Cartas | Repicar con las estrellas | Por: Juancho José Barreto G.

 

La propuesta más interesante que logramos formular en la primera fase de la campaña admirable es que en la casa de cada quien funcionara el gobierno. Me parece trascendental y dinámico desarrollar en todas direcciones esta condición de la casa como lugar habitado por seres conscientes de su papel como centro de un nuevo sistema de relaciones. Más allá de su condición material, no deja de ser interesante cómo ha sido construida, estamos hablando de reparar urgentemente sus quebrantos.

En la carta anterior, La sala casera, precisamos algo básico: en este tipo de casa-caserío se reflexiona, se conversa, se intercambia pareceres, sueños y opiniones. Se siente y se discierne. Por lo tanto, la constitución de la casa es un acto reflexivo, paciente, directo, grupal y polisémico, cuya naturaleza no puede estar subordinada a otra casa, a otra cosa, sino en correspondencia con una relación reflexiva y defensiva. La casa debe defenderse de lo impositivo. Aquí cabe preguntarse, entonces, las relaciones entre los habitantes de la casa con otros que comparten el mismo territorio alrededor de un sistema jurídico, político, religioso, económico, etc.

Cuando la política de un país o de una ciudad no funciona, podemos convertir nuestras casas en el centro de la vida. La pandemia nos encerró en la casa, pero a ella siguen entrando a granel los discursos de un mundo injusto y asustado. Qué hemos de hacer entonces para curarnos de los miedos y volver a nuestra cueva para mejorar o comenzar a mejorar. Esta puede ser la primera pregunta para la sala casera, la sala de la casa que se atreve a ser una casa libre.

Quiero recuperar de inmediato un concepto del cual pido se apropien. “Umbral Étnico” es una puerta simbólica que permite salir y entrar a la casa. Salir o entrar siendo lo que soy, consciente de mi identidad y de mis deberes derechos, dueño de mi cuerpo y de mis laberintos, pero capaz de habitar con otros, cuando entro a la casa, y capaz de habitar el mundo y luchar por la convivencia entre los convivientes.

Vuelvo a decirlo, la sala de reunión no es una sala de batalla. La sala casera es de agenda abierta, plural y orientada a la libertad como condición común para “repicar con las estrellas”.

 

 

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