Cartas | Roberto, las manos y la mente | Por Juancho José Barreto González

 

Las manos sienten el placer de llenarse de realidades, tocarlas. La manera de tocar las cosas tiene que ver con las formas de comprenderlas, de transformarlas. Las manos detienen, las manos empujan. Somos alfareros o boxeadores. Amamos con las manos, rosamos el cuerpo del mundo y nos metemos en él para oírlo en sus entrañas. Sentimos el placer de ir con el mundo tomados de las manos. Ellas, las manos, nos enseñaron a hablar, debíamos ponerle nombre a lo que pasaba de mano en mano. Esta es una roca, sirve para hacer casas, no solo para lanzarla a los otros.

Roberto tiene en sus manos un libro sobre la mente. Así se juntan en este relato, gracias a Roberto, las manos y la mente. Nos tomamos dos tazas de café mientras hablamos de la medicina y la alegría. Las dos sirven para curar el cuerpo, los dolores del cuerpo. Los dolores se hicieron justo para doler, son amenazas a la sensibilidad del cuerpo y esas amenazas también se pueden amortiguar con un buen espíritu.

Una sociedad enferma no tiene espíritu, se le esfumó. Si llevo de la mano a un mundo enfermo es posible que se enferme mi mano. Ella debe saber curar, tener el espíritu en la mano para curar, para saber poner la alegría en el mundo enfermo. Si quienes llevan al mundo de la mano, ya por razones de poder y no de espíritu, no tienen el espíritu de curar, terminan como la sociedad enferma y pueden hasta morirse con ella. Pero existen lugares y personas dentro de esos lugares donde se busca y se practica la curación y se trabaja en una poética, en un lenguaje para hacer que la tierra sea fértil.

Antes de ir a casa de Roberto había escrito una breve cartilla para enseñar a leer y escribir. Un compromiso con mis estudiantes de Lecto-Escritura. Hemos acordado que el curso debería llamarse Lengua materna, lectura y escritura. Trabajamos las distintas vías del conocimiento que tratan de explicar el origen del lenguaje: La mitopoyética, la científica y la filosófica. El espíritu y la mente son la base del lenguaje, pareciera ser la ecuación más sensata.

Dejo por acá, entonces, la “Cartilla para subir al pie de la Letra…”:

1.- Lo primero es no olvidar que somos personas y alimentarnos con las palabras que más amamos.

2.- Nuestro cuerpo es un instrumento formidable que se va alimentando de la Lengua que habla y le va poniendo nombre a las cosas que todavía no tiene nombre. Es decir, crea nuevas palabras.

3.– Las palabras tienen memoria, vienen de un lugar. Se llama Etimología y la mía se llama identidad personal.

4.- El niño, la señora que lo cuida y yo formamos un conjunto, un sistema de relaciones, veamos de este sistema las cosas más simples para aprender a leer bien y a escribir.

5.– La “A” es una escalerA que tiene su minúscula “a” y otros cuerpos (figuras) que forman el conjunto ESCALERa…eScAleRa…||°”!0=’?

Entonces, debemos escribir, tal si fuésemos Julio Cortázar, unas “Instrucciones para Subir una Escalera” (1962, Historia de cronopios y de famas). Veamos un extracto: (…) “Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).”

 

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