Cartas | ¡Yo no sé! | Por: Juancho Barreto González

 

Juancho José Barreto González

proyectoclaselibre@gmail.com

Al poder no les interesa la asociación entre capacidad creadora y libertad. La libertad ha sido la gran perseguida de todos los sistemas humanos. De tal manera, las capacidades humanas están condicionadas, más bien podríamos decir, formateadas por la cultura para “hacer del ser humano un ser social”. En el conjunto de la cultura participan todas las formas técnicas, asociativas y narrativas simbólicas que permiten sobrellevar la existencia en un ámbito altamente conflictivo por la sencilla razón de que no somos iguales, pero, hemos fracasado en la posibilidad de la convivencia “en medio de la diferencia”. Este conflicto en la cultura, es decir, en la existencia y sus formas de representación, se eleva a su máxima expresión en la declaratoria de guerra al otro que no soy yo.

Vivimos en una guerra permanente, desde esta perspectiva, va desde una puñalada trapera hasta el lanzamiento de la bomba atómica. Tan es así, podemos hablar de la cultura de la guerra, de sus formas técnicas, asociativas y disociativas, y narrativas “donde el enemigo nunca tendrá razón”.

La guerra es una antigua invención humana. La historia de la guerra es la historia de la humanidad. “Siempre habrá que luchar contra alguien para mantenerse de pie. Pero inventamos instrumentos de guerra, y las convertimos en un “arte” para cortarle la cabeza al otro, al otro humano, y este último deberá inventar sus instrumentos para defenderse. La vida contra el otro es la historia de la guerra”. Si la guerra forma parte de la naturaleza humana, tendremos que transformar esa naturaleza, mi naturaleza, la tuya, la de todos. La guerra cultural contra la naturaleza humana de la guerra. Vaya paradoja, contra la demencia humana de la naturaleza de la humanidad.

Dejar de ser soldados de la guerra en todas las guerras. Una condición para el futuro. Pero, ahora, debo alistarme en la guerra cultural contra la guerra demencial, en la guerra para liberarme de la guerra.  Para asociar la capacidad creadora y la libertad. La guerra humana por la libertad, guerra de los seres humanos para liberarse de la humanidad mala, demencial, mercader, odiosa y criminal. La dueña de los puñales y de los misiles.

No pondré la otra mejilla, estoy cansado de tantos golpes “como si fuesen del odio de Dios”. Ya no volveré a las cavernas, se volvieron polvo de tantas tormentas. El futuro se tambalea, todos los arsenales y maestrantes se preparan cada vez. “En cada instante, esas armas me persiguen para cautivarme” El dilema entre el sapiens y el futuro tembloroso zarandeado por los dementes, el de la esquina esperando para puñalearme, el de allá arriba apuntándome con su satélite. El soldado de la mediocridad, bufón de los tiempos. El criminal con tantos nombres en todos los idiomas y en todos los lugares. A la naturaleza de la guerra, la sobre naturaleza humana: La cercanía terrícola.

La guerra cultural sería la pretensión existencial y moral para desconectar todos los tableros de la guerra, dañar todos los botones y mecanismos que “disparan algo sobre algo y sobre alguien”. La demencia es un daño “colateral”, un acto criminal contra el sistema nervioso de los sentimientos humanos. El enemigo deja de ser alguien para convertirlo y convertirse en una cosa por destruir. La humanidad mala cosificada. “Desaparece el dolor como sentimiento, por ellos, por vosotros, por nosotros, por ti y por mí”. Quedan aquí, en el aire, los versos de César Vallejo: Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé! / Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, / la resaca de todo lo sufrido/ se empozara en el alma… ¡Yo no sé!

 

 

 

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