Cartas | Uno y los personajes | Por: Juancho Barreto

 

Juancho José Barreto González

proyectoclaselibre@gmail.com

Cada paso que da por la calle del mundo topa con sus personajes. Los ve andar bulliciosos o meditabundos. Son como campanas en el umbral de los tímpanos o sus huellas son indelebles, convertida en hojarasca silenciosa. Estos últimos, ensimismados, descubren las huellas dejadas por la reflexión. Lo ideal es que lo reflexivo toque la campana de la conciencia y comencemos a hablar desde cerca. La conversación es un invento insustituible. Así, la reflexión es para decir nuestros pareceres y nuestros padeceres. Uno en sus personajes es una mezcla detonante. Al hablar el silencio de la palabra queda suspendido. Al hacer el silencio, otra historia se asoma y comenzamos a escuchar.

En un país de loros, como es natural, no nos escuchamos o nos escuchamos decir lo de siempre. El reto sería decir algo distinto y escucharnos, las palabras y los sentimientos se abren en flor. Escuchar, escucharme en mis personajes. Los he soltado, son libres, hacen lo que quieren y, a veces, lo que deben. El deber de un personaje es meterse en la piel de su mirada, y su boca habla por la comisura de la luz sin disputarle a la sombra su espacio. “En la sombra de la noche, se oculta a revisar la comisura de la noche”. De tal manera, nos damos cuenta, estamos rodeados de bordes. “Las palabras son tijeras mágicas, con ellas recortas las telas de la realidad y de los espíritus para luego tejer el camisón del lenguaje”.  Los hilos de ese tejido tienen orígenes distintos, y del polvo del camino lento de la vida se recogen los colores tristes y alegres. Cada personaje, de acuerdo a su andar, los utiliza para conectarse, transformarse y seguir fuera del guion establecido por el titiritero de turno. “Al romper los hilos que los unía, el títere logró ver los lánguidos ojos del titiritero. Y luego devino en sonrisa, en sorpresa”.

Quedar fuera del guion tiene su precio. Los titiriteros te llaman títere y los títeres titiritero. En ese preciso momento, mi personaje tres, piensa en un viraje creador. Para salir de titirilandia debía tener la paciencia de los meditabundos. “Sería una paciencia especial. Se trataba de inventar un lugar sin hilos manipuladores donde Uno y sus personajes se sintieran sin quebranto alguno. Un país medicinal y alegre podría comenzar en un lado así, aquí dentro y fuera de nosotros, donde la coincidencia no tenga nada que ver con la suerte sino con el reconocimiento”.

Observa como los grandes titiriteros modifican sus tiendas de campaña. Tienen en su poder nuevos instrumentos y la misma rapacidad para fortalecer los hilos de control. “Estamos a punto de inventar lo irrompible” dicen.

Uno y mis personajes saben que eso es imposible. El títere de la ruptura, antes de escapar “vio en aquellos ojos gigantes del titiritero mayor, la horrible fealdad de la demencia humana. Unos ojos que no miran sino hieren en lo profundo, asustan el alma. De esa mirada del poder viene el miedo de la libertad y a la libertad”. Ese mal de ojo gigantesco nos arropa cada día e inventa, a nuestra exacta medida, una especie de cárceles corporales. En realidad, viene desde la edad de hierro, Aprendieron este tipo de fundiciones. Ahora le agregan unos “chips especiales” con simuladores de felicidad…

Finalmente, Uno les dice a sus personajes que tenemos que inventar mejores tijeras. Cortar los hilos de la alienación mental y espiritual es una cuestión de todos los días para ser Uno y sus personajes.

 

 

 

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