunca más», al más puro estilo de las marchas que lideraron el año pasado simpatizantes de la tres veces candidata presidencial Keiko Fujimori, durante la polarizada campaña electoral que llevó a Castillo al poder.
El espontáneo tropel fracasó en su intento de llegar a las puertas del Parlamento, donde el mandatario sostuvo un encuentro con legisladores y anunció que dejaba sin efecto el tan cuestionado toque de queda.
La retractación de Castillo, sin embargo, apaciguó muy poco el alboroto en las inmediaciones del Palacio del Legislativo, que, poco después, recorrió resguardado por su escola, y tentando su suerte, el ministro del Interior, Alfonso Chávarry.
OCHO DÍAS DE PROTESTA
El toque de queda en Lima y Callao entró en vigor este martes, al igual que la declaración de estado de emergencia, en respuesta a un paro de transportistas que comenzó hace ocho días y provocó la muerte de al menos cuatro personas, aunque ninguno de ellos por motivo de enfrentamientos.
La orden, que se aplicó en estas dos provincias que prácticamente no se vieron afectadas por la huelga, respondió a la necesidad de «dar respuestas urgentes y extraordinarias» ante los informes de inteligencia que, supuestamente, «anunciaban una serie de actos vandálicos» en la capital, según dijo el ministro de Justicia, Félix Chero.
Pero, a ojos de muchos, se trataba más bien de una medida «inconstitucional» que desató las críticas no solo de los opositores políticos de Castillo sino también de algunos antiguos aliados, como la líder progresista Verónika Mendoza, quien tachó el toque de queda de «arbitrario y desproporcionado».
«El Gobierno no solo ha traicionado sus promesas de cambio, sino que ahora repite el método de ‘resolución de conflictos’ de la derecha: ningunear a quienes se movilizan con legítimo malestar por la situación económica y política, reprimir, criminalizar y restringir derechos», escribió Mendoza en Twitter.
En el mismo sentido se expresó la expresidenta del segundo gabinete ministerial de Castillo, Mirtha Vásquez, quien calificó la medida de «autoritaria».
Mientras emitían sus críticas y se gestaba la manifestación vespertina en Lima, las protestas de transportistas por el aumento de los precios no cesaron en el país, si bien -igual que en días anteriores- han tenido carácter parcial y temporal con cortes momentáneos de la carretera Panamericana que fueron controlados por la Policía.
UN RECORTE A LA LIBERTADORES
El toque de queda de este martes afectó incluso a la jornada de la Copa Libertadores. El Instituto Peruano de Deporte (IPD) suspendió el partido entre Sporting Cristal y Flamengo por la primera jornada del grupo H, que debía disputarse en el Estadio Nacional de Lima.
En un comunicado de prensa, difundido apenas dos horas y media antes del arranque del duelo, el ente rector de las actividades deportivas peruanas sostuvo que el partido debió cancelarse debido al toque de queda.
Apenas unos minutos después, Castillo hizo el segundo anuncio sopresivo en menos de 24 horas y suspendió el toque de queda.
En respuesta, la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) anunció que el partido se debía jugar, aunque con casi una hora de atraso, en el último regate a la normalidad de la jornada.
Fue el punto final a casi 24 horas de vaivenes, decisiones controvertidas que comenzaron a medianoche, provocaron el desconcierto ciudadano y extendieron las protestas al corazón de Lima.