Una mañana me levanté con la decisión de peregrinar con mis palabras y con las piernas y las alas de mi corazón. Caminando fui topando con la gente que ahora son miles y miles, los escucho, los miro y los celebro. Otros se mueven entre las ramas del silencio y claman ese nuevo amanecer.
Miro hacia los lados y hacia atrás y los veo sonreídos, de allí digo como tantos “a mal tiempo buena cara”. La fogosidad de mi genio crece con el latido de los caminos y en algunas tardes he tomado café con algunos estrategas de barrios y en otras, con perseverantes empresarios que resisten al embate de las crisis. Lo digo sin chistar, la campaña admirable es para reunir a los trujillanos en una sola causa: Trujillo.
Cierta disposición para la inteligencia y creatividad nos ha traído hasta acá, ya hemos cambiado de actitud y sabemos que podemos quitarles el poder a quienes se amañaron con sus privilegios y convirtieron a la política en un emprendimiento privado.
Trujillanos, el 21 de noviembre ha de ser un día memorable si a pesar de las adversidades abrimos la puerta de la posteridad, animados y alimentados por el ímpetu de nuestra ruta de resurrección de un pueblo que quiere y puede darse una elección de su propio destino. Sería elegirnos como pueblo y gobierno para hacer mejor las cosas.