Leer y dar a leer forman parte de nuestro oficio. La mejor manera de conocer a una cultura es leerla. Leer es mirar y detenerse en los signos que componen lo mirado. Escuchar es oír y detenerse en los signos que componen lo escuchado. Mirar, oír, Agrego, tocar. Los bordes silenciosos de las palabras o leer las manos que escriben en el aire. Miramos, escuchamos, oímos, tocamos el mundo a través de la lengua que nos habla de muchas maneras.
En estos días de homenajes en mi pueblo a Mario Briceño Iragorry, en una escala de valores, colocamos “el leerlo” como la forma más sencilla y profunda de acercarlo a decirnos sus palabras y ese acercarse, permite traerlo a nuestra vida, conversarlo, comprender un tanto la mirada que atraviesa el paisaje humano de su escritura. Como en todo, unos lo han leído desde siempre, otros algunas páginas y otros, se animan y comienzan a leerlo. Comienza a moverse su obra, lo traemos hasta acá.
Alguna vez, uno de mis estudiantes preguntaba porqué razón no ha perdido vigencia su cruda palabra sobre nosotros. Se me ocurrió responder porque no ha cambiado esa cruda realidad, porque no ha sido alterada la crisis de la cultura, es decir, el comportamiento de una sociedad concupiscente, entendida como el deseo desenfrenado de bienes materiales. La colonia, la república, el mundo concupiscente. El deseo humano de apropiación del cielo y de la tierra para convertirlos en empresa dislocada de bienes y servicios. Plantea dos salidas culturales. La primera es la “coetaneidad creadora”, traernos el ejemplo moral de nuestros antepasados a nuestra vida y convivir desde ese ejemplo. La segunda es el nacionalismo y al respecto nos indica que no se opone al internacionalismo (la patria arriba) sino al imperialismo. En otras palabras, para superar la cultura de la superficie necesitamos una teoría de lo venezolano y una teoría de la Libertad. Ambas cosas se mueven a lo largo de su extensa escritura como aporte sólido para superar la crisis de pueblo.
En la Ciudad de Trujillo hemos iniciado el Seminario “Acercamiento a Mario Briceño Iragorry” y esperamos sirva como estímulo para recorrer los ríos culturales de la nación. Este viernes comenzaremos a leer El caballo de Ledesma (1942) y su primer capítulo llamado “La prudencia culpable”: “Porque nos falta fe, alegría, esperanza, desinterés, espíritu de verdad y de sacrificio social. Todas virtudes. Cualidades que no se adquieren por medio de cálculos aritméticos. Situaciones que se avienen más con el idealista que con el hombre práctico y calculador, incapaz de renunciar a nada. Tenemos oro, mas carecemos de virtudes públicas. Con dinero los hombres podrán hacer un camino pero no una aurora. Y estamos urgidos de amanecer. Necesitamos un alba nueva. Un alba que alumbre las fatigas de quienes han llorado a lo largo de la noche sin piedad.”
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