Cartas | Yo soy aquel | Por: Juancho Barreto

Juancho José Barreto González / proyectoclaselibre@gmail.com

La abuela no necesitaba leer porque ella misma era un libro. Se sabía todas sus historias y las contaba, igual que el nieto a veces inventaba para que aquel que yo soy en la lejanía siguiera viviendo. La filosofía hermenéutica habla del poder contar. Como la abuela, debemos ejercer ese poder de contarnos, no que otros nos cuenten por ahí, metiendo gato por liebre. Pero, se ha perdido el patio de los cuentos, la tarde de los cuentos que nos cuentan cuando nos contamos.

En cada cuento contado se respira una historia, se siente la respiración de los caminos cuando pasa la gente con sus “hoscas conversaciones” como diría Ramón Palomares. Una historia de la historia con alas de posibilidades e inventos. No es pura fantasía, las invenciones vuelan para abrirle camino a la razón y mostrarle otras maneras de mirar. El espejo se ha roto, un viento huracanado como el de ayer en el pueblo tal, lo ha vuelto trizas y sus pedazos vuelan hacia muchas partes. Ya estaba bueno de aquella única cosa impuesta. “Yo soy aquel hombre roto por todas las soledades y por todas las heridas de las mil y una guerras. Me he vuelto incrédulo de mi especie bípeda que sonámbula se dirige al precipicio. Nos va empujando una fuerza creada por dioses que han hecho del bien una mercancía manipulada”. En uno de los trozos veo mis ojos cansados de mirar tanta tristeza y muerte. Mis ojos son otros ojos en miles de ojos trozos de ojos. Hago un movimiento de viejo basquetbolista y trato de lanzar la pelota a la cancha de la realidad donde tres equipos se disputan el campeonato. Sí, no y más o menos suelen cambiarse de uniforme. Aprovecho el descuido del árbitro para preguntarle a la “o por lo redondo” que separa a más de menos, si juega a la contrainteligencia o cosas por el estilo.

Yo soy aquel que pregunta por usted y por mí, si podremos avanzar hacia la esquina donde se cruzan las direcciones de izquierdas y derechas. El abismo está más allá esperando pacientemente. La abuela sugiere que vaya a la montaña alta. La habitan unos grillos color palo de árboles capaces de saltar cualquier abismo. Su capacidad intelectual para el salto está asociada a los pájaros que se comen las hojas de los limones de hojas tiernas. Un gato recuerda sus maullidos desde hace500 años cuando fue pintado por primera vez y en la catástrofe quedó debajo de las aguas convertido en pez rayado.

Yo soy aquel que tiene mil alas para volar y como los cien pies camina rápido para llegar a los ojos tristes de la realidad. “Lo mejor es acercarse todo lo posible a esos trozos de espejos hasta que uno mismo se sienta respirando en ellos. Un mago malo nos quitó la capacidad de juntarnos, pero no la de vernos los ojos tristes a través de los ojos tristes de lo humano”. Me retiro de los trozos del espejo hecho picadillos. No necesitamos ninguna imagen para metamorfosear la mañana en el mañana. Rompemos la ley y nos acercarnos a nosotros mismos, sin ruido ni mensajes, sólo escuchando solos el incesante río del tiempo.

Pasé nuevamente la esquina, no hubo ningún desvanecimiento. Llegué completo a estas palabras, a pedirles a mis ancestros las viejas armas para rebelarme contra la tristeza y la muerte. “Limpia con cuidado su corazón, se fija en las dimensiones de sus dinteles y el ancho umbral de su memoria. Sabe que tiene que combatir la guerra con golpes de alegría para bajarle los sumos a la tormenta”.

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