Si los trujillanos queremos ganamos las elecciones, cerramos el pasado y abrimos las puertas del futuro. Venimos sumando trujillanía desafiando la tristeza que hay en nuestros corazones. Desde junio en mis cartas a Trujillo invitamos a la peregrinación admirable. Hemos comido en la mesa de los pobres y con ellos hemos trazado la ruta de la esperanza y de la resurrección de los pueblos. En medio de esa pobreza se enciende el sol en la mitad de la noche.
Una mañana me levanté con la decisión de peregrinar con mis palabras y con las piernas y las alas de mi corazón. Caminando fui topando con la gente que ahora son miles y miles, los escucho, los miro y los celebro. Otros se mueven entre las ramas del silencio y claman ese nuevo amanecer.
Miro hacia los lados y hacia atrás y los veo sonreídos, de allí digo como tantos “a mal tiempo buena cara”. La fogosidad de mi genio crece con el latido de los caminos y en algunas tardes he tomado café con algunos estrategas de barrios y en otras, con perseverantes empresarios que resisten al embate de las crisis. Lo digo sin chistar, la campaña admirable es para reunir a los trujillanos en una sola causa: Trujillo.
Cierta disposición para la inteligencia y creatividad nos ha traído hasta acá, ya hemos cambiado de actitud y sabemos que podemos quitarles el poder a quienes se amañaron con sus privilegios y convirtieron a la política en un emprendimiento privado.
Trujillanos, el 21 de noviembre ha de ser un día memorable si a pesar de las adversidades abrimos la puerta de la posteridad, animados y alimentados por el ímpetu de nuestra ruta de resurrección de un pueblo que quiere y puede darse una elección de su propio destino. Sería elegirnos como pueblo y gobierno para hacer mejor las cosas.