Cartas | Tampoco somos gatos | Juancho Barreto

 

Juancho José Barreto González / proyectoclaselibre@gmail.com

No acostumbro escribir según la moda de la semana. Soy hombre de la reflexión y he venido desarrollando mi tesis política, desde el 2020, sobre la guerra civil prolongada entre venezolanos. Quizá una síntesis forzada sería, mas no apresurada, todo proyecto actúa contra otro proyecto y, aun más, toda fuerza social actúa contra la sociedad queriéndola obligar entrar en el carril.

En un momento “X”, al gran líder comenzaron a jalarle las mangas de la camisa. Se dirigía a una inmensa multitud que veía en el horizonte al horizonte, algo así como el pueblo mandando al pueblo. Estos pequeños enanos cumplían su misión precisa, distraer al horizonte, poner “miguelitos” en el camino para que el carro de la historia no rodara acelerando su velocidad. Consulte usted el manual sobre cómo elaborar tales “miguelitos”. En todo caso, son distractores para que un proyecto no se proyecte y se les espiche los cauchos. Entonces, en vez de gobernar, organizar, rodar hacia un oriente promisorio, nos ponemos a pelear entre miguelinos de cada lado. En el fondo del teatro entre ruidos, bombones y bombazos se escuchan las acusaciones “chavistas”, “escuálidos” y pare usted de contar.

Los venezolanos, todas y todos, estamos atrapados en los esquemas de la guerra fría. Pero estos esquemas se cruzan, metamorfosean y, aparentemente cambian. Se mantiene un aspecto. Me explico. La guerra civil prolongada entre nosotros es un apéndice importante de lo que también llamo la guerra interpotenciaria. La guerra entre potencias es de más antigua data. Cualquiera no es una potencia y si lo es, tiene la fuerza de convertirse en un imperio, en fuerza conquistadora. En el planeta existe una guerra entre fuerzas conquistadoras y hasta la luna ha sido objeto de esta disputa. Pudiera ser que eso que se llama “comunidad internacional” esté atravesada por este tipo de guerra que hoy adquiere ribetes extraordinarios, por ejemplo, lo económico-empresarial-tecnológico está por encima de lo político-social-cultural.

De tal manera, pudiera ser que los hombres del poder sean también víctimas e instrumentos de este nuevo tipo de poder civilizatorio que sojuzga a la humanidad y la conduce a lo que propongo llamar “mercado común de las víctimas”. En este aspecto singular, la propuesta de la nueva civilización debe contener signos de la nueva civilización y crear, ampliar y fortalecer los espacios convivenciales de la libertad. Aquí subyace, entonces, la nota prima de nuestra propuesta que hemos llamado, hace dos cartas, “la dinámica tercera”. Sería esta una suerte de filosofía en construcción para que los revolucionarios de todas las dimensiones, fisonomías y lugares, sepamos entrar en un gran lugar llamado “zonas de comprensión”, propuesta que tomo del gran maestro de pueblos, Mario Briceño Iragorry, propuesta que debe hacerse acompañar con otra de las suyas, “patria arriba”.

Mi posición no es “media tintas”, No. Mi posición es diferente. Salirse del esquema dominante de guerra civil prolongada y de guerra entre potencias para hilvanar, hilar, asumir, practicar y teorizar una cultura de la independencia. Como humano tengo derecho a darle altura y dignidad a mi humanidad que se retira cada vez más del esquema de la guerra, esquema dominante desde que Caín y Abel no supieron dirimir sus diferencias. Y aquí quiero subrayar el sustento de esta cuestión: Podemos ser diferentes y convivir aun siendo diferentes. Cuesta y costará la civilización humana con este modelo comunicacional, comunicarse desde la diferencia y no porque somos gatos.

 

 

 

 

 

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