Cartas | Una pequeña Universidad | Por: Juancho José Barreto González

 

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La oración completa, ideal, diría de esta manera: Somos una pequeña Universidad para hacer grandes cosas. Estamos despertando una emoción para que el sentimiento irrumpa, genere el revuelo, en femenino, la revuelta. Desde el más joven de los estudiantes hasta el más antiguo de los profesores. Desde la señora que limpia el pasillo hasta la mayor especialista en administración.

Desde quien limpia los libros para que no se contaminen hasta quien los lee para descontaminarse de las ignorancias. También es una especie de venganza de la tristeza que nos ha golpeado. Frente a la cultura del cansancio, una especie de Todavía Queremos. No encontrarán nuestro nombre en la lista de los vencidos por el cansancio espiritual de no creer en nosotros mismos.

El tiempo de los reyezuelos de la Mérida conservadora y triste debe cesar. Trujillo deberá apropiarse de su proyecto universitario y elegir esa pequeña universidad, inventarla, recrearla, pintar sus paredes con los vivos colores del pensamiento universal.

El NURR pueda que escriba una nueva página en la historia de la ULA, haga girar las agujas del reloj “hacia adelante, hacia donde está el futuro”. Tenemos y debemos inventar los instrumentos con nuestras propias manos, nuestras propias palabras, nuestras propias teorías y afectos. Debemos apropiarnos de lo que tenemos e inventar lo que tendremos. Abrir la fisura de las elecciones en el NURR para cerrar la puerta de los últimos años. Les propongo a los estudiantes y profesores de Derecho abrir el expediente obligatorio para que jamás se vuelva a repetir la regresión. Diría el señor recolector “avanzaron hacia atrás”. “Muy hacia atrás”.

Avanzaremos hacia adelante, con entusiasmo por la reunión creadora, indetenible aprendizaje por el futuro. Una universidad con espíritu es distinta a una universidad bufa, retórica, incongruente. Hablará la mayoría, la que estaba esperando el momento.

Parafraseo la canción santanera, Rosita desconocida. Tengo papel y tinta y pluma para escribir. Escribiré una carta a mis colegas profesores, otra a los estudiantes “jardín de nuestra alegría”, a los que cursan nuestros postgrados también les haré una carta, a los administrativos, técnicos y obreros fieles sostenedores de bases materiales con las que medio se funciona; a los jubilados para que den su mejor fe de vida regresando a nuestra casa. A los egresados que hacen girar la región y el mundo.

Sí, convocarnos a una gran reunión, para escucharnos, para que Mérida nos escuche, para escuchar a Trujillo y volver a ser y ser mejor. Cierro esta carta de Cartas, con dos fragmentos de otra carta no respondida, fechada el 08 de agosto del 2018:

Prefirieron Ustedes amparar prebendas y violar procedimientos “en nombre de la república y por la autoridad de la ley”.  No voy a extenderme para que puedan terminar de leer estos fragmentos. Ustedes conjuntamente con sus protectores de oficio, han ofendido nuestra majestad como universitarios. Son expertos para acusar a quienes como yo hemos dicho verdades a los cuatro vientos. Para mí, el método de la verdad es fundamental para producir el necesario juego parresiástico donde se sea capaz de hablar con libertad y con franqueza.  He acuñado en algunos documentos personales y colectivos la aseveración “la universidad no es del gobierno ni de la oposición”.

Es momento de producir un ejemplo capaz de irradiar la cura contra esta fiebre que corroe a la universidad. El ejemplo moral del padre de la parasitología, nuestro epónimo Rafael Rangel, debe servir de guía para extinguir los roedores que se tragaron las leyes para alimentar odios y vivir a costa de la vapuleada autonomía construyendo lo que ustedes mismos llaman el colapso universitario. 

 

 

 

 

 

 

 

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