Mi bisabuela Rosita, santanera para más señas, y el viejo libro Li Ching, más vale sabio que por viejo, me hicieron creer, cada uno a su manera, me insinuaron larga vida. Si ha de ser cierto, estoy viviendo mi segunda mitad. Dos rasgos me sobresalen en la reflexión personal. Soy dueño de mi vida, hablo con libertad, me he apropiado de mi vida, escribo mi biografía viviéndola (y sobreviviéndola) parece ser el primero de ellos. Sin la palabra hubiese sido imposible este posible, esta apropiación de mí por mí.
Los primeros nueve meses de esta pandemia cruel para todos, me permitieron, como a muchos otros, concentrarme en lo que me gusta hacer: Escribir. El resultado directo, doce libros y una bursitis crónica. Varios de ellos corregidos y ampliados, otros escritos a pulso de las horas. Están disponibles en pedefericas.com un blog convertido en librería digital. Casa Doble-Memorias breves de una casa amenazada lo pueden descargar gratuitamente. Es un ensayo de 109 páginas sobre esta casa llamada Venicuela-Venezuela.
Estos mis libros son suyos. Los considero una terapia sapiencial, cultural, un desafío en salto de metáfora y reflexión. Una combinatoria, un arroz con mango, una invención y una historia de lo que pasa a través de mi cuerpo. “Arroz con mango” es el primer cuento del libro Árbol del tiempo. Esa expresión, más bien, este método lo aprendí de nuestro querido maestro pluridimensional JM. Briceño Guerrero. Seres reales y de la imaginación intercambian pareceres y padeceres. Si les soy franco, a veces no distingo entre la realidad y el sueño, esto no me preocupa, me da risa, me alegra descubrir vivo a quien está muerto o no existe.
Sin mucha dificultad regreso a la casa de Rosita, mi bisabuela la santanera. Mientras me como siete granos de granada le escucho contar cuando echó un pie con el poeta general Simón Bolívar.
Todos ellos me enseñan a cantar y a desafiar la vida, a no tener enemigos. Este es el segundo rasgo, lo nombro generalmente como “Nos agarró la historia”. No formo parte de la legión de verdugos de lo humano, esa no es mi guerra, frente a sus técnicas antiguas y sofisticadas para dividir y matar debemos inventar la suma de las creaciones humanas para el convivir aun siendo diferentes. Si pudiera resumir el asunto cantaría frente a todos los miedos todas las creaciones para acercarse (…) La próxima semana seguimos con las cartas. Nos debemos el café, mientras, les dejo una de las últimas páginas de Casa Doble:
Entonces, los gobernantes de turno, cobran la renta por el alquiler de la casa. Se ha diversificado la entrega. Y por esta razón histórica, nos hemos convertido en casa amenazada por la disputa de los grandes capitales. Debemos afinar esta tesis en la discusión de lo venezolano, la cultura de la dependencia ha predominado, es un embuste retórico repetitivo aquello de “lo único que nos queda es la independencia”. Hemos sido víctima de los chapuceros dirigentes y administradores, metieron a este país en el esquema cultural de la dependencia y, por lo tanto, en el esquema de guerra de los grandes capitales por el control de lo que llamo “mercado común de las víctimas”. Escuchemos con atención tales discursos, unos y otros nos han diezmado la capacidad para decidir entre nosotros. Se adueñaron del libro de las contrataciones, hacen los negocios de la franquicia Venezuela, todas sus navegaciones, cartografías y pilotajes se han metido en la ruta de la dependencia, el resto de los tripulantes de tales carabelas desarrollan los oficios cotidianos.
Lo denuncia Tulio Febres Cordero en El Quijote en América, 1905: “La oposición al progreso ha llegado a ser un crimen más horrendo que el hecho de no ser patriota, ya que el adjetivo progresista ha cobrado mayor importancia que el patriotismo” (…)
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