Cartas | Vivir juntos a la manera utópica | Juancho José Barreto González

 

Juancho José Barreto González

Esta es la carta 120. Y en esta ocasión quisiera proveerles de unos párrafos sobre la Utopía amada. Los extraigo de mi libro Dondequiera. Ensayo sobre el miedo (2020):

De hecho, la frase más poderosa en Utopía de míster Moro es “Pues a dondequiera que vayan están en casa” (2002, p.101).  Vivir juntos a la manera utópica, donde “las cosas mejores y más necesarias” están puestas por la naturaleza, abiertamente “a nuestra disposición” (p.105). La utopía es una enorme afrenta epistémica a la sociedad feudo burguesa capitalista. Una alternativa para abordar el placer: “ellos piensan que todas nuestras acciones, y entre ellas las virtudes mismas, al final se dirigen al placer, como a su fin y felicidad”. La felicidad como bien común sería, entonces, la base fundamental de la sociedad utópica “siempre y cuando pueda obtenerse sin injusticias ni perjuicios, sin impedir o excluir un placer mayor ni ocasionando un doloroso esfuerzo” (p.114). El telos utópico reside entonces en una poética de la felicidad humana. La función utópica se refigura como proposición de “una sociedad alternativa” (Ricoeur, 2002, p.357).

En el texto poético, por ejemplo, desde esta perspectiva, se desarrollaría, Ricoeur acá recuerda a Heidegger, el acto de comprender, uniéndosele “la noción de proyección de mis posibles más propios; esto significa que el modo de ser del mundo abierto por el texto es el modo de lo posible, o mejor del poder ser; en esto reside la fuerza subversiva de lo imaginario” (Ricoeur, 2002, p.340). La utopía es la voluntad de buscar la armonía, muy a pesar de E. M. Ciorán en Pastor (1999, p.12) que decía “La armonía, ya sea universal o de cualquier otro tipo no ha existido nunca ni existirá jamás”. Proponer y buscar. Proponerla, lanzar la idea al aire ya es un acontecimiento refigurante de lo utópico. Distintas vías reales e imaginarias se han inventado. Están en los actos de la historia de aquellos seres que en todas las culturas y en todos los tiempos han buscado el “paraíso perdido” que, entre nosotros, según Beatriz Pastor, nace como “el locus utópico americano”:

La heterogeneidad que ha bloqueado con frecuencia la percepción de ese utopismo, no confirma la ausencia de “una tradición utópica sostenida” que se ha atribuido alguna vez al período de la Conquista española de América. Ilumina la riqueza y flexibilidad de un modo de pensamiento particular: el utópico, y revela las huellas de unos procesos mentales cuya historia enlaza con una larga tradición – a la que pertenecen, por ejemplo, la alquimia, la magia, la astrología y el hermetismo- inscribiendo la presencia de una tradición alternativa en la hegemonía creciente de la razón analítica (1999, p.17).  (…)

El hombre ha buscado la otra sociedad de múltiples maneras y formas. Encuentro una correspondencia particular entre Utopía de Tomás Moro (1515) de la cual hemos dicho algunas cosas, y “Carta de Jamaica” de Simón Bolívar (1815). Una se antepone como proyecto alterno a la sociedad feudo burguesa europea y la segunda a la dependencia colonizadora de la América del siglo XIX. Los “utópicos” y la “especie media” serían aquellos seres capaces, desde la virtud y el conocimiento, de habitar ese lugar donde sea posible “la mejor felicidad” (“Carta de Jamaica”). En “Lectura semiótica de La Carta de Jamaica” sostengo que “Bolívar inaugura una nueva utopía en occidente. Su deseo permite aniquilar lo persuasivo para conducir sus cavilaciones a ese lugar que servirá de asilo a la cultura occidental por un lado y, por el otro, se convertirá en el centro del mundo, donde, nada más y nada menos, “¡Acaso sólo allí podrá fijarse algún día la capital de la tierra!”.

 

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