Cartas | Zonas de comprensión | Juancho José Barreto González

Juancho José Barreto González

Desde el primer día, el ser humano aprendió a distanciarse del otro, es decir, de sí mismo. De allí pudiéramos extraer la oración Extraño por su tierra, Fuera de sí, Extraño a sí mismo. En fin, se pierde en el laberinto por él inventado. El camino del ser es el ser mismo. Quizá sea por esto que la fragmentación sea una condición, no una circunstancia. En términos generales, es lo que llamo Cultura de la división. Todo termina dividido, es insoportable la unidad, esta cede frente al fragmento y se hace imposible, inalcanzable. Tal vez no exista, desapareció, ese gen humano ha sido aniquilado. Aparece el fragmento pero, también la diversidad. La diversidad la comprendo aquí, no como la reunión de los fragmentos sino, mejor aún, la reunión de los diferentes y de las diferencias. Lo fragmentario tiene la capacidad de vivir por si solo. Lo diferente tiene la capacidad de convivir con lo diferente para poder reconocerse como lo que es, algo distinto.

La cultura del fragmento ha sido incapacitada, por sí misma, para mirarse desde dentro. Por ello tiende a representarse en la superficie como un simulacro de cultura, como una representación de todo lo que es no siendo. Es falsa pero pasa como verdadera para poder separarse de los diferentes y aniquilarlos. Ha inventado cruentos y sutiles mecanismos para lograrlo. El más sutil, no me cabe duda, es la publicidad, capacidad para atraer al espectador. El gigante auditorio terrícola ha sido chupado, atraído, distraído, atrapado, fagocitado, estereotipado, desplazado y alterado por pedazos de culturas que tienen la pretensión de globalizarse, y al pretender hacerlo, se agiganta su capacidad de hacerlo. Cultura y mercado se dan la mano, marchan juntos en el camino de la dependencia. La capacidad de consumir bienes simbólicos y espirituales le hace reverencia al mercado. La pobreza es la pérdida de esa capacidad. Salir de la pobreza, en términos generales, es la capacidad de depender y participar en el intercambio de mercancías  en ese auditorio planetario.

Podemos estar o no de acuerdo con lo que he dicho hasta ahora. Son muestras de los pedazos de realidad que nos rodean.

Como auditorio particular podemos crear zonas de comprensión. He propuesto como lugar excepcionalmente humano la casa como el espacio esencial, primogénito, privilegiado  para  acercarse. Pero la casa está invadida, derruida como casa. Ha sido descalificada, cosificada, desplazada. Si mucho es zona de habitación. Entonces, comprender el lugar que habitamos, de manera autocatalítica, sería, sin duda, el inicio de la comprensión. La negación de lo que nos pasa, la negación de la cercanía, es y ha sido traumática. Es hora de un ranking interno, interior, íntimo, local como base de estas zonas de comprensión.

La cultura del fragmento global ha sido capaz de acercarnos al mercado y alejarnos de la casa. Por eso, es necesario enfatizar, la economía local, la cultura y la conversa, la agricultura, la escuela y la universidad local son elementales para configurar zonas para nuestra comprensión y no zonas especiales para que el mercado se fortalezca mirándonos desde fuera como un mercado y no como una casa.

Mirar hacia nuestro lugar, el que habitamos. Comprender es enseñarle a los ojos a mirar los olores y los dolores de la tierruca. Enseñarle a escuchar el canto y los lamentos. Aprender con el niño y con el joven a mirar los olores y los dolores humanos, a amar las palabras más queridas y profundas, a no temer a ser de este lugar que nos ve inventar nuestras razones para salvarnos.

proyectoclaselibre@gmail.com

 

 

 


¡Mantente informado! Únete a nuestro canal de WhatsApp o Telegram a través de los siguientes links:

WhatsApp: https://chat.whatsapp.com/FxbVGD5gQwi0xAKKWW4fEd
Telegram: https://t.me/diariodelosandes

 

 

 

 

 

 

 

Salir de la versión móvil